Se acabó. El año se acerca a su final. 2020 ha sido una prueba muy dura para todos nosotros, en todos los ámbitos. Y ha sido el año que los videojuegos se han encumbrado como lo que de verdad debían ser. Los juegos no son solo entretenimiento. El tiempo de cargar cartuchos y jugar a Pong ya pasó, y poco a poco, generación tras generación, hemos ido creando un mundo virtual cada vez más ancho. Un lugar en el que cabemos todos. Y un lugar que nos ha dado cobijo a todos, por primera vez, o al menos lo ha intentado.
El texto de Navidad no va a ser un recuerdo a los malos momentos o a las barbaridades tan dolorosas que hemos tenido que vivir. A las restricciones que hemos sufrido (y no nos referimos a movimientos, sino a lo que no hemos podido disfrutar, sea de amigos, sea de familiares, sea de levantarnos y ver el mundo medio normal). Y como decimos, en este contexto, los videojuegos han brillado, convirtiéndose en la vía de escape. Convirtiéndose en el patio de recreo, en el punto de reunión. Convirtiéndose en los encargados de materializar, al menos visualmente, lo que no podíamos experimentar en persona.
No nos importa a estas alturas lo que ocurriese con Cyberpunk 2077. Ni si PS5 ha venido en pocas unidades; cada consola que tenemos tiene una importancia capital, y ha sido nuestra compañera en horas bajas. Call of Duty: Warzone, Fortnite, League of Legends… cualquier título ha sido bueno para acercarnos a los demás, y para sacar nuestra cabeza de ese sórdido mundo de calles vacías, vigilancia continua, terror a que alguien cercano sufra la situación o aplausos forzados y cargados de miedo. Y pese a todo, nuestra consola, nuestro PC, incluso nuestro móvil, han exprimido sus funciones hasta convertirse en auténticos refuerzos para nuestra psicología. Desde Resident Evil 3 Remake hasta Animal Crossing: New Horizons, el mundo virtual, sea con juego online, sea individual, nos ha tratado lo mejor que sabía. Un entorno en el que solo estamos nosotros, nuestra habilidad y nuestras ganas de pasarlo bien, y en el que la comunidad gamer, en general, se respeta sin importar cualquier tipo de aspecto racial, sexual o de orígenes. Hemos visto a las compañías dar acceso a juegos de manera gratuita en digital, por ejemplo.
Da igual si nuestra consola sigue siendo una PS2 que hemos desempolvado. El público general ha podido experimentar la situación desde un punto de vista diferente, así que este año, os invitamos a decir simple y llanamente gracias. A vuestra consola, o dispositivo en general con el que juguéis. Vuestro/a compañero/a de fatigas. Puede que incluso el medio de comunicación que más habéis usado sin saberlo con unos auriculares y un micro. Sabemos que el final de 2020 no significa que dentro de unos días todo vuelva a la normalidad, pero sí una puerta abierta a recuperar la vida que conocíamos. ¿Significa eso que se acabó nuestro “romance” con el ocio electrónico? Pues no nos extraña que queramos salir huyendo de los hogares o ciudades en cuanto nos dejen. Sin embargo, es más bien la oportunidad de esperar cosas nuevas con ilusión.
Y con esto hablamos de la nueva generación, que está aquí, pero es casi como si no (y con razón). Hemos visto un salto generacional bastante más moderado de lo que más de uno esperaba, y eso es muy positivo para nosotros. Primero porque no nos obliga a cambiar de forma violenta de sistema para no quedarnos sin jugar a todo. Porque son (somos) muchos los que, en una consola nueva, estamos aún con títulos bisagra; que se conoce que resultaba muy difícil tirar de retro compatibilidad. No sabemos por qué, eso le gusta a todo el mundo. Vendrán grandes cosas, y aunque confiamos que no tengamos que volver a emplear los juegos como este año, siempre van a estar ahí dispuestos a hacernos pasarlo bien, como punto de encuentro y para hacernos vivir experiencias únicas, cada vez más potentes visualmente. Cada vez más cinematográficas, o al menos, cargadas de curiosidades y/o ideas frescas.
Os invitamos a recordar también todo juego que tal vez os regalaron, tal vez os auto-regalasteis en estas bonitas fechas. Da igual si ha sido una PS5 como regalo adelantado (y a ser posible no un filtro de instagram, que ha sido una de las bromas más recurrentes), sea una clónica de NES de unos padres que no podían costearle al niñato una Nintendo 64 de golpe y se sintieron seducidos por esos cartuchos con 999999999 juegos. Por las partiditas estrenando el aparato, encendiendo por primera vez la Game Boy o metiendo el primer disco en PS3. La familia en torno a la tele viendo cómo el chaval rompe la pantalla por lanzar el mando de Wii jugando a repartir cera al enemigo con movimientos “realistas” (cómo ha llovido desde entonces) sin ponerse la pulsera de enganche.
Solo queda desearos, ahora sí, felices fiestas. Incluso, si es viable, cercanía con los vuestros. Siempre con cuidado y con paciencia. Y si empiezan los toques de queda, arrancar el año puliendo vuestro juego favorito tampoco es mal plan. Pensad que dentro de unos años, tal vez ya tengáis una sucesora de la máquina que empleáis. O incluso la misma, que seguirá como compañera de fatigas. 2021 se plantea como la esperanza de la recuperación. Como la oportunidad de volver a muchas cosas. Mientras eso llega, id encendiendo la consola, que seguro que, pasen los meses que pasen, tenéis juegos aún por disfrutar y exprimir. A menos claro, que tú que estás leyendo esto, ya te ventilases todo el catálogo de tu máquina. En ese caso, seguro que en los próximos meses, algo cae. Quien suscribe planea unas fiestas en las que no va a soltar el mando salvo para las obligaciones. Si alguien se anima, nos vemos online, que eso siempre está ahí. Bueno, si no caen los servidores. O Google. Lo que yo os diga, menudo año de barbaridades...