“No hay evidencia científica suficiente para vincular los videojuegos violentos con las conductas violentas”. Esa es la conclusión de la American Psychological Association (APA), la asociación líder a nivel mundial en lo que se refiere al mundo de la psicología. Esta conclusión reafirma, además, la primera resolución sobre el asunto lanzada en 2015.
La violencia de los videojuegos siempre ha estado en el punto de mira. La incomprensión y el pánico de otras generaciones por las nuevas formas de entretenimiento de los jóvenes nos ha dejado todo tipo de exabruptos y titulares. Probablemente, este tipo efemérides no cese pese a no tener a la ciencia de su lado, pero ahora no queda duda alguna.
“La violencia es un complejo problema social que depende de muchos factores (…) Atribuir la violencia a los videojuegos no es científicamente sólido y desvía la atención de otros factores como una historia violenta, que sabemos por la investigación que es uno de los predictores más importantes de la violencia futura”.
Ni las acusaciones de Donald Trump ni las de quienes le precedieron son correctas. Los videojuegos están lejos de ser los causantes de los tiroteos en las escuelas, las peleas de bandas o los robos violentos. Sería una gran noticia encontrar la existencia de un único agente al que culpar de las desgracias del mundo moderno, pero hay que mirar adentro y hacia los problemas de las estructuras de las diversas sociedades para averiguar cuáles son las claves del comportamiento humano.
En cualquier caso, si se ha encontrado un estrecho vínculo entre los videojuegos y algunas conductas violentas no demasiado alarmantes. Aunque los videojuegos violentos no causen grandes matanzas, si pueden provocar pequeñas disputas en forma de gritos y empujones, según la APA.
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