Los niños de mi generación sabían que detrás de Súper podían ir dos palabras que instantáneamente nos mandaban al reino de la diversión: Súper Humor y Súper Mario. Los agentes de la TIA y el fontanero de Nintendo amenizaron no pocas tardes de no pocos niños. Las desventuras de los primeros y su humor, empastaban a la perfección con las aventuras del segundo por el Reino Champiñón; creando un combo de felicidad al que sólo la inestimable e inusitada fuerza de la nostalgia puede engrandecer con el paso de los años.
Específicamente a mi este combo de "súpers" me recuerda a las vacaciones de niño en Vicedo, a la arena de la playa de Xilloi y a los mikolápices; estoy convencido de que a vosotros os desbloquea otras memorias distintas pero igual de entrañables. Y quien me hizo recordar estas dos obras tan concretas no ha sido otro que Paper Mario: The Origami King. El juego de Nintendo para este verano llega el próximo 19 de julio tras un anuncio sorprendente el pasado 14 de mayo y nosotros ya lo hemos jugado.
Como sabrás, hemos escrito un avance hace unos pocos días de las primeras horas de juego. En él nos centramos en aspectos y experiencias pertenecientes a una primera parte del título que ya ofrece un buen vistazo a lo que nos espera en este Paper Mario, pero dicho texto es complementario a este, en el cual hablaremos de lo que nos ha parecido tras completar su historia y pasar no pocas horas disfrutando del contenido extra a la misión principal; la cual no es otra que volver a salvar a la Princesa Peach y salvar el Reino Champiñón.
En esta ocasión es Olly, un malvado Rey del Origami, quien tiene pensado acabar con la planitud de los habitantes del Reino Champiñón y aprovecha una feria de este arte de la papiroflexia para doblar a todo el que pille hasta dotarle de tridimensionalidad. Más allá de añadir una dimensión a su complexión física, Olly puede hacer que los seres doblados se crean que son la figura representada; lo más simple es que un Goomba de Origami se comporte como un Goomba normal pero con lealtad a Olly, pero también hay toads cisne o saltamontes que se ven abocados a comportarse como esos animales.
Lo interesante de esto es que se cambian las alianzas tradicionales. Ahora esto no va de Mario contra Bowser, si no de 2D contra 3D. Y eso queda patente desde el comienzo del juego en el que un Bowser en horas bajas pide ayuda a Mario para liberar a sus secuaces. En el avance ya os comentamos que en esa misma escena del principio del juego, vemos a través de las sombras en la pared el proceso de transformación de un esbirro del Rey Koopa en un engendro tridimensional. No llega a ser la escena de la motosierra en Scarface, pero sí que sorprende ese tono al comienzo del juego.
Pero ya en ese punto tenemos a Luigi haciendo de las suyas o a Bowser grapado y colgado de una pinza. Paper Mario quiere que adquieras esa sensación de que el enemigo es terrible, pero te da asideros para que te quedes; algo así como unas primeras dosis de humor que acabarán siendo un festín tras unos minutos. Porque si algo es Paper Mario: The Origami King es gracioso.
Y es gracioso por dos pilares fundamentales. Por un lado tenemos los diálogos y la localización, que alcanzan niveles directamente magistrales, mientras por otro tenemos el humor visual. Los personajes no dejan de repetir bromas muy autoconscientes sobre la ironía de ser doblado y perder su condición 2D, chanzas relacionadas con material de oficina y juegos de palabras de esos que de normal no te harían gracia, pero que una vez dentro del mood de Paper Mario: The Origami King, vaya que si entran por buen sitio.
Los toads están doblados en todo tipo de objetos, animados o inanimados, y nuestra tarea es desdoblarlos normalmente a martillazos. Esto es importante porque cada uno de estos personajes fúngicos dan pie a situaciones humorísticas como tener que despegar a un toad de un cartel, correr detrás de otro que está convertido en saltamontes o desenrollar a otro que le han hecho un turulo y está metido en un cubo con pósters en una tienda de souvenirs. Y por si esto fuera poco, al ser salvados, nos regalan una pequeña frase que casi siempre suele ser un chiste.
De igual manera que Francisco Ibañez llenaba las viñetas de Mortadelo y Filemón con chistes en cada esquina, que necesitaban de un lector con ganas de buscarlos, Paper Mario hace lo mismo con estos toads. No es que sea un completista, ni me pierdan los trofeos y los platinos, pero es que necesitaba salvar a todos para que me dijeran si la visión de juego es lo más importante en el fútbol tras dejar de tener forma de balón de fútbol o si había tenido una revelación al ser mariposa de origami durante unas horas.
Los escenarios son coloridos, vistosos y quizás el nuevo estándar en los mundos texturizados de Nintendo. Es cierto que tras los Yoshis de lana y cartón, así como el Kirby Epic Yarn, quizás se esté explotando demasiado estas líneas artísticas desde La Gran N, pero Paper Mario: The Origami King es lo suficientemente brillante a la hora de plantearlo en un mundo de papel y cartón, así como consigue hacerlo partícipe del guión y de las mecánicas jugables.
Por un lado tenemos unos agujeros que llenaremos con confeti que obtenemos de prácticamente cualquier cosa del escenario que golpeemos (similar a las zonas sin pintura de Paper Mario: Color Splash de WiiU) y por otro tenemos a Olivia, hermana del Olly y nada malvada. Cumple el papel de acompañante del siempre silente Mario y nos permite usar cosas tan útiles como brazos extensibles con los que interactuar con el escenario para abrir un nuevo camino o incluso puede transformarse en una suerte de invocaciones elementales que nos vienen de perlas para ciertos momentos de la aventura o incluso batallas peliagudas.
Junto a ella encontraremos varios acompañantes, una seña de identidad de la saga y una forma más en la que el juego nos cuenta que los enemigos no son los de siempre, que podemos trabar amistad con el enemigo de toda la vida. Esto es sencillamente brillante a nivel meta, porque el juego consigue que trivialicemos el odio eterno entre Mario y los Goombas, una de las rivalidades con más años de historia en el mundo del videojuego, así como entendemos que todo esto no deja de ser un spin-off de la saga principal; una suerte de obra teatral de papel maché.
Tal es esto así que cada uno de los toads que vayamos salvando se sumarán a las gradas de la arena de combate, evidenciando que esto no es más que una pantomima, una historieta. El propio juego lo hace más evidente aún cuando en una de las primeras zonas, somos partícipes de varias obras teatrales, tirando por la ventana la cuarta pared y sentando precedentes para cosas aún más meta que sucederán en los tramos finales del juego.
Porque no hay que perder de vista que Paper Mario siempre ha sido una suerte de parodia de los J-RPGs. Un enfoque en las distintas zonas, una búsqueda de objetos brillantes que abren la puerta a combatir contra el final y diversos compañeros de aventura. El punto de conflicto entre los fans de las dos primeras entregas con el resto de la saga siempre ha sido el combate; y en The Origami King no iba a ser menos.
Es cierto que no es completamente insustancial, pero no tiene demasiado que ver con lo visto en Nintendo 64. El acto en sí de pelear es una elección entre dos subtipos de arma, las tradicionales botas y martillos. El asunto es que en esta ocasión hay una fase previa que trata de ordenar a los enemigos en una arena girando y trasladando casillas: si los pones en línea es ideal para las botas y si están en un cuadrado de 2x2 cerca de ti, es el momento del martillo.
Este puzzle, de unos segundos de duración, se complica con la adición de oleadas y con el uso de distintos tipos de armas rompibles, pero que se circunscriben a estos dos arquetipos a pesar de tener sus peculiaridades. De vez en cuando es complementario, pero en salas en las que hay varios de estos. la acción se ralentiza demasiado; recordando a las sensaciones producidas por los ya superados encuentros aleatorios en un J-RPG de inicio de milenio.
Por suerte, el juego siempre intenta añadir profundidad con nuevos tipos de enemigos que añaden mecánicas, así como reduciendo los encuentros y permitiendo que los saltemos si aumentamos nuestro poder. Y este es el último melón rolístico que nos queda por abrir. No hay puntos de experiencia, si no que mejoramos tanto la vida como el daño de Mario logrando corazones especiales que conseguimos con el transcurso de la historia y con actividades secundarias. Además de esto, podemos personalizar mínimamente a nuestro héroe con diversos accesorios que en la práctica no dejan de ser más tiempo para los puzzles, más aguante, más vida y una casilla doble para cuestiones más diversas.
Existe la posibilidad de que los combates te hayan empañado las bastantes horas que dura Paper Mario: The Origami King, pero el juego se guarda una verdadera traca final. Las referencias meta se desbordan, la acción pasa a un primer plano e incluso las referencias a los J-RPGs tradicionales se desbocan con un barco volador y un boss que podría decir en más de en una ocasión this isn't even my final form.
Y si eso no te acaba de conquistar, el juego te tiene preparada una sorpresa en el museo. Además de los trofeos y un "bestiario" podremos usar los puntos logrados al salvar toads para desbloquear artes del juego; y no pocos. Es en ese momento cuando te das cuenta del verdadero trabajo que tiene Paper Mario: The Origami King. Todo está pensado para ser hecho en la realidad doblando papeles (aunque sea un trabajo inabarcable en cierto punto), y dentro de estos artes se puede ver el mérito que tiene crear el mundo y los enemigos del título.