Recuerdo esa mañana como quien recuerda una epifanía que le hace encontrar su camino. Bajaba con compañeros de mi Facultad desde el Campus del Cristo de Oviedo hasta el centro comercial Modoo de la capital asturiana, y en un cartel publicitario digital lo vi. Un chico con una camiseta deportiva que sostenía una carta roja en sus dedos se apareció ante mi.
Ese cartel tenía un significado enorme para quienes ya éramos fans de los deportes electrónicos a principios de década, pero mis compañeros no es que no compartieran mi emoción, es que no entendían lo que representaba. Ese anuncio no era otro que el que promocionaba la cuarta Final Cup de la LVP que se celebraría semanas después en Barcelona, y más en concreto su torneo de League of Legends. Su protagonista también era asturiano, y esa carta era una referencia a su campeón predilecto, Twisted Fate.
Como no podía ser de otra manera, conocí a Pablo "Nainiwa" García un par de años después de ese momento (al final Asturias es un pañuelo para los gamers); compartimos nuestros contactos y alguna vez más charlamos, pero nunca profundamente. Así que imaginaos mi sorpresa cuando acudí a mi dentista para una revisión rutinaria y ahí estaba él. Al menos podía confiar en el pulso del mejor TF de España.
Nainiwa es uno de esos jugones (la palabra gamer aún no se estilaba) que vivió el inicio de los deportes electrónicos en este país, o más bien lo escribió de la mano de unos cuantos pioneros. A principios de este milenio compitió en Counter Strike 1.6, la legendaria versión del aún más legendario shooter, años después dejó su impronta en el League of Legends nacional y tras ello se adentró en Overwatch y los Fighting Games.
Una trayectoria multianual y multidisciplinar que además compaginó con sus estudios de Odontología que le permiten trabajar en la clínica de sus padres en Piedras Blancas. Y allí mismo nos recibió para charlar sobre su historia, repasar triunfos y anécdotas, y reconocer que con un trabajo estable y cerca de 30 años, sigue buscando fines de semana en los que dar rienda suelta a su pasión: competir.
Sufrió al x6tence de principios de milenio
Su inicio en el mundo del videojuego competitivo fue en 2005 en Counter Strike, donde luchó contra uno de los mejores equipos de la historia de este país: el x6tence de la pasada década. "En aquel momento se competía por ver quién era el segundo mejor, porque x6tence reventaba", cuenta Pablo a la vez que comienza a recitar los nombres que integraban aquella legendaria escuadra.
Aunque si de nombres va la cosa, el suyo durante esa etapa era "scott". Y precisamente uno de esos jugadores de x6tence, el ahora entrenador de MAD Lions Jonathan "Musamban1" Torrent, le llamó por ese nick al verle jugando al LoL durante los primeros pasos del MOBA. Ambos se reencontraron en el título de Riot Games: "Empezamos a jugar juntos y pronto nos picó el gusanillo. 'Musa, tenemos que hacer un equipo', le dije. Y así fue; competimos juntos un tiempo en LoL".
Eso sí, era un League of Legends que apenas tenía nada que ver con el actual: "Competir en esos tiempos era otro rollo. Había mucho ambiente, muchos equipos.Recuerdo las Go4LoL, y eran equipos a mansalva. Todo el mundo quería jugar, e incluso era incómodo: bans por el chat, las normas cambiaban cada poco, lo del espectador. Era muy improvisado".
Compaginar estudios y competiciones: misión (casi) imposible
Ahora los más grandes del mundo de los esports pueden paralizar sus estudios a causa de la estabilidad que brinda la escena al más alto nivel. E incluso a nivel nacional hay equipos como UCAM Penguins, que ayuda a compatibilizar los estudios con una carrera en los deportes electrónicos. Hace unos años eso era impensable y sólo unos pocos como el propio Nainiwa o los hermanos Moreno Durán (Vortix y Lucifrón) pudieron llevar ambas vidas.
"El gaming es un mundo muy exigente. Por suerte ahora los equipos miden muy bien las horas de entrenamiento y cómo optimizarlas, pero en mi época pasaba una cosa: si jugabas 12 horas, había siempre un rival que jugaba 14", cuenta Pablo sobre el sacrificio que supone competir en videojuegos.
Él vivió los mejores años de su carrera en Madrid, mientras estudiaba, pero los comienzos no fueron para nada fáciles: "La mayor aventura fue al llegar; yo ya me había buscado un equipo, pero no tenía internet en la residencia. Era una wifi con todos los puertos cerrados, una locura que sólo te dejaba mirar el correo de la universidad."
Aún así, Pablo se las apañaba para seguir en forma: "Me las arreglaba para ir dos o tres veces cada semana al ciber, no me daba el dinero para más. El resto del tiempo jugaba contra bots en mi ordenador sin conexión, tenía hasta drills de 8 bots en un USB. Un par de horas al día no me las quitaba nadie".
En el primer torneo presencial al que acudió, un club le ofreció la posibilidad de competir por un puesto en su plantilla. No era un equipo cualquiera, ya que estaba patrocinado por un ciber, algo que abrió los ojos de Pablo: "Cuando me dijeron que podía ir gratis a entrenar, me tomé las pruebas de acceso como si fuera lo más importante de mi vida. Gracias a esa motivación lo clavé y empecé a tener donde entrenar. Iba todos los días en bus, y eso que era un viaje de hora y media la ida y hora y media la vuelta. Iba a clase por la mañana, estudiaba en el por el camino y a las 3 estaba en ciberlord hasta las ocho, nueve e incluso diez de la noche".
El ritmo de entrenamientos no bajaba incluso en temporada de exámenes: "Si había exámenes me levantaba antes de ir a clase para estudiar lo que pudiera". Por si esto fuera poco, los fines de semana, todo el equipo entrenaba de manera presencial en el ciber. Nainiwa resume esa etapa de su vida de manera muy simple: "estaba sobreviviendo".
Evidentemente, el uno de los primeros temas que puse sobre la mesa fue hacerle esa confesión sobre su cartel promocional de la Final Cup. La evolución del LoL casi ha sido tan meteórica como la de los propios esports en esta última década, y las palabras de Pablo lo atestiguan: "Eso fue para la cuarta edición, en mayo de 2013. En la primera no hubo LoL y en la segunda jugamos en una esquinita para un público que tenía 50 sillas y el resto, que eran muchos más de los que preveía LVP, sentados en el suelo".
Ahora sabemos que ese cartel tan emblemático, que todo veterano del LoL conoce, fue casi fortuito. "Yo estaba en 34 United en aquel momento y me contactaron desde LVP para ir a Barcelona a grabar unas cosas. Fuimos Klose de FIFA, Darkshot de Halo, Vortix de Starcraft, Psycoz de CoD y yo. Ahora sabemos que se llamaba un media day, pero en aquel momento fuimos a la aventura", relata Pablo.
Para que veáis que aquellas primeras Final Cups eran de verdad una incubadora de talento, y no sólo desde el punto de vista de los jugadores, quien estaba detrás de esos carteles no era otro que Kirill Bashkirov, flamante nominado a fotógrafo del año en los Esports Awards. Según Pablo, con tanto talento delante de la cámara como en posproducción: "Cuando vi el resultado, aluciné. Yo no se de fotografía pero ahí hay todo el photoshop del mundo [risas]".
Vuelta a casa y salto a Overwatch
Tras acabar sus estudios, Nainiwa volvió a Asturias y se centró en su trabajo en la clínica. Pero no olvidó para nada lo que había sido su pasión: "Cuando volví a casa a trabajar, me reencontré con los chicos del ciber xinapsis (que eran oro y uno platino), y yo venía de ganar la Final Cup. Les faltaba el medio para una Euskal y fui con ellos. No se dio mal para el nivel que tenían, y en ese momento les plantee que podíamos competir y que yo les ayudaría a dar ese salto. Junto con mi novia, me pusimos a jugar con ellos y montamos el equipo del ciber".
La comunidad autónoma se les quedaba pequeña y la escena amateur española un poco grande. Tras conseguir unos cuantos top 10 en torneos por todo el país, se pasaron a Overwatch, que acababa de salir, y lograron resultados similares. El desgaste y la creciente amistad les llevaba a hacer planes distintos a entrenar, por lo que Pablo tomó la decisión de seguir compitiendo por su cuenta.
"Entré en un equipo con un nivel un poco superior al nuestro, pero el choque fue ver que competía con casi 30 años junto con chicos de 15-16. En un buen día, comía, hacía deporte y tenía una hora y algo para practicar mi puntería; luego de noche, pues otra hora. “joder que buen día de práctica”, me decía. Y resulta que luego me conectaba para charlar con el equipo y mi compañero de 16 años me dice que lleva 6 horas seguidas dándole. Llega un momento en el que no puedes competir contra eso", nos cuenta Nainiwa.
La profesionalización del sector y un rómantico de la competición
Las cosas han cambiado mucho durante estos últimos quince años en los esports. Según Pablo, algunas a mejor y otras a peor. Y para él lo mejor eran las competiciones: "Antes lo más importante eran los torneos. Había torneos a patadas. Recuerdo que cuando competía en CS recuerdo meses de tres torneos presenciales en un mes: Bilbao, Calatayud... LANes, clasificatorios, finales... Mismamente en Oviedo, había cada viernes una bootcamp de cuatro equipos. Y cada mes un torneo. Recuerdo uno que llegó a reunir a 32 equipos de CS. Estamos hablando de 2006-2007".
"¿Cuándo un jugador de LoL medio-alto va a jugar en LAN?; Los de SLO, ¿qué juegan en directo? Sólo las finales, y si se clasifican. Bajo mi punto de vista esto es horrible. Yo sigo jugando, y compitiendo a nivel bajo, pero yo juego para competir en torneos.", nos cuenta Pablo.
Tras ser preguntado por si este espíritu de compañerismo y competición sigue en otro género que conoce bien como es el de los juegos de pelea, Pablo responde afirmativamente: "Sí, los fighting siguen teniendo ese espíritu aún en el EVO, su torneo más grande".
Para ejemplificar ese cambio de mentalidad en los jugadores, nos cuenta una vivencia: "recuerdo una conversación en un equipo al poco de empezar a competir en el que alguien dijo “no me renta ir a este torneo, si no me pagan dietas saco como mucho 60 euros”. ¿Qué has aportado al equipo?, ¿qué valor generas a tu equipo para exigir esas cosas? Entonces le conté que una vez fui a jugar a Elche en autobús. Ganamos el torneo y perdí 40 euros en total, restando el viaje y la comida al premio. Y estaba más contento que nadie."
Pero esto no es para nada una crítica a todo lo bueno que ha traído la profesionalización del sector, e incluso me confiesa que cuando tiene la oportunidad va a eventos del primer nivel como un Campeonato Mundial de League of Legends: "Recuerdo la final del Worlds en Berlín en 2015 y que me cayera una lágrima de emoción, pero soy un rómantico de aquellos tiempos y del amor a la competición. Mucha gente no ha visto de dónde venimos... También recuerdo las finales de los World Cyber Games en 2006 que jugamos contra x6; teníamos 40-50 personas detrás de nuestros PCs, viéndolo directamente ahí."
Eso sí, la mayor envidia que tiene Pablo para con el estado actual de los esports no tiene nada que ver con el dinero en juego, si no con el reconocimiento social y con su creciente público: "Yo empecé en el CS hace muchos años, me gustaba y ¿qué era lo siguiente?, peleas con tus padres de manera permanente. No podía ser de otra manera. No había nada de cultura del gaming en la sociedad. He tenido que viajar a torneos sin que lo supieran mientras estudiaba la carrera. Ahorraba todo lo que podía para pagarme mis viajes y, de hecho, de alguna escapada se enteraron porque empezábamos a salir por la tele".
El tema de su pasado en el mundo de los videojuegos sigue saliendo en alguna ocasión, especialmente como forma de romper el hielo con los más pequeños en la clínica: "Mis padres me suelen presentar a los niños que vienen a hacer una ortodoncia, para intentar sacar un tema que les guste y les relaje como pueden ser los videojuegos. Pero la verdad que no saben mucho más allá del Fortnite [risas]".