La evolución de League of Legends desde su lanzamiento da para que muchas otras compañías tomen nota de lo que implica hacer un juego como servicio. Riot Games ha ido aprendiendo, limando asperezas, renovándose y siendo cada vez más ambiciosa en todo lo que hace. Sin embargo, este proceso tiene unas cuantas limitaciones y no permite que todo evolucione al mismo ritmo. Una situación comprensible, pero que no impide que algunos de los detalles más anticuados se hagan evidentes cuando vemos el juego a mayor profundidad.
Uno de los aspectos que más llaman la atención es el apartado visual. Desde la desarrolladora han trabajado duro para que todo parezca cada vez más novedoso. Sin embargo, estas tareas se han llevado a cabo en los aspectos más evidentes: una Grieta del Invocador renovada, Monstruos Épicos mucho más llamativos y diseños que funcionan desde la perspectiva en la que se ve el juego. Sin embargo, detrás de tanta floritura se esconden algunos apartados mucho más limados.
Esta situación se hace evidente si nos sumergimos en uno de los submundos que más carcajadas nos pueden sacar de League of Legends: el de las caras de los campeones. Son detalles que no se perciben en partida y que por eso están mucho más descuidados, pudiendo llegar al punto de dar la impresión de que podrían ser cualquier personaje genérico de un videojuego de la generación de PlayStation 2 (y estamos siendo optimistas). Una situación muy diferente a la de Wild Rift.
La situación ha ido mejorando con el tiempo y cada vez encontramos formas más definidas. Sin embargo, todavía hay unas cuantas excepciones en nuevos campeones y cosméticos que no trabajando demasiado esta cuestión, Aun así, no deberíamos ser muy duros con el equipo de diseño de League of Legends por este problemilla. En la mayor parte de los títulos, los aspectos que quedan ocultos están menos trabajados. Os sorprenderá saber que, en casi todos los juegos en primera persona, vuestro personaje ni siquiera tiene cabeza.