La Agencia EFE publicaba el pasado fin de semana una noticia sobre los cuartos de final de Vistalegre cargada de opiniones que denigran a los deportes electrónicos y sobre la que dio una tímida marcha atrás con su retirada. Ni disculpas, ni fe de erratas, ni ningún proceder que recojan los libros de ética periodística. Desde esta tribuna estamos cansado de este tipo de ofensas, del desprestigio y de las habituales preguntas sobre ligoteos que vienen desde los medios tradicionales. Hoy contesto con esta carta abierta que tengo la suerte de poder escribir, pero la desgracia de tener que hacerlo.
Estimados medios tradicionales
No hemos acudido el pasado fin de semana a ver tres pantallas y tampoco lo haremos la semana que viene. Nos desplazamos desde diversas partes de España o desde otros países del globo a Vistalegre para ver la mayor competición de deportes electrónicos del mundo y, además, en vivo. Para vibrar, sentir, disfrutar o incluso conocer personas con las que llevamos años compartiendo nuestra pasión. Un recinto lleno hasta la bandera en el que solo se cometió el error de no tomar el riesgo de utilizar la totalidad del aforo del que dispone
“Lo sentimos, no quedan entradas disponibles” reza un cartel cuando tratas de conseguir un boleto para las semifinales. El cartel lleva superpuesto a la página meses, pues apenas cinco minutos fueron suficientes para agotar los billetes. Muchos han podido ir y muchos más se han quedado con las ganas. La retransmisión en castellano tenía 160.000 usuarios conectados de forma simultánea, demostrando que los esports son un fenómeno de interés nacional.
Podemos entender que no alcancéis a comprenderlo, pero en ningún caso vamos a aceptar a la policía de la diversión. Un choque generacional no debería ser un cheque en blanco para criticar e intimidar a quienes estamos fuera del mainstream. Sentimos ya cierto tedio y fatiga ante la necesidad constante de justificarnos y dar explicaciones. Los medios de comunicación convencionales tienen mucho que enseñarnos, pero todo por aprender.
La autora de aquella noticia no ha visto el backdoor de xPeke, no ha sentido el sufrimiento de los aficionados cuando aquel nexo se quedó a un golpe y Fnatic no avanzó a los cuartos ante OMG. Desde luego tampoco se ha leído el artículo que en esta misma página publicamos sobre la historia de Rekkles y Uzi. No sabe la tensión, la emoción, diversión, disfrute y pasión que nos genera ver a Splyce dar la cara contra SKT. Nosotros somos la generación que ha convertido lo imposible en posible y que ha generado una industria de aquello que siempre habéis tratado que abandonemos.
Lo que hemos visto el pasado fin de semana no se diferencia mucho de una grada que se vuelve loca con su equipo por haber peleado pese al fracaso. Gesto tantas veces visto y con el que los apasionados del deporte y los medios de comunicación nos volcamos. Ver a gente luchando por lo mismo y conseguirlo es maravilloso, pero ver a miles de personas asumir un fracaso desde la deportividad y dejándolo todo en reconocer el esfuerzo de los jugadores es algo increíble. Nunca lo entenderá quien piense que el fútbol son patadas a un balón o que los deportes electrónicos jugar a los videojuegos.
Esto es un deporte, un circo más. Un fenómeno que entretiene a millones de personas merecedor de tanto respeto como cualquier otro. No debemos de sentir que lo que estamos haciendo está mal por mucho que personas ajenas al sector quieran hacerlo ver así. Esto importa y como diría un expresidente del gobierno en una de sus cuestionables intervenciones, además es importante.
Lo son los videojuegos y lo son los deportes electrónicos. Dos pasiones que me han ayudado a sobrellevar los momentos más complicados. No estaba ahí ninguna televisión cuando comencé a consumir YouTube. Tampoco estaban cuando en un año desafortunado me enganchaba al streaming de ESL España para ver los mundiales de la tercera temporada de League of Legends y desconectar de un mundo que se convertía en terrorífico. No era el único que hacía buen uso de ese refugio. Preguntádselo a un chico danés algo tímido que pasó de sufrir acoso escolar a levantar en repetidas ocasiones el trofeo de la LCS de Norteamérica. Si esto no fuera importante, nosotros no estaríamos aquí.
Desde esta humilde tribuna escribo unas líneas que pueden ser leídas por muchos de aquellos a los que habéis desprestigiado, a aquellos que un día buscaron refugio en los videojuegos y los deportes electrónicos y lo encontraron. También a los que simplemente se sintieron enamorados y vieron en esta una oferta de ocio gratuita, apasionante e increíble. Hablemos sobre lo curioso del fenómeno, lo barato de las entradas, del respeto al rival y del buen ambiente en los eventos. Ahí están las noticias sobre esports. Basta de ridiculizar a quienes desde el más absoluto respeto comparten una misma pasión. Nosotros no queremos escribir este tipo de columnas, son vuestras actitudes las que las provocan. Contamos ya con un enciclopédico compendio de faltas de respeto, preguntas sin sentido y noticias sesgadas ante las que nuestra responsabilidad es alzar la voz.
Los deportes electrónicos nos gustan como muchos otros disfrutan de otros hobbies intrascendentes sobre los que no se existe alarma mediática. Bourdieu fue el sociólogo más relevante del siglo XX y habló sobre cómo se genera el gusto, del elitismo cultural y de porqué hacemos las cosas que hacemos. Lectura obligada para cualquier crítico que aspire a serlo. Decía que la cultura es un territorio ya conquistado, pero siempre a conquistar. Quizá por eso tengáis problemas con las formas de ocio de las nuevas generaciones, que podrían dejar de ser una fuente de ingresos para la televisión y que no comparte vuestros estándares. Quizá todo se reduzca a un elitismo y un odio al videojuego, siempre catalogado como una forma de arte menor o como un entretenimiento para personas que no se han integrado. Pero siguiendo con Bourdieu, no somos más que el producto que habéis creado. Los hijos y nietos de un sistema que no hemos construido y al que después de explotar hasta la saciedad miráis con cierto paternalismo déspota.
Muchos de mis compañeros de este y otros tantos dominios digitales probablemente no tengan el título de periodismo, pero enarbolan y aman la profesión por encima de lo que muchos periodistas titulados van a ser capaces de hacerlo jamás, porque estamos aquí para construir. Y, estimados lectores, con eso nos tenemos que quedar. Todos juntos hemos creado una industria que vosotros abanderáis. Algo que merece la pena y es cada vez más respetado y comprendido por el mundo. El camino está lleno de baches, pero seguimos creando una forma de vivir el deporte y una industria que sin estar exenta de problemas, merece la pena.