En el mundo del juego independiente hay mucho miedo a la secuelitis. Esos estudios que logran un gran éxito con una obra aclamada por prensa y público, están entre la espada y la pared. Por un lado, si tu nuevo juego es una secuela de un título exitoso, tiene una campaña de marketing ya hecha, pero por otro se renuncia a algo que está impreso en el ADN de la gran mayoría de estos hits independientes: la frescura.
A los Triple A les suele funcionar el formato de creación de secuelas con un mundo más grande, mucho más contenido y una nueva historia. Esto es así porque suelen calar en el público con mayor fuerza, y porque de esta forma también se puede seguir rentabilizando una preproducción de la IP que de virar a un nuevo título, tendría que volver a ser realizada. Aunque hay notables éxitos en la esfera indie que siguen esta receta, también tenemos otros menos notables como Joe Danger 2, que avisan a los estudios independientes sobre la necesidad de crear cosas realmente chocantes y frescas.
Y siguiendo con los juegos con avance automático, es el momento de hablar de OlliOlli. En 2014 salió al mercado la primera entrega, justo cuanto los juegos de skate habían perdido casi todo su punch. La propuesta era distinta a lo que estábamos habituados: nuestro avatar se movía de forma automática, mientras nosotros saltábamos y hacíamos los trucos a lo largo del descenso. Roll 7 se atrevió un año después con una segunda entrega, la cual tenía sentido al ser el primero un juego excelente, pero con mucho de experimento. Los dos son obras rotundas de la industria independiente.
Una base similar, pero con frescura
Tras probar suerte con Not a Hero, un juego muy divertido pero que no sorprendió tanto como OlliOlli, Roll7 quiso volver a los monopatines. Esta vez no valdría con un OlliOlli 3, por mucho que la fórmula siguiera funcionando como un reloj. Por ello, ya desde el título, vemos una declaración de intenciones. OlliOlli World fue anunciado el pasado mes de abril durante un Nintendo Indie World y rápidamente nos conquistó a todos.
De un 2D pixelado muy resultón nos vamos a un cellshading con colores estivales y una estética cartoonesca. No es el primer título independiente que apuesta por una ruptura estética en una secuela, como vimos en el pasado con Nidhogg, pero por sí mismo eso no deja de ser un gancho inicial que puede no suscitar interés a los mandos. Tras haber probado algunos de los primeros niveles de OlliOlli World, os podemos decir qué nos ha parecido esta tercera entrega del tríptico del monopatín de Roll7.
Una fórmula que no falla
Antes hablábamos de la "fórmula OlliOlli". Esa fórmula no es más que un par de controles: con un joystick hacemos los saltos y con otro los trucos mientras estamos en el aire. Hay botones adicionales para realizar acciones contextuales o impulsar a nuestro skater, pero grosso modo, esto es todo lo que hay. Y le va genial al juego, porque tiene la suficiente simpleza como para ser adictivo, pero también la profundidad necesaria para que el reto tenga sentido y que tenga sentido volver a las mismas pistas.
Si nuestro personaje es una especie de Link en Breath of the Wild, que ya sabe hacer todo desde casi el principio, es cosa del nivel el sacar punta al juego. Algunos movimientos, como hacer wallruning, van añadiéndose a medida que avanzamos por los niveles, añadiendo capas sobre el núcleo. Pero no son capas cada vez más externas que van recluyendo al núcleo jugable en el centro, sino que son puntadas añadidas a una pieza de tela, como un tapiz.
Y ya no es que vayamos descubriendo nuevos movimientos, sino que OlliOlli World nos va exigiendo ir repasando mentalmente todo lo que podemos hacer, como si de un soulslike se tratase. Puede llegar a ser complicado cuando se avanza, pero nunca es injusto o nunca pasa que no se te han dado las herramientas para hacer la run de tu vida.
Sí, el protagonista es el mundo
Esto no es algo tremendamente nuevo en la saga, ya que los OlliOlli ya tenían un desarrollo similar. Lo que cambia aquí es que los niveles son mucho más complejos y cuentan con más chicha. Pronto nos empezarán a bombardear con desafíos, pero, mientras algunos son tan básicos como alcanza cierta puntuación, otros nos animarán a jugar de formas que nunca habríamos considerado previamente. Uno en concreto nos instaba a no hacer ollies en todo el nivel, lo que te obligaba a grindear unas barandillas para saltar ciertos obstáculos, ya que no podías saltarlos.
Vale, estas cosas se nos ocurrirían a cualquiera. El meollo está en cómo los niveles tienen ramificaciones, como varias líneas por las que patinar, y en las que podemos lograr objetivos bien distintos. Este hecho le aporta una rejugabilidad potenciada, hasta el punto de que será posible desbloquear misiones secundarias, hablar con personajes importantes o, en esencia, sacarle todo el jugo a OlliOlli World.
Estas primeras sensaciones son tremendamente positivas, porque se aprecia tanto el respeto y el cariño por los dos juegos pretéritos, así como las ganas de hacer algo nuevo. Ya desde el estilo artístico y los personajes, OlliOlli World confirma que quiere ser uno de esos juegos "happy place". Por complejo que pueda llegar a ser en los niveles más avanzados y el factor agobiante que es la puntuación para mucha gente, el juego es un refugio. Y lo es por esa película final que nos muestra del tirón nuestro recorrido, uno del que podremos estar orgullosos a medida que vayamos aprendiendo a jugar.