Estoy convencido de que las mejores fotos son las que, además de ser impactantes, cuentan una enorme historia. Por eso, la instantánea de Faker llorando en 2017 tras perder la final de Worlds contra Samsung Galaxy, es tan poderosa. Porque lo que nos lleva a ella es tanto la presión de un jugador que ya prácticamente tenía asegurado ser el mejor de la historia hace 5 años, como el éxtasis de Ambition por el otro lado.
La historia se ha contado millones de veces, pero vamos con una última. Ambition fue el rival de Faker en el debut del Rey Demonio en la liga surcoreana. A pesar de ser un jugador respetadísimo, sufrió la ira de su Nidalee. Tras un tiempo, se reconvirtió a jungla, logrando en 2017 su fría venganza, el título de campeón mundial frente al Titán en el que se convirtió aquel debutante.
Si algo nos ha enseñado Dark Souls, así como la mitología nórdica, es que la historia es cíclica. Por eso, que Deft haya llegado a la final de la semana que viene en San Francisco es a la vez tan increíble como la lucha entre Thor y la serpiente Jormungatr, pero tiene la belleza de esas cosas tan épicas que sólo pueden ser fruto de una febril mente humana.
La historia se repite
La relación entre Faker y Deft es incluso más personal: ambos fueron al instituto Mapo. Aunque lo cierto es que tampoco tuvieron contacto cercano, el tirador dice que Gojeonpa (el nick original de Faker) era conocido en toda la institución como si de una leyenda se tratase. No es para menos, porque ya por entonces dominaba el soloq de League of Legends con mano de hierro.
A nivel profesional, Deft ha sufrido el vivir a la sombra de Faker. Para hacernos a la idea de su longevidad, el tirador es el último jugador en activo de los equipos hermanos de Samsung, que arrasaron en 2014. Como Ambition, ha tenido que buscarse las habichuelas y ganar mucho menos de lo que su talento indicaría en condiciones normales, pero ser coetáneo de Faker no son condiciones normales. Es como intentar ganar un balón de oro mientras CR7 y Messi se los repartían, o querer ganar el Este mientras LeBron James lo habitaba.
Como Ambition, Deft llega a una final de Worlds con la sombra de la retirada cerniéndose sobre él, un Faker en forma como rival y la oportunidad de justificar toda su carrera levantando la Copa del Invocador. Por suerte para Faker, esto es más bien como Dark Souls y no como las fábulas nórdicas. Deft tiene el ascua primigenia en sus manos, pero debe liderar a DRX para empezar un nuevo cíclo.
Un legado está en juego
Durante la rueda de prensa celebrada en el State Farm Arena tras la conclusión de la segunda semifinal, pude preguntar a Deft sobre los paralelismos con la historia de las finales de 2017, especialmente por el duelo Ambition vs Faker. El tirador de DRX me comentó lo siguiente: “Recuerdo que Ambition lideró a su equipo en esa final, y me gustaría replicar su actuación.“
Lloró en Nueva York, lo hizo en Atlanta y, con independencia del resultado, seguramente vuelva a soltar un buen puñado de lágrimas en San Francisco. No es para menos, dado que DRX llegó a estos Worlds como cuarto seed de la LCK, necesitando jugar el Play-in para estar a la altura siquiera de sus paisanos en el torneo.
Pero lo que se juega el próximo fin de semana es mucho más que una copa un anillo o incluso una entrada en LoLpedia. Lo que está en juego en el Chase Center es un legado. Ya sea el cuarto de Faker, un logro tan obsceno como admirable, o el primero de Dest, una victoria que tiene mucho más significado que la copa que lo acredita.