Entre tanta complejidad, League of Legends encierra una de las premisas más simples de todo el mundo de los videojuegos: tirar el nexo enemigo para ganar la partida. Es el objetivo definitivo y la única condición de victoria del juego. Otra cosa es que para conseguirlo tengamos en cuenta qué situaciones nos habilitarán a lograrlo, un análisis que suele realizarse en términos de composiciones de equipo y marcadores de oro.
El contexto tiene una importancia merecida y es la verdadera clave para poder llegar a ganar la partida en la mayoría de ocasiones. Sin embargo, ya hemos visto todo tipo de jugadas tanto en el competitivo como en las partidas clasificatorias en las que queda claro que nada de lo que hayas hecho importa si consigues acabar con los puntos de vida del nexo enemigo antes de que ellos sean los que derriben el tuyo.
El mayor ejemplo es el backdoor, una jugada conocida por todos los jugadores. Se trata de una las formas más plásticas y satisfactorias de ganar una partida. Sin embargo, no siempre se trata de un movimiento meritorio del jugador que la protagoniza y, en muchas ocasiones, el verdadero responsable es el sacrificado del equipo que debe de detener la vuelta a base de los rivales.
En esta jugada vemos como una Sejuani es capaz de retener a sus rivales más de un minuto mientras el Jax está derribando la base rival es una de esas que nos muestra que no todos los recursos para ganar partidas deben de ser las tan preciadas ventajas de oro o los marchadores que indican el KDA. En ocasiones basta con un buen movimiento para cerrar una partida aprovechándose de la indecisión de los rivales.
League of Legends es así, y entre tanta complejidad nunca debemos olvidarnos de que son las mecánicas más simples las que acaban decidiendo las partidas.
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