Una de las expresiones más desvirtuadas de la historia es "una persona hecha a sí misma". Lo que anteriormente significaba que alguien había logrado salir adelante y tirar de sí mismo hasta conseguir ser una persona de provecho, ha quedado contaminado por los emprendedores con dinero de sus padres, el sueño americano y demás historias para no dormir. Por eso, cuando aparece una persona tan hecha a sí misma como Tang Huan-Feng, podría no quedar claro a qué nos referimos, a pesar de ser epítome de dicha expresión.
Y tanto es así porque una vez conoces su historia, sabes que no ha tenido otra forma de salir adelante que la de remendándose a sí mismo desde dentro hacia afuera parapetado en el cascarón de un niño y un joven solitario, silencioso y que ha tenido tanto en lo que pensar que le cuesta verbalizar una idea concreta. Una de las mayores sensaciones de los cuartos de final de estos Worlds de League of Legends precisamente ha sido el tirador Tang "huanfeng" Huan-Feng y esta es su historia.
La infancia Huan-Feng es la de un niño al que se le obligó a madurar de manera acelerada. Sus profesores ya se daban cuenta de que se trataba de un chico especial para el que el estado natural era el de callado en una esquina. También años más tarde su Manager en Invictus Gaming Youth GuoKui se percató de que apenas hablaba, incluso en partida, y que cuando estaba pensando había que sacarle las palabras y las ideas, casi como necesitara un empujón para socializar. Y las razones son evidentes a poco que se escarbe en su infancia.
Desde niño, sus padres tenían constantes broncas en casa. Huan-Feng era un espectador en primera fila de lo más triste que puede haber para un crío, una familia dañada; de hecho, era más que eso, porque su madre siempre le ponía en medio para preguntarle por con quién se iría de sucederse una separación. Daba igual que el niño se fuera a su habitación para no escuchar algo que no hacía falta verbalizar en esa casa. Las paredes o las manos en los oídos sólo difuminaban las riñas entre los dos adultos de la casa. Y era peor cuando le obligaban a ser mensajero cuando su orgullo por no hablarse era mayor que el cariño que deberían tener por su hijo.
Los problemas con la familia del padre y las penurias económicas de la madre, que no siempre tenía trabajo, hacían que lo que pareciera un día normal como salir del colegio y que te vengan a buscar sea un suplicio por el que ningún niño debe pasar. Como aquel día en el que su madre fue a recogerle en bici y durante el camino le confesó que apenas tenía el dinero suficiente como para comprar una cebolleta y que esa noche no cenarían.
Las cosas iban mal, pero siempre pueden empeorar. Una noche, durante el primer semestre de colegio para Huan-Feng su madre tomó la decisión de irse de casa, y no volvería hasta el segundo semestre. No hubo tiempo para la alegría cuando lo hizo, porque apenas dijo una palabra y sólo recogió las pocas cosas suyas que quedaban en esa casa para marcharse de forma definitiva. El crío de 12 años lo vio todo sentado en la silla de su modesto ordenador, la única posesión preciada que tenía y con la que pasaba las horas de soledad, y ni siquiera escuchó una explicación a su madre antes de que un portazo diera por terminada la relación madre-hijo.
Desde ese momento aprendió a sobrevivir, o más bien perfeccionó esa tarea. La única ayuda que tenía eran los 200 yuanes (unos 25 euros) que su padre le daba cada dos semanas y la luz de la pantalla de su ordenador, la que iluminaba una casa en la que no había ni dinero para bombillas. "A veces, cuando veo a gente apoyarse en los demás, no veo que ese sentimiento sea algo genial. Estoy acostumbrado a valerme por mi mismo, ser independiente desde muy pronto puede ser bueno", cuenta ahora el Huan-Feng que vivió sólo en esa habitación durante 3 años, con las visitas ocasionales de la familia de su padre para usar ese ordenador.
El chico no creía en las buenas personas, al menos no en las acciones desinteresadas, y por eso le chocó tanto cuando uno de sus compañeros de clase empezó a comprarle el desayuno en ocasiones. Al principio Huan-Feng quería devolverle el dinero, pero más tarde quedó patente que era una ayuda de parte de alguien asustado por lo que tenía que pasar. "¿Por qué eres tan bueno conmigo?", le llegó a preguntar Huan-Feng, quien recibió una respuesta tan honesta como inédita en su vida: "Porque somos compañeros de clase, somos amigos".
Huan-Feng, por raro que nos pueda parecer, empezó a encontrar la felicidad. "Un ordenador, un colegio y un compañero de clase. Eso es suficiente, puedo ir tirando con eso", llegó a pensar. Y ese primer elemento, el ordenador, empezó cada vez a ganar más y más presencia en su vida. Había encontrado su camino, incluso con todas las dificultades que se le habían puesto por delante.
Durante las celebraciones del Año Nuevo Chino, y a pesar de las reticencias del chico, su padre le llevó al pueblo para que pudiera conocer a toda la familia y poder relacionarse con gente. Precisamente allí encontró un grupo de chicos, pero especialmente a uno inmediatamente más joven y otro inmediatamente más mayor. De hecho, empezaron a llamarlos por número, siendo Nueve, Diez (Huan-Feng) y Once. Y estos tres niños se escapaban por las noches para jugar en un cibercafé... Uno desierto a causa de las festividades.
Tras una de esas noches jugando a League of Legends firmó una promesa junto a esos dos críos: iban a ser profesionales. Su madre siempre le había dicho que su padre era un mentiroso y que los hombres han de tener palabra y cumplirla por encima de todo. Esas palabras se quedaron marcadas en su mente y lo que podría ser una brabuconada de críos terminó por ser una promesa, una promesa a sí mismo.
Desde ese momento Huan-Feng empezaría un ritmo intensivo de entrenamiento. Se levantaba a las cinco para poder jugar una SoloQ, iba al colegio y empleaba las dos horas del descanso para comer en dos cosas: una hora para ir y volver de casa y la otra para jugar la segunda partida del día. Adelantaba todo lo posible en clase e incluso se quedaba allí para terminar los deberes y que nada le distrajera de su tarea hasta las 11 de la noche, que no era otra que seguir jugando.
Este sistema de entrenamiento le llevó a alcanzar Diamante I con un porcentaje de victorias muy importante cuando terminaba su periplo en el colegio, consiguiendo una invitación para el Super Server chino. Allí conseguiría llegar a Master con una horquilla de 200-300 puntos. Ya ni jugaba con sus amigos, ya que sentía que se divertía, pero no iba a ningún lado... No mejoraba; y si no mejoraba no sería profesional.
Dentro del corazón de Huan-Feng había una llama competitiva que se extendía a más cosas que el League of Legends. Ya en el Instituto, donde tenía buenas notas a pesar de sus silencios, le llegó a hablar a su profesor de sus notas de acceso y compararse con él, "profesora, sin duda te voy a superar en el futuro", llegó a decirle. Pero a pesar de esto no era su enemiga, de hecho la profesora Pang actuó como confidente y consejera.
"Me preguntaba por qué camino elegir, si jugar a videojuegos de forma profesional o seguir en el Instituto y conseguir ir a una Universidad. Tenía muchas dudas. Me decía que era muy bueno jugando a videojuegos, y que podría conseguir más dinero con ellos. Pero al mismo tiempo, quería ir a la Universidad porque sus notas eran muy buenas", cuenta Pang antes de que Huan-Feng le hiciera la pregunta clave: "¿Qué opinas de los niños que no van a la escuela?, ¿Qué pasará si dejo de venir a la escuela?". Pang, como docente y alguien sin mucha idea de esports, le aconsejó seguir estudiando; era lo natural con esas notas.
Pero los problemas empezaron a sucederse. La pequeña contribución económica de su padre empezó a menguar: de 200 yuanes a la quincena se pasó a 200 al mes. Su padre no le dio respuesta a ese hecho, mientras su madre le habló para decirle que su casa tenía que ser pagada, o le podrían echar. No tuvo más remedio que empezar a ahorrar a cambio de sacrificar casi todo. Durante la segunda quincena del mes llegaba apenas tenía para dos bollos al vapor y una botella de agua al día.
A causa de esos problemas, Pang le digo a Huan-Feng algo que cambiaría para siempre la vida del chico: "Siempre que quieras hacerlo, está bien". Lo que para el joven era un desbloqueo, para la profesora era una forma de decirle que apenas tenía salida. Huan-Feng empezaría el siguiente curso, pero no lo acabaría. No se llevaba bien con sus compañeros y acabó riñendo hasta con su padre, al que le mandó unos mensajes muy duros e impropios de un adolescente, así como que no quería ir más al colegio. Y su padre lo hizo saber a los docentes del centro.
A la mañana siguiente, el director le hizo mirar a una foto de un pueblo y otra de una ciudad, y le hizo saber que si no estudiaba le tocaría tener una vida propia del campo. Salió de allí enfadado y le dijo a su padre que se cambiaría de colegio. Tras una dura pelea con él tomó una decisión definitiva: sería profesional de League of Legends. Esa es otra aventura que merece ser contada y que tiene tantos vaivenes como su juventud, pero esa la trataremos otro día.
Fuente: artículo traducido por iCrystalization