Le pese a quien le pese, Fortnite es ya una leyenda viva dentro de la industria de los videojuegos. No solo por los números que acumula a sus espaldas ganado a raíz de pases de batalla, skins, complementos y otros accesorios. Eso, al fin y al cabo, es algo secundario que solamente hace que el videojuego perdure día a día. Un "free-to-play" mezclado con el modo battle royale, por otro lado, ha demostrado ser una bomba de relojería en este aspecto.
Lo que de verdad ha hecho que Fortnite vaya a ser estudiado en universidades algún día ha sido este inicio del Capítulo 2. Cuando Epic Games puso toda la carne en el asador y se arriesgo a cerrar el battle royale más codiciado del momento durante 48 horas. Dos días en los que los jugadores únicamente podían observar un diminuto agujero negro que generó decenas de teorías, hype y algún que otro enfado por parte de la comunidad frente a la incomprensión de lo sucedido y la sensación de impotencia.
Epic Games se cargó, literalmente, el videojuego. Lo eliminó de sus redes sociales y en las oficiales de Fortnite únicamente imperaba ese agujero negro llamado Terrance. Todos los tweets que tenían algo que ver con el videojuego, ya fuera información, actualizaciones, imágenes, anuncios o skins, fueron eliminados. Solo había uno que se mantuvo con vida: el que redirigía al streaming de Terrance.
Fortnite se desvaneció por completo y las redes ardieron. Como si de Troya se tratase, Epic Games introdujo en las mentes de sus usuarios la llegada de una temporada nueva. Una en la que prometían cambiar el mapa y todo lo conocido hasta ese momento en Fortnite se vería alterado. Ese caballo de madera penetró el hype de cada uno de sus jugadores habituales, y ahí empezó un proceso que hizo que internet se pusiera patas arriba. Incluso los jugadores que no han tocado el videojuego en su vida estaban al corriente de lo que estaba sucediendo. Epic apostó por un boca a boca que fuera in crescendo y culminará con una mar de dudas que hasta hiciera que muchos dudasen si realmente Fortnite volvería.
El impacto cultural que Fortnite causó se extendió a todo tipo de medios no especializados en videojuegos que hablaban sobre el fenómeno por el que estaba pasando la comunidad "gamer". Y es que durante los instantes en los que el mapa de Fortnite fue absorbido, el streaming oficial del videojuego tenía a más de 7 millones de usuarios viendo el acontecimiento. Eso sin contar otros youtubers y profesionales, que también tenían un buen puñado de espectadores contemplando cómo el Fortnite que conocían hasta ese momento se iba para no volver.
Epic llevó la narrativa de los videojuegos multijugador a otro nivel. Cualquiera puede reengancharse a Fortnite y empezar a jugar con total normalidad, como si nada hubiera pasado. Explorando un mapa nuevo por primera vez como si únicamente hubiera habido un cambio de temporada normal y corriente. Pero para aquellos que han estado jugando regularmente, todo cambió con ese giro argumental que destruía todo. Cada rincón del mapa fue arrancado, algunos accesorios -como la lanzadera- ya no existen, incluso las armas han variado.
El juego tiene un guion interno que habla más allá de solamente ser conocido por tener partidas de cien personas matándose entre sí para ver quién se corona como el campeón. Igual que en los inicios de Fortnite, Apolo -el nuevo mapa- es una tabla rasa con la que Epic Games puede experimentar y probar cosas distintas para innovar en su dinámica de juego.
Si Fortnite es capaz de aparecer en la película más taquillera de la historia a día de hoy, Vengadores: Endgame, y medio mundo puede entender la referencia y el humor sobre el que se construye la secuencia de Thor y Waititi, es que Epic está haciendo las cosas bien. De hecho, esa escena funcionó en mi cabeza como una especie de flashback, a cuando Tarantino empezó a hacer cine y aterrizó en el festival de Sundance en los noventa con Reservoir Dogs bajo el brazo. Un largometraje que la crítica vapuleo y, según los rumores, odió por las nauseas que les había provocado.
Seguro que, si la habéis visto, recordaréis la secuencia en la que se le corta la oreja a uno de los personajes a ritmo de Stuck in the Middle With You. Además de querer hacer de la violencia algo divertido, Tarantino sabía lo que buscaba, igual que con Pulp Fiction: colarse en la cultura pop y convertirse en un icono. De ahí la selección de su música con el contraste de sus secuencias alocadas.
Lo mismo ha sucedido a lo largo de los años con Fortnite, criticado por la mayoría debido al grueso del público que lo juega y por sus mecánicas absurdas de construcción que lo convierten casi en un videojuego de LEGO. Ergo, ahí sigue. Marcando tendencia y colándose en cualquier parte. Sabe qué colaboraciones aceptar con largometrajes y qué cambios incluir siempre en el momento oportuno. O por lo menos así ha sido durante diez temporadas, puesto que esta todavía está en blanco.
Bailes adoptados por futbolistas y viceversa, movimientos y gestos populares que enriquecen el lenguaje del videojuego y aumentan su conexión con la realidad. Fortnite quiere ser un videojuego para todos, donde cualquiera pueda tener un sello de identidad y pueda reproducir elementos de la realidad que le den ese toque personal que busca en el anonimato de un pseudónimo y una skin cara. Por no hablar de la cantidad de guiños que el videojuego realiza: tanto dentro del mismo, con en tráiler y otras secuencias en las que busca hacer referencia a los grandes para codearse con ellos.
La única pregunta de todo esto es, ¿hasta cuándo durará Fortnite?
Puede que ese principio del fin que Epic Games anunció con el nuevo Capítulo 2 fuera solo una antesala a esa caída en picado que está por venir. Tarde o temprano, como con cualquier producto, las mecánicas van a empezar a dejar de encajar en la modernización de los videojuegos. Y sí, es una locura hablar del siguiente paso de la industria, pero está en constante movimiento y no para de cambiar y evolucionar. Un año tienes una Nintendo 3DS en tus manos pensando que es la mejor portátil que hay, y al cabo de dos te llega Nintendo Switch con videojuegos triple A corriendo en su interior como si fueran agua.
Fortnite tiene y va a tener cuerda para rato, pero superar lo que Epic hizo hace un par de semanas, va a ser complicado. Ya no solo por la competencia, que eso es ya inalcanzable para la gran mayoría, sino por el mismo battle royale. Todo gran imperio tiene su final, tarde o temprano, y algunos profesionales ya adelantan que creen que esto no durará demasiado. Sin embargo, aunque se vaya, el legado y la marca de agua que va a dejar en los libros de historia, va a ser imborrable.
Nosotros, por el momento, continuaremos disfrutando de sus partidas -sin realizar una maldita construcción- y dejándonos llevar por la corriente de actualidad. Es inevitable, es algo a lo que una vez empiezas a jugar te entra el gusanillo de más. De querer intentar una vez más quedar primero, y es un bucle que se repite constantemente. Que solamente pueda haber un campeón invita, por estadística, a tener que jugar bastantes partidas para conseguirlo. Puede que ahora con la inclusión de los bots la tarea sea un poco más sencilla, sobre todo al principio. Pero después la cosa puede complicarse un poco más.
Y el propio juego te reta muchas veces a demostrarte a ti mismo que puedes hacerlo, que puedes sacar una victoria magistral adelante. No por adicción, porque realmente cansa tener que estar constantemente pateando el mapa de Apolo de arriba a abajo, sino por superación y querer cumplir con unos objetivos mínimos dentro del multijugador.
No da la misma sensación ganar en Fortnite, que ganar un Duelo a muerte por equipos en Call of Duty. Y esa sensación solo se consigue cuando realmente eres exigente con tus jugadores y hacen que deban trabajar y pensar cómo evolucionar en su estilo de juego. Epic Games y Fortnite siguen en auge, esperemos que la caída no sea pronto y puedan ir aterrizando con algún paraguas o ala-delta. De lo contrario va a ser muy dura.