Valorant se ha lanzado de forma oficial en PC. El nuevo título de Riot Games aspira a dominar el mundo de los FPS y conseguir su hueco como un shooter táctico distinto capaz de conseguir un buen equilibrio entre la diversión desenfada y las decisiones tácticas. Riot ha creado un híbrido que se parece a las alternativas existentes en el mercado, pero que adereza ese gusto con unos diferentes matices que hace que siempre queramos un poco más.
Históricamente se ha dicho que los verbos definen la esencia básica de los videojuegos. Reducir el mundo a palabras como saltar, luchar, disparar o explorar nos permite establecer una serie de categorías para definir los diferentes títulos del mercado. Sin embargo, son los matices los que diferencian a cada título de sus competidores. Decir que Valorant viene a matar a CS:GO no es solo un planteamiento casi ofensivo para los fans del juego de Valve, es un rechazo intrínseco a la identidad de un juego con tanto por aportar como por aprender.
VALORANT y el sabor de los matices
Para hablar de Valorant, primero hay que romper con el mito. La leyenda asesina de un juego que no necesita matar a nadie para conseguir su hueco. Si hablamos de un deporte en el que tenemos que pasar la pelota por encima de la red para desviarla al campo contrario y tratar de anotar un punto, puede que penséis inmediatamente en el tenis, pero quizás estemos hablando del Voleibol.
La premisa de un escenario de bomba en el que un equipo ataca y otro defiende para conseguir acabar con los rivales, evitar que se plante el dispositivo (Spike) o hacerlo explotar puede también ser común a Counter-Strike y VALORANT. Incluso Rainbow Six: Siege podría colarse en una ecuación incompleta en la que no hemos dado los datos suficientes. Lo visto a simple vista no nos define a nosotros, y tampoco lo hace con los videojuegos.
Dejando a un lado el título de Ubisoft, que es el más fácil de diferenciar de entre los tres, Valorant guarda similitudes evidentes con Counter-Strike. La cuestión es que hay matices suficientes como para diferenciarlos. Valorant se conforma con ser la versión más desenfada de Avril Lavigne en su etapa de icono adolescente, mientras que Valve espera que el CS:GO suene a música clásica. Puede sonar chocante, pero las imperfecciones de lo primero no te hacen peor que lo segundo. No hablamos de versiones descafeinadas o pretendidamente peores. Se trata, más bien, de la persecución de objetivos que de tan diferentes parecen ser opuestos.
Por eso en Valorant hablamos de Agentes y habilidades mientras que Counter-Strike se pierde en la belleza de un mundo sin identidades, con elementos genéricos y una perfección algo pretenciosa que Valve ha tardado en dominar. Los personajes, los colores elegidos y la forma de entender su universo son capaces de crear una amalgama de experiencias que sirven como matiz suficiente para captar rápidamente diferencias clave.
Haciendo único a VALORANT
Riot Games sabe que se maneja en registros diferentes. Se espera que la relación de la desarrolladora con los Agentes pase de lo meramente funcional. Los personajes son interdependientes en lo jugable y en lo que parece que será el lore del título, que se irá desarrollando a largo plazo ahora que ha llegado el estreno oficial.
La compañía abandera un proceso de búsqueda de una jugabilidad autónoma, pero no autosuficiente. Las habilidades de los personajes se complementan entre sí a la perfección. Mientras que por tu cuenta y riesgo apenas podrás conseguir un par de bajas si aprovechas un error rival o eres netamente superior a él en términos jugables, el equipo es capaz de engrandecerte y elevar tu potencial.
Con solo once personajes apenas vemos a unos destacar por encima de otros y, de hecho, Reyna brilla por ser la única Agente capaz de ser buena para sí misma. Sage, por ejemplo, ha recibido ajustes de equilibrio por todo lo contrario: ser un engranaje clave en cualquier composición.
Sin embargo, todo es viable. Todas las herramientas son útiles en mayor o menor medida y aunque elegir a Viper puede ser subóptimo, hay maneras de hacerla una Agente viable si se sabe gestionar el gasto de la toxina y colocar las habilidades de forma precisa. La reina de la toxicidad es una de las agentes que más fácil lo tiene para colocar una cortina de humo que impida la visión del enemigo y a su vez nos permita verles las piernas para acertar cada disparo. Una ventaja táctica envidiable solo al alcance de la considerada peor Agente del juego.
Los pequeños detalles importan. En algún momento dejaré de jugar a Valorant para disfrutar la sensación única de disfrutar de un rifle de francotirador mucho más dinámico como el AWP. La cuestión viene en que tiempo después de haber hecho este movimiento será a Jett a quién termine echando de menos y lo cierto es que no podría haber una prueba mejor de que ambos juegos pueden convivir.
Las armas, grandes protagonistas
Si de algo puede presumir Valorant es de haber captado la esencia de lo que es un juego con las armas agradable. Sin tantas licencias al movimiento y con una sensación suave y fluida provocada por unos servidores que funcionan de maravilla, Riot Games la ha clavado en la base jugable de un título que deberá establecerse en el mercado durante años.
El juego con las armas viene marcado por un control de patrones de retroceso en los que no podemos lanzar más de diez balas si no queremos hacer que nuestro rival termine jugando a Pasapalabra con el rosco que hemos hecho a su alrededor. Valorant bebe mucho más de las primeras versiones del Counter-Strike que de un renovado Global Offensive en el que la dispersión es mucho más milimétrica y se generan mecánicas únicas.
El hecho de no contar con tantas habilidades como nos gustaría también termina condicionando la forma de enfrentar las rondas. Lanzar un humo, acompañarlo de una “pop flash” y cruzar la zona central del mapa sin ayuda es un escenario impensable en el título de Riot Games. El intercambio de balas es constante y favorece siempre a los defensores, exigiendo un extra a los atacantes que deben de superar barreras que parecen infranqueables.
Los mapas también están perfectamente construidos para contar con mecánicas únicas. Bind cuenta con portales de teletransportación, Haven con tres escenarios de bomba, Split con cuerdas para superar desniveles y Ascent incluye puertas y da un nuevo sentido a la verticalidad. Todos están construidos a la perfección y van recibiendo cambios de manera progresiva para adecuarse al metajuego y dotar de mayor o menor importancia.
Una monetización aceptable
No hay un baremo universal para valorar el nivel ético de monetización de un juego. Sin embargo, podemos decir sin demasiado temor que Valorant cumple en este tema. Es cierto que las tiendas rotatorias no son del todo agradables y tratan de crear una sensación de urgencia en los consumidores, pero al menos no son cajas de loot.
El Pase de Batalla ofrece recompensas más que aceptables a precios populares, aunque comete el error de no ser recuperable. Tras el éxito de Fortnite parece difícil de entender que Riot no nos de ese caramelo con Valorant. Es un modelo de éxito probado. Aun así, hay poco que reprochar. Riot ha prometido en varias ocasiones que ningún elemento cosmético tendrá influencia en el devenir de las partidas, algo que no por esperado deberíamos tener menos en cuenta.
Esport en potencia
El espíritu competitivo es intrínseco a los videojuegos multijugador con formato PvP. Es cierto que no todos pueden tener lo que se necesita para llegar a ser considerados como deportes electrónicos. Los criterios para determinar si algo es o no un esport difieren en función a quién responde la pregunta, pero con Valorant hay una cosa clara: es un esport en potencia.
El título funciona a la perfección sin incidencia del azar. Eso sí, Riot tiene que convertir las partidas en simétricas y habilitar los empates con sus correspondientes prórrogas. Que las partidas sean al mejor de 25 rondas siempre favorecerá a un equipo, pues jugara un ciclo más que su rival en el bando favorable. Puede parecer un detalle nimio, pero a la hora de la verdad las partidas se deciden por este tipo de detalles.
De momento, Riot no tiene demasiados quebraderos de cabeza. La coyuntura generada por el coronavirus no va a ayudar a su nuevo juego, pero las opciones siguen estando completamente abiertas y no parece que una empresa caracterizada por dominar el mundo de los deportes electrónicos vaya a dejar que sea la competencia la que cope el mercado.
Valorant cuenta con un potencial tremendo. Apenas ha pasado una semana desde el lanzamiento y tenemos la bola de cristal estropeada, pero si todo sigue el rumbo que parece haber tomado, estas líneas serán el análisis de un juego que tiene todo para hacer historia.