Una cuestión política
En el año 1997 un jovencísimo delantero italiano levantó su camiseta tras marcar un gol con la selección nacional sub-21 para mostrar otra con la efigie del Che Guevara. El jugador, Cristiano Lucarelli, fue expulsado de una selección en la que nunca sería capaz de asentarse de nuevo. Ninguna de sus virtudes futbolísticas pudo compensar la ofensa que sintió la federación azzura.
No es muy diferente lo que le ha sucedido a blitzchung, jugador de Hearthstone nativo de Hong Kong que durante la retransmisión del Hearthstone Grandmasters decidió posicionarse en favor de las protestas que recorren la región Autónoma China y tienen en jaque al gobierno nacional. No es sencilla la situación de la que fuera colonia británica y el jugador consideraba que dar su opinión sobre el conflicto era una necesidad. Lo que para él fue una necesidad lo mantendrá ahora apartado de la competición oficial durante doce meses, sanción impuesta por Blizzard amparándose en su código de conducta.
Insulso e irresoluble es el debate sobre la inclusión o no de la política en el deporte. Puede que sea algo inherente al espectáculo deportivo, puede que deba estar ahí, puede que no e incluso es posible que seamos los propios periodistas quienes lo propicien. Encontraremos defensores de todas las posturas, pero la cuestión es que siempre vuelve a aparecer, por lo que deberían de existir ciertos protocolos de actuación.
Estrategia de negocio
El pecado de blitzchung no es solo que se haya posicionado políticamente. Se trata de cómo esta posición afecta a los intereses de Activision Blizzard en el mercado asiático. Un porcentaje de las acciones de la desarrolladora estadounidense están en manos del grupo chino Tencent, gigante de la tecnología propietaria, por ejemplo, de Riot Games.
Son muchos los que apuntan a que es este conflicto de intereses el que propicia que la empresa actúe contra los que ha defendido como sus principios, expulsando tanto al jugador como a los narradores de la competición. A ojos de los trabajadores esta justificación no exime de culpa a la desarrolladora de títulos como Overwatch, ya que considera que la libertad de expresión y la multiculturalidad deben de seguir siendo los ideales que definan a la empresa.
El problema es la situación de Tencent, un mal necesario cuando se trata de entrar al mercado chino. Algo que sin el auspicio de esta empresa se antoja como una tarea casi imposible debido a las restricciones del gigante asiático que, además, juega un papel capital en la economía mundial.
Protestas de sus trabajadores
Aun conociendo la necesidad del trato con Tencent, muchos trabajadores de la empresa no han tolerado un ejercicio que consideran totalitario y de censura. Han protestado y manifestado desacuerdo ante la actitud de la empresa, así como solidaridad con sus colegas de Hong Kong. Para demostrarlo han decidido ocultar dos de los ocho principios de la empresa, todos presentes en el exterior de su sede. Las frases “cada voz cuenta” y “pensar globalmente” no se podían ver hoy en los aledaños de sus oficinas centrales en California, tapadas por los mismos empleados que ya no consideran a la empresa digna de tales distinciones.
No es la única polémica de la compañía que, pese a registrar el curso pasado unos beneficios de récord, decidió despedir a buena parte de su plantilla. La industria del videojuego se ha sensibilizado ante estas cuestiones y no parece que el público vaya a tolerar este tipo de medidas por parte de Activision Blizzard, que deberá elegir entre decepcionar a sus accionistas o a su comunidad. Una elección que suele resultar bastante simple para los directivos y sobre la que parece que han dictado sentencia, ya que han decidido deshabilitar los comentarios en el comunicado oficial de la expulsión del jugador.