Crusader Kings III está a punto de llegar a PC y promete enfrentarnos a una tarea nada sencilla: reinar en plena Edad Media. El acercamiento que hace la saga a esta tarea se aleja de la planificación milimétrica de las batallas. Todo es mucho más sutil y consiste en mover los hilos desde nuestro señorío para tramar todo tipo de argucias que nos permitan conseguir el objetivo que nosotros mismos nos propongamos.
Crusader Kings III: Estrategia y rol
De lanzamiento, Crusader Kings III nos ofrece seis campañas ambientadas en dos períodos históricos diferentes de la Edad Media. Cada una de ellas con cinco gobernantes a nuestra disposición para sumar hasta treinta formas de encarar el juego. A esto hay que añadirle un modo libre que nos permite elegir a casi cualquier líder del mundo en una partida contra la inteligencia artificial o abierta al multijugador.
Las alternativas a la hora de empezar a jugar son casi infinitas. Es un hecho meritorio, sin duda. Sin embargo, quizás destaca más la adaptación rolera que podemos hacer de cada uno de estos acercamientos. Desde ejercer un mandato militar o convertirnos en santos hasta fundar una religión esotérica que mire al cielo y se centre en la astronomía.
Pongamos por caso que tras el extenso tutorial queremos continuar manejando el Ducado de Munster para conquistar Irlanda. Incluso dentro de esta ambición, que podría ser común a cualquier partida que se lance desde esta región, tenemos la opción de encarar el desafío de tantas formas diferentes que cada vez que iniciemos una campaña viviremos una experiencia única.
La estrategia es lo que llama la atención de Crusader Kings III. La premisa es de sobra interesante y funciona muy bien, pero es la capacidad de convertirlo por ti mismo en un juego de rol el elemento que te acabará enganchando y haciendo que quieras seguir jugando. El único impedimento a esta forma de ver el título es la curva de aprendizaje, pues necesitaremos muchas horas para poder llegar a este punto.
La barrera de entrada a Crusader Kings
El mayor problema de Crusader Kings III es el mismo que el de todos los juegos del género. El término barrera de entrada se queda bastante corto para la cantidad de conceptos y opciones que debemos manejar si queremos sacarle el máximo partido posible a la estrategia y las mencionadas alternativas roleras que nos ofrece este título.
El tutorial, aunque nos introduce en la terminología básica, es insuficiente. Este tampoco es exactamente un punto negativo o en el que podamos echar demasiadas cosas en cara a Paradox. Introducir todas las alternativas del título se acercaría fácilmente a la docena de horas y sería completamente contraproducente.
Sin embargo, cuando nos quedamos con el control completo del mundo, todavía no estamos preparados. Solo un buen sacrificio por nuestra parte y la consulta de guías de los antiguos Crusader Kings nos puede ayudar si somos jugadores primerizos con la ilusión de no caer en alguna conjura enemiga o cabrear demasiado a nuestros vasallos.
La complejidad es inherente al formato y la profundidad en un juego que se mueve con apenas un mapa y unos cuantos paneles de navegación que funcionan de la forma más simplificada posible. Hay un gran trabajo por parte de la desarrolladora de hacerlo fácil, pero se llega a un punto en el que es imposible hacerlo más sencillo.
Al final, nada en Crusader Kings III es demasiado sencillo. Incluso para declarar una guerra no basta con enviar a nuestras tropas. Debemos de actuar de forma diplomática y encontrar o inventar un casus belli que justifique un ataque. Tampoco los complots para asesinar tienen que salir bien a la primera y si nos pasamos de la raya podemos acabar como el Julio Cesar moderno.
El mundo es nuestro
Uno de los puntos que más llaman la atención sobre Crusader Kings es que pone el mundo a nuestra disposición. Sin embargo, esta premisa viene con un problema de base que no acaba de estar solucionado y es que se siente inerte. Pocas veces recibiremos notificaciones de lo que pasa en nuestros dominios o tendremos que dedicarnos a realizar tareas más mundanas.
De vez en cuando interrumpirán nuestra partida con alianzas y situaciones aleatorias, pero casi todos los sucesos que tienen lugar en el universo del juego y nos implican son una reacción a nuestras actitudes. Casi siempre tenemos que tomar la iniciativa y dar ese primer paso hacia una nueva alianza o conflicto para poder seguir medrando.
Aunque es un error, lo cierto es que es fácil de perdonar. Durante la mayor parte del tiempo estaremos ocupados con dos tareas principales y relacionadas: diseñar nuestro plan y ejecutarlo. El juego también nos sugiere algunas actividades posibles y es muy raro que llegue un momento en el que no tengamos que hacer nada.
Además, todos nuestros actos tienen consecuencias. Ganarnos la opinión de tal o cual señor podría venirnos muy bien en el futuro y concertar matrimonios podría permitirnos acumular más tropas. Al final, el único objetivo transversal es unirse con más casas para irlas sometiendo y hacer que sea nuestra familia la que se sitúe al frente de todas ellas.
Lo único que se echa en falta es la posibilidad de charlar o negociar de una forma más profunda con los líderes de otras regiones. Poder hablar con un gobernante aliado para realizar un ataque preparado por ambos flancos o conspirar contra un tercero es un añadido necesario que, desafortunadamente, no está presente.
A las armas
Puede que si no conocéis la saga de Crusader Kings os estéis preguntando cómo funciona el combate y por qué todavía no hemos hablado de él. El juego dota de importancia a las decisiones y la forma de gobierno, pero las batallas son tremendamente simples y apenas tienen profundidad táctica.
Lo más probable es que el ejército mejor preparado gane siempre y, aunque podemos dividir nuestras tropas y mejorarlas de diversas maneras, solo tenemos que seleccionar la ciudad o ejército enemigo a atacar. Tras eso, todo se desarrolla en un gráfico a tiempo real en el que apenas podemos decidir si nos retiramos o continuamos.
En contra de lo que pueda parecer, este apartado no es negativo en absoluto. Crusader Kings III no intenta en ningún momento centrarse en la estrategia de las batallas y hay alternativas de sobra para ello. Esto no es Total War y se trata de estrategia histórica.
No es casualidad que la anterior entrega de la saga recibiera uno de los mods más importantes de la historia del título y estuviera relacionado con Juego de Tronos. Las tramas a lo largo de la saga siempre se han centrado en hacer política mucho más que en cualquier otra cosa. La familia, el poder y la gestión son los elementos principales. La guerra es, simplemente, una herramienta más.
El dilema con Crusader Kings
Paradox tiene muy clara su filosofía de trabajo y ofrece libertades significativas a la comunidad. Sin embargo y aunque es un incentivo importantísimo para un juego de PC, esta situación puede causar un dilema. Crusader Kings II, por ejemplo, se coció a fuego lento y fue mejorando progresivamente hasta convertirse en uno de los títulos más importantes del sector.
En el caso de esta tercera entrega, estamos hablando ya de un título superlativo y que va a seguir mejorando. La llegada de los mods que incluyan nuevas historias y hasta universos será más que bienvenida por la comunidad. Sin embargo, tenemos claro que en esta ocasión no hay demasiado dilema.
Crusaders Kings III es un título completo que nos ofrecerá tantas horas como queramos emplear con variedad suficiente de planteamientos tácticos.