Ah, el debate sobre el realismo en los videojuegos. Un tema que parece no acabarse nunca y que lleva formando parte de la industria desde que prácticamente arrancó este medio de entretenimiento que tantas horas de diversión ha proporcionado a miles y miles de personas. Todavía me cuesta creer que haya usuarios que consideren que los juegos tengan que tener algo de realismo introducido en su ADN. Máxime cuando estos, ya por pura esencia, rompen con todo el mundo real y abrazan las reglas de lo imposible para poder empujar a todos y cada uno de los jugadores a experiencias únicas que jamás podrían vivir de otro modo que no fuera con un mando (o un teclado y ratón) en las manos.
Hace poco, empezaron a correr por redes sociales diversos clips de videojuegos (que os dejaremos a continuación) como Halo Infinite, Back 4 Blood, Rachet and Clank: Una dimensión aparte o incluso el mismo The Last of Us 2 que ponían en duda el realismo que estos desplegaban en pantalla, centrándose, sobre todo, en pequeños detalles que al fin y al cabo no son más que nimiedades que no afectan en absoluto a lo que viene siendo la experiencia de juego global. En el caso de Halo Infinite, por ejemplo, se habló sobre cómo las frutas no tenían físicas de forma individual y estas funcionaban en bloque, como si fuera un juego de PS2. Y eso se dijo basando los argumentos en una prueba técnica del multijugador, faltando todavía más de tres meses para al lanzamiento oficial de la obra. Es decir, que es algo que tiene fácil arreglo.
Pero no van por allí los tiros, sino en la obsesión innata que parecen tener determinados usuarios por buscar ese realismo absoluto en todos y cada uno de los detalles que componen un videojuego. Aunque este forme parte del sector audiovisual y beba en demasía, o por lo menos eso hacía hace años, del sector del cine y la televisión, el videojuego es muy diferente en todos los sentidos. Los dos primeros buscan imitar o participar de la realidad porque, grosso modo, buscan introducir ficción en el mundo que todos conocemos, sin alterar las reglas y haciendo que los argumentos, de un modo u otro, estén sujetos a elementos palpables por la mayoría del público. Evidentemente hay géneros y géneros, pero en líneas generales se intenta buscar esa conexión.
Los videojuegos, por el contrario, tienen la capacidad de crear mundos, universos y todo lo que se les antoje de cero, rompiendo todas esas normas y haciendo que los usuarios puedan convertirse en personajes únicos con poderes y habilidades que permitan escapar de esa realidad para sumergirse en un verdadero sueño de fantasía. 'Ready Player One' es un buen ejemplo de ello.
No importa si Halo Infinite no logra que sus frutas exploten con todo lujo de detalles, como sí lo hacen las de Call of Duty Modern Warfare. O todavía importa menos si la sangre del suelo de The Last of Us 2 no se esparce por el suelo si pasamos por encima. Esos videojuegos no buscan transmitir una sensación de realismo en lo visual, sino que el jugador pueda vivir en sus propias carnes (o lo más cerca posible de ello) unas sensaciones concretas que en la vida real serían imposibles. Nadie va a vivir un apocalipsis zombie ni nadie va a vestirse como un Spartan para pegarse de leches contra alienígenas con una DMR. Y eso verdaderamente es lo importante, y no en los detalles absurdos que al final pasan desapercibidos, o así deberían hacerlo, para los que realmente entienden lo que es un videojuego. Vaya, un juego. Sin más.
En caso de Back 4 Blood la cosa va a más porque hasta hay usuarios en Twitter que han juzgado la calidad del nuevo título de Turtle Rock porque no tiene unas físicas envidiables. Hay que entender también, antes de meterle fuego a cada obra, cuáles son sus intenciones y qué busca como objetivo final. Back 4 Blood es simplemente una experiencia a lo Left 4 Dead (el Left 4 Dead 3 que nunca tuvimos, por cierto) que se basa en lo arcade, lo casual y en el machaque de botones (apuntar, disparar y recargar) para ir pasando niveles mientras se vive una historia de terror con mil y un muertos vivientes y monstruos por todas partes.
Vamos, que un coche explote mal, una bombilla no se rompa o cualquier otro ejemplo similar, en ningún caso hace que la experiencia sea menos inmersiva porque, sí, estamos frente a una ficción y esta precisamente lo que busca es huir de la realidad para, como he comentado antes, poder meterse de lleno en otros universos. Estamos de acuerdo en que las físicas, de un modo muy general, tienen que funcionar más o menos de forma coherente, pero tampoco hace falta que todos los videojuegos sean Red Dead Redemption 2 y busquen que hasta al caballo se le encojan sus genitales si estamos atravesando por una zona helada.
El debate sobre los gráficos, las físicas y demás empieza a ser ya algo caduco y debería quedarse atrás en esta industria, porque lo que impera aquí es la jugabilidad, la diversión, la exploración de mundos fantásticos y el poder vivir historias o experiencias multijugador de una forma totalmente ajenas a la realidad. Para ver el mundo real en su máximo esplendor, ya tenemos las noticias.