Es cierto que los títulos de David Cage son un poco -bastante- tramposos en cuanto a narrativa, pero hay que reconocer el mérito del golpe de efecto que hizo con Heavy Rain, recordado incluso más de diez años después.
En el juego veíamos una historia desde cuatro perspectivas diferentes para determinar quién es el Asesino del Origami que está poniendo en jaque la ciudad; en una historia llena de índole personal y momentos que nos pondrán entre la espada y la pared.
Uno de los personajes que controlamos es Scott Shelby, un detective privado que reúne pistas sobre el asesino. Nada haría sospechar de él; parece un bonachón. Pero en la recta final del juego, todo cambia y él se erige como la persona que está causando el caos al resto de personajes.
Durante horas hemos estado creyendo resolver un asesinato con él y resulta que estábamos tomando el control del asesino mientras lo que realmente hacía era limpiar pistas o preparar sus próximos homicidios.