Estamos en las mismas que Resident Evil, no podemos recomendaros solamente un título de la saga, y también es bastante complicado hacerse con todas las entregas puesto que la franquicia lleva lanzando videojuegos desde la PlayStation original. Konami, con Silent Hill, siguió a pies juntillas los pasos marcados por Resident Evil, pero hizo un pequeño giro que logró que se convirtiera en un survival horror ejemplar: eliminar gran parte de la acción e incrementar el suspense, el misterio y la vulnerabilidad del jugador, así como su incertidumbre.
Ahora, incluso gracias a la película de 2006 dirigida por Christophe Gans, todo el mundo que está más o menos metido en la industria del videojuego conoce los horrores que habitan en Silent Hill. Esas enfermeras macabras, los seres que parecen zombis pero aun dan más mal rollo, la Pirámide (que ahora hasta está disponible en Dead by Daylight) y es posible que no impacten tanto como en los primeros compases de vida de la saga.
Pero si algo ha hecho bien Silent Hill a lo largo de los años, ha sido mantener siempre en tensión al jugador por no saber exactamente a lo que se iba a enfrentar. En Resident Evil, no importa si los monstruos son gigantes y aterradores, porque todos tienen un clarísimo punto débil señalado generalmente por una bola u ojo de color amarillo. No obstante, eso no ocurre en Silent Hill. A veces es el mismo silencio o la soledad del personaje lo que da miedo al jugador, lo que hace que estruje el mando con toda su fuerza debido a la tensión que está soportando. Y eso, es lo que hace que un producto de terror pase a la historia, porque sabe ir a lo más básico e innato de nuestro miedo y estrujarlo sin parar.