Esta semana hemos recibido la confirmación de una noticia que, si bien debería ser representativa de la evolución del sector, nos ha dejado un reguero de tristeza en el alma. La saga PES ha muerto. Ahora, el simulador futbolístico de Konami va a dejar de llamarse así, como venía haciéndolo desde 2001, para ser eFootball a partir de ahora. Con cambios también en el modelo estratégico para pasar a ser un producto free-to-play, del que ya hablaremos en otra ocasión.
Aunque deberíamos pensar que el trasfondo de todo lo que hizo grande a Pro Evolution Soccer estará ahí con el nuevo eFootball, nos estamos sintiendo como si hubiéramos perdido a alguien de nuestra familia. Y puede que muchos tengamos parte de culpa por no haberle dado la atención que merecía cuando comenzaba a ser un enfermo terminal, dedicando nuestros cuidados a la propuesta de FIFA, empujados por el resto de sociedad y las opciones más diversas que ofrecía.
Pero, como dice el refrán, "no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes". Y algo así siento con PES. Todo lo acontecido esta semana me ha hecho retrotraerme en el tiempo y acordarme de todo lo bueno que me ha dado la saga Konami durante más de 20 años. Todo ello mientras me surgen muchas dudas sobre si podré volver a sentir algo así. Porque PES no solo ha sido un maravilloso simulador futbolístico en la mayoría de sus temporadas: sino también un acompañante de buenos ratos durante la adolescencia de muchos.
El origen y desarrollo de un mito
Hay que recordar que no es el primer cambio de nombre que tiene la saga de Konami en su historia. Muchos recordaréis que inicialmente se conocía como International Super Star Soccer Pro (ISS Pro para los amigos) y con el nombre de Winning Eleven en Japón. Esto fue en el año 1998 y ya sorprendió a muchos con la calidad de sus animaciones, los detalles de las equipaciones y un estilo menos arcade de lo habitual en el mundo del fútbol virtual.
Era curioso, ya que es un juego que tuvo una aceptación muy rápida en todas las casas en aquel momento, en las que las consolas no eran tan habituales como ahora, pero sí eran un medio de entretenimiento que suscitaba gran interés. Konami dio un golpe en la mesa sobre su propuesta a pesar de que FIFA ya tenía su prestigio por entonces, con una también inolvidable entrega con FIFA 98 Rumbo al Mundial, equipos y selecciones licenciadas e incluso comentaristas en español.
Y me resulta increíble cómo incluso con todos los elementos en su contra, Konami supo ganarse un hueco en nuestros corazones. Ahora, nos quejamos de que la resolución no sea 4K, que bajen dos frames por segundo en los córner o que el handicap haga de las suyas en los partidos online. Entonces, no teníamos esas preocupaciones. Era un juego lleno de detalles increíbles: pequeños aspectos que decantaban la balanza como, por ejemplo, los lanzamientos de falta de Roberto Carlos, que se situaba a una larga distancia del esférico para dar sus icónicos pasitos y meter un zambombazo. También le debemos la barrita de potencia a los pases y disparos. Era la verdadera evolución.
El juego era tan bueno, que nos daba igual jugar con Roberto Larcos, Ravoldi, Batustita, vom Mistelroum o Naldorinho. ¡Qué más daba! Era tan divertido, te sentías como un puñetero futbolista real, y su apariencia sí que era similar a las de las estrellas del balompié. Como para fijarnos en su nombre, que además se podía cambiar con el editor. Lo mismo, claro, con la Liga Máster, que nos hacía batirnos el cobre con jugadores ficticios como Minanda o Castolo, que son ya y para siempre historia de los videojuegos. Hasta nos daban igual los comentarios horribles de Iñaki Cano, Juan Carlos Rivero o, inicialmente, Guillem Balagué.
Durante los primeros años de los 2000, especialmente con PES 3 (2003) comenzó una verdadera batalla de fútbol entre FIFA vs PES que dividió al país y al mundo entero. Cada cuál tenía sus preferencias pero, sin duda, al menos en mi círculo más cercano, PES ganaba por goleada. Su apuesta por el realismo aplastaba a las opciones que tenía FIFA a nivel de licencias. El juego de Konami estaba interiorizado en nuestros cuerpos y, aunque muchos configuraban los botones como si fuese FIFA, la diferencia a la hora de transportar lo que ocurre en el terreno de juego era evidente. Mientras EA Sports apostaba por malabares y regates imposibles, Konami lo hacía por un realismo pausado, duro y profundo; forzando a trabajar a fondo para marcar gol.
Ahí comenzaron los años dorados para Konami con un punto álgido que, como todo, depende de los gustos. Pero, tras varias entregas excelentes, podríamos decir que PES 6 (2006) es el simulador de fútbol perfecto y nadie ha alcanzado esas dosis de realismo y diversión, a pesar de que la tecnología ha evolucionado considerablemente en estos quince años. A pesar de que Adriano estaba chetadísimo y te marcaba desde cualquier lugar, el realismo y las emociones que transmitía cada uno de sus partidos... no ha habido nada igual.
Los retales de una vida
Mentiría si dijera que recuerdo perfectamente cuándo jugué mi primer partido a PES, pero sí que tengo muchos flashbacks de entonces. De hace más de 20 años. Muchas vivencias personales y momentos que, como bien definió mi compañero Razablan el otro día, acordarme de la saga PES "sabe a chetos pelotazos, bocadillos de nocilla y fanta de naranja. Sabe a tardes de verano con los amigos sin más que hacer que jugar otro partido".
Y es que, así es, literalmente. Es como si tuviéramos que encerrar un trozo enorme de nuestra infancia que desgraciadamente teníamos un poco olvidada, pero también sentíamos que estaba ahí, a nuestro alcance. Esperando con la ilusión de un niño que Konami acertase en una nueva entrega que nos transportara de nuevo a esos momentos de hace 15 o 20 años, en los que nuestra única preocupación era dar pases en profundidad milimétricos para dejar solo a nuestro delantero, regatear al portero con el amago de disparo y perforar la portería rival.
Creo que a todos se nos han venido muchos de esos retales de una vida, repletos de recuerdos jugando a PES. Se me vienen mañanas de "novillos" para jugar a PES, partidas veraniegas en caravanas y taquillas con los colegas o tardes de horas en el editor de equipos y jugadores para que todo fuera lo más realista posible. Mi equipo fetiche era el Arsenal con un joven Fábregas, Ljunberg, Reyes y Thierry Henry. Juntarnos varios en casa de mi amigo Dani para jugar a PES antes de salir de fiesta, haciendo mini-ligas mientras nos tomábamos nuestras primeras cervezas.
Tengo otro recuerdo muy personal también con PES 5 que, probablemente, fuera el detonante para que me dedique a esto. Y es que, una de mis primeras críticas de videojuegos fue precisamente de ese juego en el portal UveJuegos. Ahora, me da vergüenza leerme, pero entonces, el ocio digital y escribir de ellos, era una vía de escape para un chaval de 17 años al que no le iba del todo bien en el colegio por distintos asuntos. Algún compañero de colegio no se creía que yo hubiese escrito eso por lo bien que estaba el artículo. Eso, precisamente, fue lo que me dio fuerzas para darme cuenta de qué era a lo que quería dedicarme. Y aquí seguimos.
Joder, qué bonito era todo. Y, perdonadme por esto, porque si algo odio es la auto-compadecerse del pasado y negarse a la evolución. En realidad, pienso todo lo contrario, que lo bonito es acordarse de cómo estábamos tiempo atrás y ver cómo hemos avanzado, especialmente en los videojuegos. Pero, honestamente, no puedo evitar pensar que jamás volveremos a tener juegos de fútbol así.
Los errores de PES
Lo difícil no es llegar a la cima, sino mantenerse. Y algo así le ha pasado a Konami. Aunque el problema de la editora no está supeditado solamente a la saga PES, sino a todas sus licencias de renombre, con las que nos han hecho disfrutar como enanos durante décadas. Hablo de Castlevania, Metal Gear, Contra o Silent Hill. El simulador de fútbol también ha caído, a pesar de mantener entregas anuales -salvo este año-.
Las pequeñas olas de Konami no supieron asumir el tsunami evolutivo que ha tenido el sector de los videojuegos, aproximadamente desde 2010. Las nuevas tendencias al juego online, los modos de juego progresivos y basados en las recompensas o simplemente ofrecer al usuario opciones para que en un mismo producto encuentren lo que necesiten, sin sentirse a años luz del resto de competidores.
Lo cierto es que, con todo eso, en Konami siguen anclados en finales de los noventa o comienzos de los 2000 y mientras, en EA Sports viven en 2050. Así comenzó Ultimate Team, que en sus primeras ediciones fue un fracaso, y ahora es el modo de juego más prolífico de la compañía. La firma nipona ha tratado de replicarlo con opciones como MyClub, carentes de personalidad y trasfondo. Nos equivocaríamos poco al decir que solamente FUT se ha bastado para cargarse él solito una saga como PES, que nunca ha sido lo que era desde la explosión del juego multijugador, las microtransacciones y las nuevas formas de mercado. Pero también se han cargado una forma de vivir: ya no hay tantas reuniones en casa de amigos o familiares para pasar la tarde jugando a PES.
Todo eso ha provocado que el buen hacer de Konami en la parcela jugable, que incluso en los últimos años ha tenido juegos bastante mejores que FIFA en ese aspecto, y con mucha diferencia, no haya sido suficiente. Esa escasez de visión, de no mirar al futuro y a lo que quiere el usuario quizás por simple orgullo propio, han provocado que PES ya no tenga cabida y que, para borrar unos últimos años oscuros, se apueste por un nuevo nombre y estrategia de mercado para intentar volver a escalar de tercera división a primera.
Ojalá eFootball sea lo que Konami necesita para volver a plantar cara a FIFA. Eso, solo el tiempo lo dirá. Pero, de primeras, no estoy nada convencido de que eso ocurra. Cambiar el nombre es algo inocuo y diría que contraproducente, porque va a seguir siendo PES para todos -o Pro-. El formato gratuito con microtransacciones puede encajar, pero se debe comunicar correctamente para evitar malentendidos, algo que no han hecho en su presentación.
Eso sí, el recuerdo que ha dejado PES en tantos corazones, eso sí que va a ser eterno.
La editora nipona debe comunicar sus intenciones pronto para aclarar las confusiones que han tenido lugar tras el anuncio.
