Todo lo placentero en la vida es, por desgracia, efímero. Podemos extrapolarlo a muchas situaciones de esas que nos producen felicidad; que pueden estar incluso en pequeñas cosas. Hasta comerte un trozo de chocolate. Normalmente, todo eso se trata de un estado mental. Puede que nos pasemos todo el día pensado en hincarle el diente a ese manjar de cacao, eso es precisamente lo que nos hace anhelar el momento de tenerlo en las manos. Pero, a la hora de la verdad, apenas son tres o cuatro mordiscos y se acabó. Lo que hemos pensado durante horas se ha esfumado en cuestión de segundos. Es parte de un proceso de nuestra psique en busca de la felicidad. Lamentablemente, dura poco. Aunque gracias a eso lo valoramos como esa gran sensación. Si se alargase en el tiempo, probablemente acabaríamos aborreciendo hasta el mejor pastel de chocolate del mundo.
Siento si os ha entrado hambre con esta comparativa, pero las otras que podía hacer quizás no eran aptas para el horario infantil. Simplemente, quería poner esa tesitura para plantear que algo similar ocurre con los videojuegos. Las maquinarias de marketing que, cada vez son más poderosas, y durante meses consumimos tráileres, gameplays e imágenes de juegos que nos pasamos deseando otros tantos meses y meses. Igual que como cuando pensamos en ese trozo de chocolate. El problema es que tras años esperando ese momento, el ansia de disfrutar ese momento hace que el juego en cuestión nos dure apenas un fin de semana. Tras haber disparado las endorfinas por todo lo alto al llegar al momento que tantas veces hemos imaginado, todo se acaba. Se genera un vacío en nuestro cuerpo enorme y aparece la pregunta, ¿y ahora a qué juego?
Seguramente, os habrá pasado algo así últimamente con juegos como Leyendas Pokémon: Arceus, Horizon Forbidden West o Elden Ring. Son aventuras que tienen contenido para que estemos delante de la pantalla durante muchas, muchas horas. Pero, tras tanto tiempo de espera, es inevitable no engancharlas con ansia y devorarlas en apenas unos días. Maratones de juegos que plasman la pasión que tenemos ante esas obras, pero que nos dejan con un enorme vacío una vez las hemos terminado. Una vez hemos conseguido el 100% o hemos quedado satisfechos con la experiencia, simplemente alcanzando los títulos de crédito. Cada tipo de jugador necesita o requiere unos estímulos diferentes, pero la sensación de vacío es la misma.
La resaca de volver a la realidad
Es un sentimiento que no es nuevo de los videojuegos, y ya se deriva de otros medios de entretenimiento como el cine, televisión o la literatura. La conocida como "resaca de los libros". Y que nos deja tiempo pensando en el mundo ficticio que hemos estado viviendo con intensidad durante las últimas horas, días o semanas. Pero se ha quedado sin páginas. Como vemos en medios como Wired, es algo que una investigación académica del campo de las artes y el ocio lo llama "depresión post-series o PSD". El estudio lo definía así:
"Los sentimientos de melancolía y anhelo que pueden ocurrir cuando el producto de pantalla o película que consume todo de un individuo llega a su fin".
Algo así es lo que se llama "apego parasocial". Es la sensación de 'pertenencia' que tenemos ante una obra que nos ha abrazado de lleno durante horas. Aquello a lo que hemos dedicado tiempo a sabiendas de que es ficción, de que no es real. Y priorizándolo en muchos casos ante situaciones o circunstancias que sí lo son. El jugador se siente dentro de ese mundo incluso días después de haber jugado, pensando en los personajes o teorizando sobre ellos para entregas venideras, volviendo a tener flashbacks de algunos de sus escenarios o incluso rememorando situaciones o momentos únicos que ha vivido, como vencer de forma épica a determinado boss. Algo que, además, se puede aprovechar para socializar con las experiencias de otros jugadores, especialmente en juegos como en los de From Software, donde el componente "comunidad" es tan importante.
Como cuentan en el citado artículo, según Gayle S. Stever, profesora de psicología en SUNY Empire State College en Nueva York, este tipo de depresiones ocurren porque nuestros cerebros procesan las interacciones reales o imaginarias de la misma forma. Establecemos una conexión y nos encariñamos con el mundo o los personajes en los que hemos pasado las últimas horas de nuestra vida. De cierta forma que podemos echar de menos el pasar tiempo por las Tierras Intermedias de la misma forma que a un amigo o familiar al que hace tiempo que no vemos. Puede sonar extraño pero, a nivel cerebral, la sensación es la misma o muy similar. Pensad que, al final, os acabáis conociendo el mundo de algunos videojuegos casi mejor que las ciudades en las que vivís.
De alguna forma, esos mundos en los que disfrutamos de videojuegos se convierten en lugares confortables o que nos transmiten cierta familiaridad. Incluso aunque sus ambientaciones sean opresivas o post-apocalípticas. Probablemente nadie querría vivir en las Tierras Intermedias, donde estamos constantemente rodeados de peligros. Ni en la Seattle de The Last of Us 2, rodeados de zombis. Pero esos vínculos, a pesar de ser virtuales, pueden darle a una persona "una sensación de seguridad y una sensación de seguridad casi tan efectiva como un objeto o una persona de apego real y físicamente próximo".
Con esto, no se quiere decir que estas situaciones reemplacen las sensaciones o sentimientos que se producen con la conexión humana, pero sí que se acercan. Y meternos de lleno durante horas, días o semanas tampoco tiene que preocuparos. Eso indica la citado profesora Stever, quien asevera que no es una patología, sino "algo normal y razonable que todo el mundo hace". De una forma u otra, esa pasión es sana. Y probablemente todos hemos vivido algo así, ya sea con una película, un libro o una serie. ¿A que seguís echando de menos a los personajes de series como Friends o The Office y de vez en cuándo recurrís a ellos, aunque sea con capítulos sueltos para sentiros "en casa"? Con los videojuegos, lo mismo.
Como evitar la depresión post-juego
Así que, podemos determinar que la depresión "post-juego" existe. Y no es nada malo. Simplemente tenemos que saber qué hacer en esa situación. Cómo procesar esos sentimientos de pérdida y podemos llegar a sentir algo similar a cuando una pareja nos deja, y hay quienes buscan consuelo en otras relaciones o personas. Por eso, instan a conectarse con otras personas para disminuir ese sentimiento de soledad y vacío que nos ha dejado el juego en cuestión. Además de buscar otro medio de entretenimiento que llene esa franja de "no saber qué hacer" o "por dónde empezar". La cuestión es dar pasos y probar. Probablemente, lo siguiente que vivas no te llene tanto como ese juego que has esperado durante años, pero servirá para paliar tus sentimientos. Todos tenemos una "lista de cosas por hacer" muy grande y puede ser buen momento para ir tachando. No tiene por qué ser un juego que tengas pendiente, que también. Sino incluso otras cosas nuevas que te hagan salir de la zona de confort, como apuntarte al gimnasio, dar clases de inglés o aprender a tocar la guitarra.
El juego que has vivido con tanta intensidad siempre va a estar ahí, y también puedes aprovechar esa experiencia para compartir sin complejos tus sensaciones. Ya sea en foros o redes sociales como Twitter o Discord. Hablar de la experiencia con otros jugadores te hará descubrir cosas nuevas que quizás no sabías. También leer otras teorías o ver fan arts que han hecho los artistas. Siempre hay eventos relacionados, especialmente con juegos importantes, con los que la llama de la hoguera permanece encendida.
Y, como os dirá cualquier psicólogo, a veces, no está mal no hacer nada. Recordad que no pasa nada por estar triste o vacío durante un tiempo. Al fin y al cabo, es un hueco que no se rellena con cualquier cosa. Puedes poner un parche, pero el sentimiento de algo que te ha llenado especialmente va a estar ahí de forma perenne. Si necesitas alejarte por un tiempo, e incluso no jugar o ver nada porque no te sientes capacitado para ello, eso también está genial. Cada uno pasa el "luto" a su manera y no hay una forma correcta o incorrecta. Eso, aunque sea de una forma triste, también es bello. Una muestra de amor.