No hay mayor torneo en el mundo de los juegos de lucha que el Evolution Championship Series, el EVO. Tanto su parada en Las Vegas del periodo estival, como la de principios de año en Japón, son dos de los mayores eventos en el mundo del deporte electrónico mundial. Si quieres labrarte un nombre en los fighting games, no hay mayor escaparate que una de estas dos citas en las que compiten los mejores jugadores de todo el planeta.
La edición japonesa de 2019, disputada en febrero de ese mismo año, cambió para siempre las reglas del juego. Tekken 7, la última entrega de una de las sagas históricas de la lucha, presenció como un joven de un país con a priori tan poca tradición en el videojuego como Pakistán se merendaba a auténticas leyendas de regiones potentísimas como Corea del Sur o la propia Japón. Había nacido la leyenda de Arslan "Arslan Ash" Siddique.
Pronto se pensó que Arslan era uno de esos genios que habían nacido con un talento brutal para algo que nadie en su entorno o incluso país sabía lo que era, al estilo de Fernando Alonso y la Fórmula 1 en España. Al ser preguntado por ello, Arslan comentó de forma cómica que en su país había jugadores de su nivel a puñados, pero que sólo él pudo ir a este torneo gracias al apoyo de la comunidad pakistaní. Una leyenda como el coreano Jae-Min "Knee" Bae, con muchísimos años de experiencia en la escena, acudió al país para vivir en sus carnes la supuesta fiebre por los juegos de lucha que se vivía allí. Y lo que sucedió fue lo del tuit de aquí abajo.
La meca del Tekken está en el sur de Asia
Pakistán es un país con una tradición deportiva enfocada a dos deportes: hockey hierba y cricket. En estos dos deportes alcanzaron la gloria, con medallas en Juegos Olímpicos o títulos continentales, pero no tienen excesivo poderío en disciplinas más populares a nivel global. Aunque en fútbol, baloncesto o atletismo están muy lejos de los grandes, Pakistán ha encontrado una competición en la que puede ser líder a nivel mundial.
Desde entonces, en todos los grandes torneos de Tekken ha habido presencia pakistaní, con victorias importantes de sus jugadores. Aunque desde entonces nombres como Bilal Ilyas o Awais "Awais Honey" Iftikhar han empezado a ser conocidos para la escena mundial del juego. Eso sí, Arslan es quien se ha convertido en una especie de mesías para su país, un embajador y también un ídolo al que seguir para los más jóvenes. Arslan es ahora un atleta Red Bull y el principal actor en una escena que da de comer a no pocas personas en el país.
En un contexto de pandemia global en el que la tradicional naturaleza offline y presencial de los juegos de lucha ha perdido visibilidad frente a otros videojuegos como Fortnite, FIFA o League of Legends, no existe mejor forma de entrenar que ir a la nueva meca de los juegos de lucha, especialmente Tekken. Eso es lo que llevó a José María "Caiper" Maté, jugador de Tekken del equipo malagueño de esports Vodafone Giants, a peregrinar hacia Pakistán para entrenar durante todo un mes de la mano de esa comunidad tan puntera que hasta hace un par de años vivía en la sombra.
Todo empieza por Arslan
"Aquello es increíble, la gente de allí es increíble, los jugadores de allí me han tratado genial... Una impresión 10/10, de verdad", es lo primero que nos cuenta Caiper sobre su aventura en el sur de Asia, la cual nació, como no podía ser de otra forma, por Arslan: "La aventura empieza por él, le dije 'Me flipa el Tekken, quiero llegar al máximo nivel', y me dijo 'vente a mi bootcamp, que no te va a faltar de nada'... Y así fue, no me faltó de nada".
Caiper no ahorra en halagos para con la estrella pakistaní del Tekken: "Un tío de diez, Arslan. Es genial". En varias entrevistas han quedado patentes los inicios de Arslan, un jugador al que la comunidad de su país pagó su viaje a Japón en 2019, el evento que lo cambió todo en el Tekken pakistaní, y que sabe que su éxito también es gracias a muchas más personas. Además del talento y la dedicación que tiene, ese factor humano que no todos los competidores del más alto nivel tienen, le convierte en alguien único a la hora de dinamizar una comunidad a su alrededor.
Arslan no se limita a poner la cara y ser un ídolo para que los niños se pongan a jugar a Tekken. El papel del jugador va más allá e incluso ha puesto sueldos a su entorno más cercano, quienes le ayudan a entrenar. Ese entourage de Arslan es más que un equipo de sparrings y ayudantes, es su propia familia dentro del Tekken, con los que come, duerme e incluso va al gimnasio. Podemos decir que está creando un centro de alto rendimiento sin miedo a equivocarnos. Y la guinda es intentar que jugadores como Caiper puedan acudir a Pakistán para entrenar y difundir cómo es el país fuera de sus fronteras.
Esta aventura de un mes en Pakistán tenía un objetivo claro. Caiper no voló de vuelta a España desde Pakistán, sino que viajó junto con los jugadores pakistanís clasificados a las finales de la WePlay Ultimate Fighting League, un torneo disputado en formato de burbuja en Kiev, Ucrania. El jugador de Vodafone Giants logró un 5º/6º puesto en ese torneo sólo por detrás de pakistanís y surcoreanos, llegando incluso a ganarle una partida a Arslan en fase de grupos, la única que cedió la estrella asiática en todo el torneo. Pues tras esa derrota, Arslan se acercó a Caiper y lejos de estar enfadado por perder, le dijo lo siguiente: "No puedo estar más contento de cómo has mejorado".
Es un asunto cultural
Aunque Japón y Corea haya sido la impulsora de la la cultura de las arcades, como atestiguan historias como la de la leyenda del Street Fighter Daigo Umehara recibiendo una paliza por ganar a gente mucho más mayor que él, lo cierto es que esto es un vestigio del pasado. Si nos vamos al país nipón, incluso el barrio por excelencia del videojuego como es Akihabara está sufriendo para mantenerse con vida por culpa de los especuladores y del cada vez menor interés en las recreativas. Pues los salones de arcade están lejos de morir en Pakistán, especialmente por la escena de los fighting games.
La respuesta quizás haya que encontrarla en la cultura musulmana. La gente no suele encerrarse en casa y salir sólo para cosas urgentes, como demuestra la presencia de multitud de puestos de comida o que una barbería pueda ser un centro social para muchas personas. Las arcade en Pakistán para los jóvenes pueden ser como el dominó de la tarde, que tantos adeptos tiene en tierras musulmanas entre los más mayores. "Y bueno, la cultura pakistaní...No es como en otros sitios. Aquí si viene un top mundial de cualquier juego, pues queremos ayudarle, queremos que esté bien y conocerle. Allí, simplemente porque tú has ido a jugar con ellos, para ellos es una muestra de amor y cariño tan grande que lo que necesites, te lo van a dar. Aunque sepan que te van a ganar, que no eres un reto, quieren jugar contigo porque les parece precioso que alguien haya venido desde tan lejos para jugar con ellos", nos cuenta Caiper.
"Tu tienes allí como 8 o 9 arcades, con 50-60 jugadores en cada uno de ellos, y luego tienes varias bootcamps de los mejores jugadores del país", explica Caiper. Esta densidad de jugadores, la gran mayoría con un talento y dedicación brutal, explica el nivel de los mejores de Pakistán. "Yo estaba en la bootcamp de Arslan, que entrenaba conmigo, y quizás le decía 'oye, el enfrentamiento contra este personaje no lo tengo muy bien', me decía que sin problema que mañana venía el mejor jugador de ese personaje de todo Pakistán para ayudarme", nos cuenta el jugador español sobre ese campus de excelencia que es Pakistán.
El eterno debate sobre si un esport puede ser deporte, allí no existe. Tal es la magnitud de Tekken en Pakistán, que se trata de un movimiento cultural más allá de las etiquetas que le pongas, como explica Caiper: "A los padres les gusta que los niños jueguen a los fighting games, porque tienen un componente de autosuperación. Tienes que currártelo mucho y el talento no sirve sólo. Tienes que enfrentarte a la frustración, a trabajar para seguir perdiendo. Es algo que te desarrolla como persona".
Pero esto no va de que como la aldea gala de Asterix y Obelix, tengan acceso a la receta de la poción mágica y el talento aflore en cada esquina. La comunidad de Tekken de Pakistán se toma el juego muy en serio, y no es que jueguen muchas horas; hay un método. Tras las partidas, los ganadores hablan con los derrotados sobre qué es lo que han hecho bien en esa partida o qué movimiento podría haber realizado para habérselo puesto más complicado. Hay un afán de mejora, porque si tu rival es mejor cada vez que te enfrentas a él, tu victoria será cada vez más valiosa.
"Hay una anécdota. Un día trajeron a un chico de 17,18 años, que eso es muy joven para los juegos de lucha... Los mejores tienen por lo menos 10 años de experiencia. Le gané y Dawood, uno de los mejores de allí, se sorprendió de que lo hiciera porque mi rival resultó ser el mejor Claudio de Pakistán. Pues otro día vino un señor de 45 años y me puso del revés", cuenta Caiper, evidenciando que allí barreras occidentales como la edad no existen. De nuevo, el Tekken es algo cultural en Pakistán.
Y es que además, el Tekken que se juega en Pakistán es bastante distinto a que jugamos en el resto del mundo. La endogamia entre esa poblada élite del país, que sólo juega en formatos offline y no se relaciona con otras regiones más que en torneos internacionales, hace que el metajuego (las mejores estrategias, personajes o movimientos) sea radicalmente distinto al que vemos en Europa o Corea. "El último torneo offline, que se jugó en Suiza, lo gane. No es por fardar, quiero decir que sé de qué va el asunto. Pues la primera semana fue dura, porque me di cuenta de que no tenía ni idea. Y es duro para un top, aunque bonito a la vez poder aprender de verdad a jugar".
Pero la realidad es que Caiper dice estar "en el mejor nivel" de su carrera y que logró un resultado increíble en el torneo de Kiev. "Sin la bootcamp no habría sido posible", relata tanto sobre el resultado final como sobre esa victoria oficial sobre Arslan Ash que consiguió en la fase de grupos. Un mes en Pakistán le ha servido para ser el mejor jugador posible, así como para hacer unos amigos que le acompañarán siempre en la vida. Ah, y planea volver a finales de año.