Durante el pasado año 2020 el circuito competitivo de Counter-Strike vivió uno de sus capítulos más polémicos debido al bug del modo espectador. Un error que permitía a los entrenadores dejar la cámara colgada en puntos concretos del mapa y que llegó a afectar al resultado de decenas de partidas competitivas. El descubrimiento y su posterior investigación tuvieron como resultado un total de 37 técnicos sancionados con castigos de diversa duración.
Valve, que ya no era muy amiga de permitir a los entrenadores comunicarse durante el transcurso del juego, informó en su momento de que iba a tomar medidas al respecto. Finalmente, lo ha hecho, y el resultado ha sido bastante polémico. De cara a la próxima temporada de torneos clasificatorios (RMR) al Major de Estocolmo ha dado una serie de instrucciones que limitan la presencia de los directores técnicos o cualquier tercera persona durante los partidos. Básicamente, los jugadores deberán estar completamente solos.
A esta decisión, polémica de por sí y que ha causado desacuerdos tanto en la comunidad profesional como entre los aficionados, se une la decisión de aumentar los castigos de ESIC. Así, algunos entrenadores que fueron castigados durante unos meses por la Comisión para la Integridad de los Esports han recibido sanciones mayores. Uno de los casos más destacados es el de “dead” que trabajaba en MIBR y su sanción pasa de 6,5 meses a 3 Major, cuyas celebraciones podrían dilatarse hasta octubre de 2022.
Además de esto, parece que la idea de las rotaciones en el competitivo de Counter-Strike tampoco convence a Valve. Aunque cada vez son más los equipos que apuestan por plantillas con hasta seis jugadores, la desarrolladora ha decidido limitar las rotaciones posibles en durante las competiciones clasificadas del RMR. El objetivo es, a priori, reducir la ventaja que aporta tener un jugador más en plantilla. Sin embargo, los equipos no están del todo satisfechos con la deducción de un 20% de los puntos por hacer cambios entre jugadores inscritos.
La desarrolladora se ha puesto el objetivo de reducir al máximo las trampas que se cometen durante las competiciones y mantener el principio de igualdad. Sin embargo, fondo y forma no han estado parejos y la reacción en la comunidad competitiva no ha sido nada positiva.