Ya da igual el precio y la fecha de lanzamiento de PS5, es lo que todos esperábamos. Llegará el 19 de noviembre a 499 euros en su versión estándar y 399 euros en su versión All-Digital. Todo el mundo habla de los 80 euros que costará cada juego en la nueva generación de PlayStation.
Estaba claro que nos lo veíamos venir. 2K o Activision ya habían dado pistas con los precios de juegos como NBA 2K21 o Call of Duty. El catálogo de juegos first-party de Sony lo ha reconfirmado, con títulos como Demon's Souls a una cifra de ochenta euros. Una auténtica barbaridad.
Las redes están revolucionados y aunque hay quienes dicen que "estos precios ya estaban en la época de SNES y N64", la cosa ahora es muy diferente. Las empresas de videojuegos parecen claramente interesadas a que el sector retail desaparezca. Quizás sea una información osada, pero es lo que se deja entrever si interpretamos entre líneas.
Tanto Sony como Microsoft han sacado una consola sin lector. Un modelo exclusivamente digital para aquellos que lo deseen simplemente se descarguen el juego al disco duro y no tengan que ir a la tienda a recogerlo o no cojan polvo en la estantería una vez se hayan completado. En esto se muestra una intencionalidad, especialmente con PS5, cuyo modelo sin lector cuesta 100 euros menos que el que sí que lo tiene. Muchos usuarios irán a por él por ahorrarse ese dinero, y todo esto conlleva muchas consecuencias.
Parece claro que las marcas prefieren que esto sea así. Los juegos tienen un precio estipulado porque en ellos se añade el dinero de aranceles, transporte e incluso el del dependiente que lo vende en un establecimiento. Con los juegos digitales se ahorran todo ese proceso y los beneficios son mayores porque van menos repartidos. A nivel empresarial es comprensible; a nivel industria puede ser devastador.
Este camino puede dejar en el paro a multitud de trabajadores de tiendas o distribuidoras de videojuegos. Y eso no es una buena noticia. Está claro que el sector evoluciona, pero algunos de estos puestos son difícilmente adaptables a otras posiciones. No solo va del romanticismo de tener los juegos en estanterías, de amor a un trabajo y a la preservación de un sector, que también; además es ética y empatía con quien se quiere ganar el pan. Mientras unos se quedarían con la panadería entera, a otros no les quedarían ni las migajas.
Esta tendencia también se ve en otros aspectos. Servicios como Game Pass son una auténtica bendición para el usuario; por poco dinero contamos con una biblioteca de juegos enorme. Pero también es una puñalada para el sector retail. Egoístamente disfrutamos de una propuesta valiente y sin igual en la industria; Sony está dando palos de ciego para intentar imitarla con PlayStation Plus Collection. Pero, al mismo tiempo, si pagando 10 euros (o incluso 20) al mes tenemos todos los juegos de lanzamiento de una consola, no será necesario que haya tiendas de videojuegos.
Es una estrategia de mercado por la que tenderán todas las marcas en los próximos años porque el sector sale beneficiado. A su costa, muchas personas se irán a la calle y el sector perderá visibilidad en la sociedad. Ir a un centro comercial y no poder pasearnos por la sección de videojuegos es un futuro que muchos no queremos. Basta con entrar ahora en un Game; el nombre de la tienda ha perdido sentido ya que está decorada prácticamente al completo de merchandising y apenas hay espacio para lo que realmente importa: los juegos.
Los juegos a 80 euros son otra parte de esta táctica. Es una forma de poner al consumidor entre la espada y la pared. Si queremos juegos mejores, cuesta más dinero hacerlos, y toca prescindir de algo para que su coste se mantenga como hasta ahora. Lo fácil es retirar el dinero que cuesta transportar un juego, el propio plástico, el papel, la estampación y el disco en sí. Y por supuesto, del sueldo del dependiente. Todo eso es una mínima parte, pero una porción que a las gigantes del sector les importa poco.
El camino está allanado para que en la próxima generación se vuelvan a ofertar juegos a unos 60 o 70 euros. Pero exclusivamente en formato digital. ¿Compensa?