La Overwatch League ha sufrido y mucho la pandemia mundial de COVID-19. En la que iba a ser la temporada en la que se inaugurase el juego en las casas de cada franquicia, el coronavirus ha dado al traste con la que iba a ser la temporada decisiva en el éxito o el fracaso de una de las ligas de esports más ambiciosas, al menos a nivel económico, tal y como indican los precios de las plazas.
Sin embargo los indicios de que esta temporada iba a estar muy ajetreada para Blizzard comenzaron con las salidas de staff de primer nivel en la retransmisión como Montecristo o DoA. Aunque más preocupante fue la salida de toda la plantilla de Vancouver Titans, subcampeón en 2019 de la Overwatch League, a unos pocos días de arrancar la competición.
Titans debutó en esta Overwatch League con un equipo integrado por un equipo filial como es Second Wind y algún jugador extra, en lo que se trataba de un obvio bajón en talento con respecto a su plantilla surcoreana. Desde el club se afirmó que era imposible gestionar al equipo desde tan lejos por culpa del coronavirus y que optaban por hacerse con otro sexteto distinto. Hoy, a través de una investigación de Richard Lewis conocemos más detalles sobre Vancouver Titans.
Diversas fuentes le cuentan a Lewis que los jugadores, a pesar de recibir un buen sueldo, no contaban con las mejores infraestructuras. Su centro de entrenamiento, vendido desde Titans como "state of the art" era un centro de recuperación de jugadores lesionados, de gran nivel para deportistas tradicionales, pero que parece tener poco que ver con los deportes electrónicos.
En cuanto a las habitaciones de los jugadores, se cuenta que sus paredes eran de cemento visto y sin pintar, más parecidas a habitaciones de hotel donde pernoctar durante un corto espacio de tiempo que a un lugar donde vivir una larga temporada. Según las fuentes de Lewis, la zona de entrenamiento no era mejor ya que los ordenadores era compartidos y el espacio muy reducido.
No se quedan ahí los problemas, ya que se habla de que el club no puso todos los medios necesarios para que sus jugadores surcoreanos pudiesen contar con un traductor que les hiciera la vida más fácil. Algunos meet&greet con aficionados se desarrollaron sin traductores, aunque más tarde y para otros eventos se contrató a un buen traductor de coreano, pero sin conocimiento sobre Overwatch o el mundo de los esports.
Eso y la imposibilidad de explotar la fanbase coreana de Seúl, que por normas de la Overwatch League pertenece a cada franquicia local (en este caso Dynasty), hacía casi imposible vender la figura de los jugadores del equipo canadiense. Tampoco ayudaba que las viewing parties no oficiales fueran vistas como un peligro desde el club, tal y como le cuenta una fuente a Lewis.
Aunque lo que parece el desencadenante de todo es que según le cuentan al periodista, el dueño del club Francesco Aquilini "pensó que los esports eran dinero fácil tras ver el dinero repartido en The International de Dota2". Aseguran que no tiene ningún interés o entusiasmo particular en Overwatch.
Foto de Carlton Beener / Activision Blizzard
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