Uno de los aspectos que parece no afectar a Counter-Strike es la suerte. Cuando acabamos con un rival, lo normal es que se deba por completo a nuestra puntería o juego táctico. Es la base de todo buen juego competitivo, y como referente en esta materia el shooter táctico de Valve cumple con creces. Sin embargo, hay ocasiones tremendamente limitadas en las que un golpe de suerte con factores totalmente ajenos al jugador puede marcar la diferencia.
Las situaciones en las que entran en juego estos factores suelen tener que ver con la dispersión de las balas. Cuando nos desplazamos o saltamos, esta adquiere unos valores máximos que se registran en un cuadro de impacto de mayor o menor tamaño y es prácticamente imposible predecir su trayectoria. A veces irán hacia un lado, otras lo harán hacia el opuesto y en un menor número saldrán completamente rectas y dirigidas al lugar en el que teníamos puesta la mirilla.
Esto último es lo que le pasó a un jugador que, en mitad de una partida, logró disparar saltando por encima de las paredes del punto de B de Overpass con el AWP y conectar su tiro justo en el casco del rival. Un logro casi imposible que premia un intento que, si queremos replicar en nuestras casas tendríamos que llevar a cabo en decenas de ocasiones hasta que, tras todos los intentos, funcionara una única vez.
De conseguir una jugada así en un partido competitivo, no hay ninguna duda de que un nuevo grafiti acompañaría al homenaje que recibió Olofmeister por su histórico molotov justo en esa zona del mapa. Eso sí, no serán pocos los que tras ver esta jugada traten de imitarla en al menos una ocasión para dejar boquiabiertos a sus compañeros en MatchMaking o los servidores competitivos ajenos a Counter-Strike.
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