En muchos sectores de la sociedad cuando las palabras deportes electrónicos llegan a sus oídos lo primero que ponen en duda es su integridad como deporte. En Japón llevan esto aún más allá, no se pone en tela de juicio su estructura como actividad física, sino que el hecho de ganar dinero a través de un juego está constituye como gambling (apuestas), algo que está prohibido en el país desde hace más de 100 años, como destaca el artículo de Kotaku.
Los jugadores profesionales de videojuegos, o los que aspiran a serlo, tienen muy complicado poder competir por premios monetarios reales, solo unos pocos pueden hacerlo gracias a las escasísimas licencias que proporciona la Japanese eSports Union (JeSU). La entidad, en colaboración con Bandai, organiza un evento llamado MASTERCUP Try –el preludio del gran evento- para ver qué jugadores japoneses podrán disponer de una de esas licencias para competir y ganar dinero en Tekken 7.
Las tres primeras plazas del evento permitían el acceso al codiciado, y a la vez inexplicable hecho, de poder conseguir una remuneración económica por aquello que ya ha sido reconocido como deporte en otros países asiáticos. Las historias dentro del deporte, la rivalidad entre Bird y Magic, entre Nadal y Federer, todavía no llegan a tanta repercusión en los esports. Esta historia tampoco; es más pequeña, pero igual de emocionante.
Del shock a las lágrimas
Los dos protagonista de esta historia, Genki “Gen” Kumisaka y Kouki Oyama, se jugaron una plaza por el tercer y cuarto puesto que significaba mucho más que una medalla de bronce. El primero, Gen, con una dilatada experiencia en competición y miembro de Team Liquid; el segundo, Kouki, con una sonrisa congelada en el rostro y ataviado con su ropa de calle normal y corriente.
La primera reacción de ambos al enterarse de que el siguiente enfrentamiento, el que dirimiría cuál de los dos podría acceder a una licencia para competir profesionalmente en Tekken 7, sería entre ellos dos fue un efusivo abrazo seguido de un inmediato 'piedra papel tijera' para elegir sitio para jugar.
Tras un enfrentamiento igualadísimo, con dos rondas para cada jugador, la quinta y definitiva partida iba a definir el devenir profesional de ambos jugadores. Kouki, controlando a Julia, estuvo a punto de arrinconar a Gen, que se defendió de forma extraordinaria en el último momento para encadenar dos golpes consecutivos que sentenciaron la eliminatoria.
Gen levantó los brazos al cielo sonriente, pero no exultante, sabedor de la situación que tenía enfrente. Kouki levantó las manos para llevárselas a la cara incapaz de aguantar las lágrimas ante la oportunidad que se le acababa de escapar. El vencedor fue directamente a consolar a su rival que se apoyaba en el brazo y posteriormente en el pecho mientras lloraba desconsolado.
Los esports son precisamente eso, competición del más alto nivel, con jugadores que se entrenan a diario para ser los mejores, en el que las emociones están a flor de piel. A pesar de todo, también de las diferencias culturales, rara vez una partida significa tanto: la diferencia entre poder vivir de lo que te apasiona o tener que jugar sin posibilidad de cobrar por no tener una licencia supeditada a una ley centenaria.