Hay tantas cosas que le podríamos reprochar a Ubisoft que es difícil saber por dónde empezar. La desarrolladora peca de hacer juegos con los que tiene miedo de incomodar a la gente, repite fórmulas hasta la saciedad con sus grandes franquicias y lleva años asentada en el conformismo cuando se trata de sus sagas principales. Sin embargo, no sería menos justo decir que también es una compañía que cuando se centra en progresar en lo jugable puede crear títulos extraordinariamente interesantes que ofrezcan experiencias que realmente merecen la pena.
Far Cry 6 es una demostración tanto de lo primero como de lo segundo. Si su historia principal no terminó de marcarme debido a las medias tintas, el contenido descargable correspondiente al Pase de Temporada está siendo mi forma favorita de disfrutar el título. Una serie de tres DLC que nos ponen en la piel de sus carismáticos supervillanos y que ahora reciben su segunda entrega con Pagan: Control. Viaje nostálgico a una reinventada cuarta parte en forma de roguelite que ya puedo definir como las mejores horas que me ha ofrecido el título desde su lanzamiento.
Pagan: Control el viaje a la mente de un villano
Bajo la fantasía de que las personas malas sufren por sus acciones, cada uno de los tres DLC de Far Cry 6 nos transporta a la perturbada y maravillosa mente de los supervillanos de la saga. En este caso se trata de Pagan Min. El opresivo líder de Far Cry 4 tomó el poder con pocos principios, mucho ingenio y unos desbordantes niveles de carisma. Sin embargo, todos los cadáveres en su camino al trono absolutista de Kyrat están de vuelta en el ya mencionado formato roguelite. Una aproximación a su infierno personal que trata de explicar (que no justificar) sus acciones en la cuarta entrega.
Comenzaremos la aventura con solo una pistola y sin tener muy claro que debemos hacer. Sin embargo, pronto nos encontraremos un mapa lleno de tareas lo suficientemente variadas como para mantenernos enganchados durante las cuatro o cinco horas que podemos tardar en completar la historia principal. Debemos sobrevivir a oleadas de enemigos, limpiar algunas zonas de mapa para crear refugios seguros, proteger zonas al estilo rey de la colina o simplemente revivir los recuerdos de Pagan Min para saber más de su historia con Ishwari (amante), Lakshmana (hija) y Ajay Ghale (hijo y protagonista de Far Cry 4).
Hay momentos muy bien trabajados y que aprovechan el hecho de que la repetición forma parte de la esencia del DLC. Por ejemplo, uno de los primeros lugares que nos encontramos es una estatua descabezada de Pagan Min. Si volvemos a montar esta figura, se nos da paso a un templo en el que se recrean algunos momentos de la vida del villano. Lo interesante es que existen varias posibilidades en función a cómo lo activemos y cada una de ellas nos muestra fragmentos diferentes de su historia. Una mecánica esencial que cumple con creces y aprovecha el bucle jugable de una forma lo suficientemente interesante.
Estos detalles refuerzan la esencia roguelite de Pagan: Control. Al morir perdemos todos nuestros artículos a excepción de las habilidades y cajones que hemos desbloqueado superando pequeñas misiones o invirtiendo nuestros puntos de una divisa denominada Respeto. Nombre nada aleatorio que nos deja ver como Pagan siempre lo ha considerado como sinónimo del terror que infunde. A lo largo del mapa encontraremos lugares para gastarlo en mejoras permanentes o de uso limitado (durante una vida) que mejorarán nuestro progreso tanto en la ´run´ en cuestión como en futuros intentos.
En cuanto a aspectos negativos, cabe destacar una progresión demasiado brusca que impide que nos quedemos atrapados en el bucle debido a una excesiva cantidad de puntos de curación y recursos. Por culpa de esta progresión, en caso de que tengamos una buena primera ronda, es posible que lo pasemos sin morir de modo que no descubramos algunos de sus puntos mas interesantes. Al menos, eso sí, hay incentivos para volver a jugarlo tratando de mejorar nuestra puntuación.
En general estamos ante un DLC que merece la pena, pero también hay problemas. La fórmula es clavadita a la del DLC de Vaas y, aunque eso no la hace menos divertida, no podemos evitar pensar que la idea de ser los villanos está algo desaprovechada. El impacto de ser Pagan Min en la jugabilidad es mínimo y no hay mecánicas que traten de transmitirnos que somos uno de los más poderoso, temibles y divertidos enemigos de la saga. Una situación que desmerece una fórmula muy interesante y que puede aguar la fiesta a los que buscaban sentir el poder del que un día fue el líder absoluto de un país que convirtió en cortijo.