En pocos sitios jugar videojuegos es tan difícil como en China. Puede que el gigante asiático sea una superpotencia a la hora de crear jugadores en algunos deportes electrónicos o que se haya convertido en una de las economías emergentes. La censura y las dificultades para hacerse con según qué títulos siguen marcando el día a día de uno de los mercados más interesantes y exclusivos del mundo de los videojuegos. Una fuerza demográfica con un público potencial tan grande que hace que todas las compañías quieran estar ahí, aunque no siempre sea fácil.
Ahora, los jugadores del país van a poder “disfrutar” de Steam. La plataforma de Valve al fin estará disponible en China, pero no es casualidad que entrecomillemos lo de disfrutar. La tienda llega al mercado con una versión a la que le quedaría grande el término parodia. Decenas de funcionalidades aparentemente inofensivas como la Workshop, las críticas o las guías de la comunidad recortadas y un mercado que apenas cuenta con medio centenar de juego. Cifra escasa de por sí, más todavía en comparación con el par de cientos de miles disponibles fuera del país.
De hecho, esta versión de Steam es independiente de todas las demás (para no poder saltarse las restricciones con un VPN) y, como era de esperar, se somete a un estricto control por parte de las autoridades competentes chinas. Además, debemos tener en cuenta que muchos videojuegos han recibido cambios para adaptarse a la legislación del país. Es el caso de Counter-Strike tenemos unas cuantas skins y elementos del mapa que se modifican para evitar presencias calavéricas u otros elementos que no casan con particularidades culturales del país.
No cambiarán demasiado las cosas en el gigante asiático que seguirá sometido a todo el estricto control que ya sufría con la empresa Perfect World. Un mercado diferente y prácticamente distópico que da pasos adelante extremadamente tímidos. Cambios constantes que nunca cambian el statu quo y que perjudican a los jugadores del país ofreciendo un catálogo adulterado y no demasiado incómodo que limita la expresión artística a su mínima expresión.