Es que es absurdo. Vivimos en una época en la que, con el fácil acceso que tenemos a absolutamente todo mediante un simple teléfono móvil, todo debería ser mucho más sencillo. Parece que hay quien disfruta de forma deliberada de generar emociones negativas y nerviosas a la gente. O quien saca rédito de ello. Diría que más bien lo segundo, pero no voy a meterme a soltar la ira que me produce la tiranía del capitalismo. Al menos, no mucho.
Está siendo una semana muy intensa. No es que lo que haya pasado no sea habitual, pero ya ha sido la gota que ha colmado el vaso. La sociedad actual se rige por la inmediatez y queremos todo cuanto antes. Por eso hay quien se aprovecha de la situación, de la desesperación. Y sé que parte de culpa la tiene ese ansia por el que todos pecamos, pero conseguir algunos productos de entretenimiento, se ha convertido en una jungla.
Miedo a quedarse atrás
Un proceso que deberíamos disfrutar, se convierte en una tortura que nos genera ansiedad y disgustos. Como consumidores, tenemos gran parte de culpa. Pero no toda. Todos sabemos que bajo las sombras hay mucho más.
Está siendo una semana estresante. Basta con repasar lo acontecido en el mundo de los videojuegos. La edición coleccionista de Hogwarts Legacy ha sido el golpe definitivo a este tipo de productos. Sí, no es la más cara, pero quizás ha pagado "el pato" de tener un precio abusivo y un contenido -físico- bastante mediocre. Si, por lo menos, diera la sensación de que los componentes son de calidad, nos lanzaríamos. Pero no parece más que una varita flotando sobre un libro con un truco de imanes propio del Art Attack sea suficiente.
Y es que, el problema, no es que de por sí valga nada menos que 300 euros. Está el tema de que, aun a pesar de todo lo citado, el fenómeno fan pega fuerte y mucha gente la comprará igualmente por coleccionismo. Algo respetable, por supuesto. Lo que no lo es tanto es la especulación de que a quien no le interesa ni lo más mínimo y solo quiere sacar beneficio. Ni siquiera retailers como Amazon no se cortan ni un pelo y ya está a la venta a un precio superior al indicado.
La especulación es uno de los mayores males de esta sociedad
No es algo que solamente atañe a los videojuegos. La especulación juega un papel muy importante con la música. Seguramente habéis visto por redes sociales el infierno que ha sido conseguir una entrada para los conciertos de Coldplay en Barcelona. Colas virtuales de más de 500.000 personas para dar con un enorme "sold out" cuando por fin llega nuestro turno. Y eso que yo no me puedo quejar, porque las conseguimos en la preventa a los pocos minutos. Pero muchos amigos y personas cercanas se han quedado con el molde por una organización lamentable.
Lo de siempre en los conciertos, porque "casualmente", cuando se pusieron a la venta las entradas de los conciertos a diario, se anunciaron dos fechas más en fin de semana. Una jugada de marketing en toda regla. Por no hablar de entradas repartidas a dedo y de webs que las sortean para rascar unos cuantos "likes" en redes sociales. Toda esta espiral del caos se corona con aquellos que venden dos bolis Bic y te regalan una entrada para ver el show de luces de Chris Martin y su grupo al triple de lo que cuestan. Estos últimos son los peores, con diferencia.
Y ahora, en esta época en la que vivimos, a caos organizativo y especulación debemos sumarle otra palabra: inflación. Pocas veces en la historia se ha visto que una consola suba de precio dos años después de su lanzamiento. Le ha tocado a PS5, que pasa a costar 50 euros más. Puedo entender los motivos y que con la situación actual los componentes le cuesten más. Pero, tras dos años de escasez de consolas en las que han elevado el FOMO a la máxima expresión, no me puedo poner del lado de una multinacional que factura miles de millones de dólares al año, a costa de quien se pasa meses ahorrando para comprar una consola.
No sé cómo se podrá parar esto. Y seguramente ni se pueda. Pero resulta muy triste. Porque no parece tan difícil gestionar las cosas un poco mejor.