Como todos sabréis, Marbella Vice es el nuevo hito del entretenimiento hispano en Twitch. La plataforma de directos preferida por la enorme mayoría de los creadores de contenidos de gaming, e incluso más disciplinas, alberga la nueva iteración de los servidores privados para estos líderes del entretenimiento para las generaciones más jóvenes. Tras las aventuras en Minecraft, las partidas de Among Us y la efímera popularidad de Rust con Egoland, era el momento de redoblar esfuerzos y presentarnos un mundo mucho más ambicioso en el rey del roleplay: GTA V.
La expectación es máxima, y no es para menos. Decenas y decenas de los mayores rostros de Internet España, así como famosos deportistas, cantantes o influencers, están presentes (o al menos sus avatares) en este eventazo. Y, como no podía ser de otra forma, está siendo un éxito a nivel de audiencias, catapultando a varios de los creadores de contenido más imaginativos hasta cifras nunca antes vistas en sus canales.
Sin embargo, otra cosa también ha quedado patente: no se trata de la revolución del entretenimiento que muchos pensaban. Por cada momento gracioso o situación escacharrante, hay mucho de broma pueril o tiempo de espera hasta cruzarse con una narrativa emergente divertida. Esto no se trata de reírse de quien no sabe rolear, ya que el manual de quien ha roleado sabe que esto está prohibido, dado que nadie se debe avergonzar de su creatividad o está prohibido criticar la timidez de alguien que no tiene experiencia.
La evolución coherente de Twitch
Hace unos meses me pregunté "¿Cuál será la próxima tendencia jugable del videojuego?", respondiéndome a mi mismo en un artículo, o más bien buscando respuestas a tenor de lo que estamos viendo en estos últimos años y en la propia sociología del videojuego actual. Más allá de pensar en temáticas, géneros o demás términos naturales en el videojuego, me quedé con dos factores: facilidad para ser vistos y ser relevantes en Twitch, así como capacidad para "ser un teatro".
Lo importante ya no es el juego, si no lo que pueden hacer los jugadores dentro de él... e incluso fuera. "Son nuestras palabras las que pueden engañar a nuestros amigos en Among Us, mientras la creatividad se pone al servicio del jugador en Rust (o Minecraft, o Roblox...) para que el contenido pueda ser tan real y a la vez tan ficticio como una obra realizada por unos actores.", llegué a decir en dicho artículo.
Marbella Vice aúna eso al usar el sandbox por antonomasia y uno de los videojuegos más importantes de la historia de la industria como GTA V en su vertiente online, mientras hace uso del "Citius, Altius, Fortius” de los Juegos Olímpicos para engendrar un evento "más rápido, más alto, más fuerte". Cientos de jugadores, con cientos de puntos de vista para deleite de los aficionados.
Pero lo que he encontrado al sintonizar muchos de ellos, es un entretenimiento mucho menos espectacular, vistoso y paradigmático que el que parecía justo esperar. Además de casos que no merece la pena mencionar como salidas de tono terribles (todos sabéis a la que me refiero), o creadores de tamaño pequeño que intentan ir a rueda de los más famosos por la fama, la sensación que deja Marbella Vice es que no deja de ser un Second Life hipervitaminado en acciones de los jugadores, realmente vistoso por el detalle del servidor, pero un poco ralo a nivel de entretenimiento del más alto nivel.
Tenemos algunos creadores realmente brillantes en el roleo que dan pie a situaciones desacharrantes de forma ocasional como podría ser Borja Pavón, o algún evento que crea dinámicas interesantes, pero la sensación que me queda como espectador, incluso evaluando el fervor de los fans, he llegado a la conclusión de que no es tanto lo que suceda, si no quién hace que suceda. Continente sobre contenido, si lo queréis ver así.
¿Es un problema de expectativas?
Como toda persona de bien que ama el deporte, pago religiosamente mi suscripción a Pepe Rodríguez, el creador del podcast deportivo de pago PepeDiario. Desde hace un tiempo ya, el bueno de Pepe se sumergió en el mundo de Twitch, donde realiza por las tardes una sesión de preguntas y respuestas con su comunidad, hablando de los temas candentes de la actualidad deportiva mundial... Y a veces de lo que surja.
Recuerdo como Pepe, que siempre aboga por la libertad individual del público y de su democrático poder mediante las audiencias para encumbrar ídolos, competiciones o disciplinas, comentaba con cierto entusiasmo que iba a dejar que sus hijos eligieran el plan de la pasada Nochevieja. La razón era que Pepe respetaba bastante el eco mediático de Ibai Llanos, muy relacionado además con el mundo del deporte, y a sabiendas de que sus pequeños iban a elegir al vasco para las campanadas.
El primer programa de 2021 en su canal de Twitch, fue preguntado por esa noche y su opinión sobre la velada ofrecida por Ibai y su entourage, que además logró unos datos de audiencia que metieron el miedo en el pecho a más de una cadena de televisión. Un aburrimiento, así calificó el producto, mientras hablaba de lo vacío de contenido que era el directo.
Poco después de esto, recuerdo haber leído un hilo en Twitter (disculpas al creador, no he podido localizarlo) que analizaba este fenómeno del streaming y los creadores de contenido en directo, comparándolo de manera bastante acertada desde mi punto de vista a la radio deportiva de los fines de semana. Soy una persona aficionada al deporte, pero esa radio antes incluso que informar sobre deporte, es una que hace mucha compañía y que acompañó una barbaridad de horas durante mi infancia y adolescencia.
Quizás haya que ver este fenómeno desde ese prisma, y no hacer caso al hiperbolismo en el que estamos inmersos, donde todo va a ser (o más bien es vendido) como una revolución en su campo sin precedentes históricos. Quizás haya que dejar de verse seducido por el desgastadísimo "se vienen cositas" y empezar a evaluar esas "cositas" sin el hype brutal que se le imprime hasta a algo que no deja de ser una lícita, genial y destacable diversión vacua.