Counter-Strike: Global Offensive todavía está lidiando con el problema de los tramposos. El título de Valve se convirtió en un terreno propicio para ellos después de que su inmensa fama coincidiera con un periodo prolongado de free to play en el que las sanciones impuestas por la desarrolladora perdieron algo de efectividad. Una situación que ahora han querido corregir revirtiendo el cambio y restringiendo el acceso a partidas competitivas, pero que todavía no ha tenido todo el efecto esperado.
El problema en lo referido a la incidencia de los tramposos es que basta un jugador que esté utilizando ayudas para acabar con la calidad de la partida. Una situación que crea una sensación de falsa realidad sobre la afirmación de que hay un elevado número de jugadores dispuestos a utilizar trampas, hacks o aimbots. Sin embargo, que sean menos de los que parecen no quita que en ocasiones nos demos cuenta “más allá de toda duda razonable” de que los cheats han invadido nuestra partida.
La situación más surrealista a este respecto la vivió un jugador hace apenas unas semanas. Una revisión manual de casos mediante el sistema Overwatch en la que iba preparado para encontrarse unos cuantos tramposos, pero donde vio algo estadísticamente imposible en Counter-Strike: Global Offensive. En la partida en la que estaba haciendo de policía, los nueve jugadores que todavía seguían en ella estaban utilizando algunas de las trampas más descaradas que existen.
Viendo la selección de armas y observando el registro de bajas, es fácil determinar que todos los jugadores estaban utilizando el “spinbot”. Una trampa peonza que permite disparar directamente a los rivales en la cabeza en cuanto están en una zona susceptible a caer de un solo disparo. Un contexto que genera situaciones ridículas en las que los mismos tramposos se mostraban extremadamente temerosos los unos de los otros. Un espectáculo tan grotesco como inédito en el que la tecnología VACnet no funcionó a tiempo.
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