Hay tantas formas de entender Call of Duty: Warzone como jugadores. Suele decirse aquello de que cada maestrillo tiene su librillo y eso también aplica en los videojuegos. Desde el clásico tipo duro que no tiene miedo a enfrentarse a tantos enemigos como vengan con la cara descubierta como los más pausados que prefieren elegir sus enfrentamientos de forma cuidadosa. Ninguna de las dos maneras de jugar es mejor que la otra y, aunque se suele dar más mérito a la espectacularidad de los primeros, ir poco a poco también puede dejar momentos brillantes.
La clave siempre está en la ejecución y en la interpretación del juego. Al final, en Warzone debemos de afrontar situaciones muy dispares en función a nuestra posición en el mapa de Verdansk y otras variables como, por ejemplo, el número de compañeros de equipo que todavía siguen con vida. Un sinfín de variables a las que se nos obliga a adaptarnos si queremos llevarnos una victoria jugosa cuando acabe la partida.
El protagonista de la jugada que os traemos hoy lo tiene bastante claro y protagoniza uno de los momentos más épicos del juego. Prácticamente se disfraza de Solid Snake para perseguir a los enemigos por el mapa durante casi un minuto hasta encontrar un momento perfecto para el ataque, resolviendo el duelo con armas con maestría. Para culminar con un ataque aéreo de época mientras vuelve corriendo a un escondite solo para ver como la partida ha acabado y es el justo vencedor.
Una de las claves de CoD: Warzone es la inmensa libertad que nos ofrece. Más allá de tener que respetar las normas del juego, el título ha aprovechado a la perfección la jugabilidad emergente intrínseca al battle royale. Dar a los jugadores una cantidad de armas, accesorios y elementos casi infinita para que sean ellos los que tengan que decidir cuándo y cómo utilizarlo todo. Si quieres ser Rambo, es posible, y si prefieres a Solid Snake, también.