Esa frase tan recurrente como el que "las modas son cíclicas" es algo que se suele aplicar a la propia moda en cuanto a prendas de vestir, tendencias o tejidos. Sin embargo, esto ya está siendo aplicado a otras áreas como el cine o incluso la movilidad urbana (quién nos iba a decir que volveríamos a usar patinetes, por muy eléctricos que fueran). Ahora estamos viendo como esto sucede en los videojuegos, una industria asociada a la revolución tecnológica constante, pero que está viendo como los dos mayores fenómenos de este año están siendo Minecraft y una versión Classic de World of Warcraft, juegos con dos y tres lustros de vida, respectivamente.
Que había mucha gente pidiendo una experiencia original en WoW tras tantos años y tantas expansiones era tan evidente que Blizzard concedió el deseo a los fans en su última BlizzCon. La noche del lunes se abrieron al fin los servidores y decenas de miles de personas han podido celebrar la nostalgia acabando con innumerables hordas de jabalís, múrlocs y gnolls; o al menos eso era lo que estaba previsto antes de que las colas alcanzaran numerosas horas de espera.
Tal y como la ocasión merece, nos hemos juntado varios amigos para celebrar la llegada de WoW Classic. Que la noche de apertura de servidores iba a estar complicado entrar a jugar, parecía evidente cuando los servidores llevan anunciando una población "alta" desde hace días; pero la obligación de esperar hasta casi después de comer al intentar jugar desde la diez de la mañana del día siguiente fue la gota que colmó el vaso de nuestra paciencia. Así que migramos a uno de esos servidores nuevos que Blizzard lleva días abriendo, con la esperanza de poder jugar en unas condiciones óptimas.
Los apenas diez minutos de espera fueron como un canto de sirena que echó por tierra nuestros planes de jugar en una hermandad de las grandes en el país y nos hizo que fuera muy fácil resignarse a pagar una futura migración. Queríamos jugar y eso era lo que íbamos a hacer tras unos nada relevantes 600 segundos.
Yo opté por jugar un enano cazador, dado que su pasiva racial hace que sea aún mejor usando rifles. Junto con mis amigos me dispuse a realizar las primeras cadenas de misiones de Dun Morogh: de jabalís pasamos a leopardos y de leopardos a osos (con una parada para aprender a hacer unas costillas a la cerveza en Kharanos). La recordada lentitud de subida de nivel dejó paso a un nivel cinco muy temprano que nos obligó a ir a Forjaz, la ciudad de los enanos, para aprender nuestras profesiones; en mi caso desollador y peletero.
No hizo falta mucho trabajo para subir de nivel la primera de ellas, ya que una misión que nos obligaba a conseguir crines de esos yetis llamados wendigos, me arrojaba una montaña de cadáveres con los que ir consiguiendo el preciado cuero. A causa de la enorme cantidad de jugadores por esas cuevas, Blizzard tiene activado el renacimiento rápido de enemigos; un regalo para los desolladores.
Aunque quizás el highlight de la tarde de nostalgia fueron las colas que los propios jugadores crearon dentro del juego para pedir su turno y acabar con un NPC concreto. En nuestro caso, tuvimos que esperar más de un cuarto de hora para acabar con Grik'nir el Frío y completar la misión "El diario robado". Incluso a uno de nuestro grupo le dio tiempo a ir a comer y volver justo a tiempo para completar la misión.
Especialmente gracioso fue que hubiera un jugador que lejos de centrarse en subir de nivel como el 99.99% del servidor, se dedicaba a supervisar que nadie se saltara el turno y que la espera fuera recompensada. No es que fuera de mucha utilidad cuando algún "listo" llegaba desde el piso de arriba y asestaba el primer golpe al NPC, pero reconforta saber que hay gente dispuesta a eso a cambio de nada más que de un sentimiento de utilidad y el evidente factor "roleo".
La situación es la siguiente. Tal y como podéis ver en la primera foto, hemos emigrado a Ventormenta, capital de la Alianza. Yo estoy cerca de alcanzar el nivel 10, un hito importante en la clase cazador, ya que me permitirá aprender la habilidad necesaria para domar bestias y poder tener un compañero de leveo que me permita usar mi rifle a larga distancia.
Muchos son los cambios de este WoW Classic respecto a Battle for Azeroth. Todo es mucho más caro a causa de que es necesario pagar por aprender habilidades, profesiones o incluso recetas de crafteo, mientras que las distancias parecen mucho más grandes. Evidentemente, ahora hace falta leer las misiones, ya que no se te indica en el minimapa hacia donde has de acudir para cumplir los requisitos; esto es algo que me está haciendo empaparme más en el lore y que le da algo al WoW que hace tiempo que perdió con las simplificaciones implementadas con cada expansión.
Seguiremos dedicando horas a este renacimiento del MMO más importante de la historia y uno de los juegos más influyentes que se recuerdan. La primera mazmorra, el primer encuentro con un horda o el ahorro para la primera montura son experiencias que aún nos quedan por vivir en este WoW Classic que nos ha llevado de vuelta a la niñez.