Hay un momento clave en la vida de todo jugón: ese momento en el que ganas tu primera partida al PES, FIFA, NBA o Street Fighter a tu hermano mayor, primo o padre. Aunque suele ser un instante mágico, lo más probable es que tu felicidad se corte rápidamente por una colleja por osar desafiar el equilibro de poder de esa consola.
El problema sucede cuando tienes 13 años y tienes a tu barrio amargado porque en el rey de la colina que se forma alrededor de las recreativas, no das oportunidad al resto. Eso es lo que le pasó a Daigo Umehara, una de las mayores leyendas de los videojuegos competitivos y padre del instante más impresionante de la historia de Street Fighter: "el parry".
En la década de los 90, momento en el que Daigo tenía esos 13 años que cuenta en el vídeo, las recreativas estaban en plena efervescencia en Japón. El vídeo tuvo lugar hace un año en el NHK Culture Center de Tokio, y ahora podemos disfrutar de esa parte traducida, en la que la leyenda cuenta ese episodio tan triste de su vida.
El rival de Daigo, de más de 20 años de edad, perdió varias veces seguidas contra él; su deplorable reacción fue darle un puñetazo en la cabeza. "Vivía en un barrio un poco duro, pero eso era demasiado incluso para ese barrio", cuenta un Daigo que además relata cómo ese chico le sacó de la sala y siguió golpeándole en la calle hasta llenar su cara de sangre.
Daigo sabía que no podía pelear con él, y relata que sólo esperaba que el agresor se diera por vencido. Muerto de miedo, y tras tener que pasar por la preocupación de sus padres en casa y sus amigos en el colegio, tomó la decisión de jugar en otra sala distinta para evitar a ese energúmeno. Eso sí, la rabia e impotencia hizo que el japonés no pudiese dormir por las noches y le impidió disfrutar jugando, algo que era su vida por aquel entonces.
"¿Esta es la forma en la que quiero gastar mi juventud?", cuenta Daigo sobre sus sensaciones sobre la paliza y quedar recluido a otro arcade. Por ello, juntó valor y volvió a esa sala donde se llevó los golpes. "No podía abrir la puerta [...] Empecé a pensar cual de las posibilidades odiaría más. Quedarme o volver a casa. Y entonces me di cuenta que volver a casa sería más terrorífico, porque tendría un impacto negativo muy grande en mi vida", relata.
Y entró, y volvió a jugar allí en varias ocasiones más hasta su cierre; y nunca volvió a ver a ese chico que le dio una paliza. "Amo los fighting games desde lo más pronfundo de mi corazón", cuenta Daigo tras explicar cómo una pelea le cambió su vida y le hizo dedicarse en cuerpo y alma a los juegos de lucha.