Ni los problemas en las rankeds ni el mal estado de los tiradores están pasando factura a LoL. Riot Games se mantiene en una posición de mercado dominante muy por encima de toda la competencia. El esfuerzo de una década de League of Legends está dando los merecidos frutos para una compañía en la que los errores suelen recibir mayor atención mediática que su interminable lista de aciertos.
La exigencia es máxima y la presión no es menor. El estado del juego es una montaña rusa en la que tan pronto están arriba como están abajo y quizás este es el punto en el que la empresa debería centralizar sus esfuerzos. Poner solución a los problemas que explotan no es tan sencillo como realizar un seguimiento continuado.
Control de daños
En Riot Games todo va bien hasta que algo se rompe. Los nuevos juegos de la compañía no tienen el recorrido suficiente como para hacer una evaluación justa de ellos. Sin embargo, en League of Legends estamos acostumbrados a ver periodos de calma y exaltación a los que le siguen temporadas de crispación máxima.
Una de las múltiples causas podría ser la rutina intrínseca a la jugabilidad y la dedicación que la base de jugadores de LoL demuestran por el juego, pero lo cierto es que no es complicado ver venir la explosión en los días previos. Sin embargo, parece que en Riot son capaces de sorprender a los encargados de la gestión de la comunidad o el ajuste del juego.
La compañía se mueve más en términos de control de daños que de detección de problemas, desatendiendo, quizá de forma involuntaria, el día a día de su juego de cabecera. Desde que HotshotGG se queja de las rankeds y las define como “la peor experiencia que ha tenido” hasta que la situación estalla con el tono casi melancólico de Voyboy, hay casi dos meses de diferencia.
No habrían hecho falta grandes acciones para convencer a la comunidad de que el problema está en vías de solución. Un único gesto, como el realizado la pasada semana por Riot en sus habituales comentarios sobre el estado del juego, hubiera sido suficiente. Sin embargo, se dejó correr esperando que fuera el tiempo el que sepultara las críticas y convenciera a las opiniones disidentes.
Demasiada confianza
Estamos ante un problema es de exceso de confianza en sí mismos y su producto. Hay motivos de sobra para hacerlo, pero corregir es mucho más fácil en los contextos positivos. League of Legends es un juego, pero uno muy importante y al que juegan millones de personas que depositan su confianza en la gestión de la empresa.
Normalmente, Riot responde con buenas acciones a la confianza de sus consumidores, sin embargo, parece que sean capaces de perder la perspectiva o el ángulo cuando se trata de ciertos temas delicados en los que la empresa desarrolladora parece preferir enrocarse que asumir deportivamente la crítica.
Guerra Mundial Z es una película con los habituales tintes palomiteros de Hollywood, pero nos enseña la regla del décimo hombre. Básicamente, consiste en que de un grupo de personas la última está obligada a disentir y asumir el papel de “abogado del diablo”, defiendo de forma vehemente una tesis en la que no necesariamente cree.
Quizás son voces disidentes lo que hace falta en una empresa en la que parece que lo creativo tiene un grado de libertad y la gestión de la comunidad y el juego se mueven en un espectro bien distinto.
Cuestiónalo todo
Hay múltiples factores que pueden promover este aparente estaticismo dentro del seno de Riot Games. Sin embargo, la catarsis de Voyboy no hace pensar en otra cosa que no sea cierto elitismo.
Los problemas con las partidas clasificatorias llevaban meses sucediendo, pero no fue hasta que el streamer expuso la situación con un video en un tono conciliador que Riot se decidió a mover ficha. La comunidad venía advirtiendo del desgaste durante años sin recibir una respuesta en firme por parte de la desarrolladora.
Siempre se ha acusado a la empresa de hacer más caso a los jugadores profesionales. Lo cierto es que en determinados aspectos como los ajustes de equilibrio es necesario que actúe el filtro de la habilidad de los jugadores, pero no tiene ningún sentido que el funcionamiento de los sistemas de juego no tenga en cuenta a la población general que inunda League of Legends a diario.
Puede que los problemas de emparejamientos se acentúen en los rangos más altos, pero también suceden en Oro, Plata o Bronce. Así mismo, Estas ligas no se libran de los malos comportamientos que habitualmente definimos como tóxicos.
League of Legends tiene una de las comunidades más comprometidas y dedicadas de todos los juegos en línea. Los jugadores estarían encantados de poder participar en el desarrollo de LoL. Con la cuestión moral de los falsos positivos, Riot ha hecho que el dedo no nos tape la Luna y ha dado el primer paso para involucrar realmente a los implicados.
Es cierto que el feedback no siempre llega de la mejor manera, pero tampoco existe un canal de comunicación habilitado para canalizarlo. Los comentarios en redes sociales responden a la frustración de una comunidad que estaría encantada de regalar a Riot su tiempo a cambio de nada y poder expresar sus opiniones de forma ordenada mediante entrevistas en profundidad y otras técnicas de investigación.
Las soluciones están ahí y depende de la cúpula directiva dar luz verde a una serie de ideas que sin ser nada novedoso, cambiarían la filosofía de control de daños por una de detección de problemas.