Las películas de carretera son fascinantes. Hablan de vida, de libertad y te hacen partícipes de un viaje que, además de en un vehículo, sucede en la mente de los personajes. “Sí, sí, están todo el día dale que dale y dale que dale con la libertad individual, y ven un individuo libre... y se cagan de miedo”. Así lo retrataba un espectacular Jack Nicholson en Easy rider. Un film que llegó a las salas españolas con el subtítulo “Buscando mi destino”. Encontrar el camino propio es poco agradecido en estos tiempos, pero todavía hay quien trata de recorrerlo. Elegir la seguridad nunca ha sido una gran vía hacia el éxito.
Dicen que hay que ser una persona “normal” y tener cuidado de no volar demasiado cerca del Sol. En definitiva, sentar la cabeza. Afortunadamente, hubo quien renunció al inmovilismo. Contamos con varios casos en los esports, pues su reciente expansión es gracias a la constante lucha ante los estigmas. Javier Sanabria, Sh4rin, es uno de los íconos de la escena española de deportes electrónicos, el mejor compañero de viaje y un ejemplo de la tan popular frase: “es mejor arrepentirse de algo que has hecho que de algo que dejaste por hacer”
Sus inicios fueron en los juegos de lucha. En ellos despuntaba como narrador y, de vez en cuando, se animaba a participar en los torneos. Fue su faceta como caster la que le valió un hueco en una todavía embrionaria LVP. La fama la consiguió en la sección de League of Legends, título que le ayudó a crecer profesionalmente. Su buen hacer comentando y creando contenido le valió para llamar la atención de Riot Games y terminó por trabajar en la desarrolladora. Puede que el salto al estrellato de Ibai no nos permita verlo en perspectiva, pero junto con Guilean formó una dupla de narradores de ensueño. Una voz amiga que también locutaba los expositores de campeones y otros contenidos de la compañía. Quizá por eso su salida fue más inesperada.
Había muchos motivos, que pesaron más que las buenas condiciones y los grandes compañeros. “Llega un punto en el que no puedo seguir negando lo que soy (...) no puedo evitarlo, tengo que hacer algo con los fighting. Me parecía injusto seguir en Riot con la cabeza en otra cosa”. Así se explicaba Sh4rin en su video de despedida. El camino ya lo había encontrado.
El exrioter es, en la actualidad, luchador a tiempo completo. Hubo quien decidió por él que lo mejor era mantenerse en Riot, que dejar su puesto de trabajo por una escena que apenas existía era un acto kamikaze. Alguien tenía que arrancar, así que las opiniones fueron desoídas y los conflictos superados. Abandonada la seguridad del empleo estable solo quedaba trabajar duro. El barcelonés firmó con Vodafone Giants, capitaneando el equipo. Además, fundó junto con Arkham Team BCN Fighters. Las reglas de los fighting games españoles han cambiado desde entonces.
La lucha a otro nivel
Llevar la lucha a otro nivel. Con esta intención nació Barcelona Fighters de la unión de Villa Jueguito y Arkham Team. Con algo más de un año de vida en el que la creación de contenido y la organización de torneos no ha parado, lo conseguirán. Así lo atestiguan los streamings diarios y los 150 videos subidos a YouTube. Sin embargo, no solo en la Ciudad Condal se ha vivido el auge de los fighting games. Varias comunidades han nacido desde aquella iniciativa. Otras, simplemente mantuvieron un trabajo que ya venían llevando a cabo. Destaca Madrid FGC, que lleva años trabajando en la organización de torneos de todos los títulos de lucha con escena competitiva.
Sin embargo, BCN Fighters brilla también por su engagement. No es tarea sencilla conseguir que una escena minoritaria tome el cielo por asalto de la noche a la mañana. No sería justo olvidar que es un trabajo de comunidad y que el mérito de la organización barcelonesa es haber pisado el acelerador a fondo. Apostar por ello hasta la última consecuencia pese a un futuro que no estaba claro en absoluto. Cuando se conduce en formación, siempre tiene que haber una punta de lanza.
No será casualidad que Saga visite España por primera vez con su parada en Madrid. Los tiempos están cambiado y la estructura nos acompaña. Si hoy en día es posible soñar con vivir de los fighting games es porque en tiempos pretéritos alguien convirtió el sueño en realidad. A veces es complicado asumir, desde la burbuja de otros esports mayoritarios, el trabajo que a muchas escenas les queda por delante
Shanks, el padre
De cualquier manera, deshacerse en halagos no es lo más recomendable. La grandeza del trabajo bien hecho no debe obstruir la perspectiva del que queda por hacer. Por muy bueno que sea el producto que nació de la unión de Arkham y Villa Jueguito, los deportes electrónicos no son nada sin sus jugadores, pero en España también estamos servidos de calidad.
Es injusto y crean que me gustaría brindar todo el texto a un plantel cargado de grandes nombres. Fasoll, VegaPatch, Coko Rodríguez, Cristian RG y otros que por no hacer una enumeración infinita quedan por señalar. Todos son eclipsados por la figura del año, Shanks. Un catedrático de los golpes que se forjó en los dojos de Tekken y que cambió a Dragon Ball FighterZ para pasar del sobresaliente a la matrícula.
El jugador de Dragon Ball FighterZ para Vodafone Giants ha conseguido batir cualquier récord nacional tras lograr la cuarta plaza en la última edición de EVO. De unas buenas infraestructuras nacen los grandes jugadores. Forjarse en campos de tierra nunca fue la mejor opción, y revolcarse en el fango no es la mejor forma de limpiarse. Los jugadores necesitan lo mejor para poder llevarse los trofeos a casa. Con el nacimiento de una escena capaz y una base de aficionados sólida es como se afianza el éxito en los deportes electrónicos.
Las lágrimas de Shanks al conseguir clasificarse para el top ocho de EVO son las de todos, la materialización de un sueño. Poco tardaron todos sus compañeros en saltar al escenario y celebrarlo con él. Shanks le había dado sentido a todo el trabajo realizado. Una narrativa única y una justa recompensa para toda la escena española. Enfrentarse a verdaderos referentes de forma asidua y quedarse a un solo paso de compartir podio con los más grandes de la historia.
Shanks ha hecho de lo impensable lo posible, pero no se trata de un milagro. Es el fruto del esfuerzo: suyo, de sus contemporáneos y de quienes les precedieron.
La comunidad
Un viaje no es nada sin compañeros. Ya contamos con infraestructura y jugadores, la comunidad era el vértice restante para el éxito. Y, aunque en España hay mucho de las dos primeras, es la última la que hace brillar nuestra escena. Para alguien que viene de League of Legends y Call of Duty, es envidiable ver una comunidad donde el valor principal es el apoyo mutuo. Los Fighting Games son diferentes y se encargan de demostrarlo. Ni grandes alardes ni gestos déspotas, solo colaboración.
Quizás ese sea el punto en el que muchos pasamos del apoyo desde la distancia a la más pura e infantil admiración. El gesto con Coko Rodríguez, para quien recaudaron el dinero suficiente para que pudiera acudir a la Saga de Madrid en solo cinco minutos. La reacción de Sh4rin cuando Riot anunció el que será su nuevo juego de lucha. Una comunidad verdaderamente abrumadora que hace valer los valores del deporte.
Es la unión, es el campo lleno de los equipos de la cuarta división inglesa. Es, en definitiva, compartir una pasión. Entender que el ecosistema competitivo no es una propiedad exclusiva y que cuantos más, mejor. Renunciar al éxito económico desmedido en virtud del crecimiento sostenible, porque si trabajamos codo con codo somos muchos más que dos. Los Fighting Games se reivindican, pero, sobre todo, aportan.
El viaje no ha terminado. Sí; Sh4rin ha conseguido vivir su sueño, Shanks ha pasado de actuaciones discretas a lo más alto de los juegos de lucha y la comunidad ha logrado mantener una pasión sana en la que todos tienen que disfrutar. Aun así, el trayecto está lejos de terminar. Project L, el nuevo título de lucha de Riot Games, promete cambiar el circuito competitivo. Una revolución para la escena, una llegada a destino. Un giro de guion que tampoco será el final. Llenen el depósito, que el viaje solo acaba de empezar.