La estrategia de Microsoft para la nueva generación de consolas con Xbox Series X parte de Xbox Game Pass y de los quince estudios que ha adquirido con el objetivo de que se desarrollen títulos en exclusiva que estén a la altura.
Dentro de esa compra casi compulsiva de equipos, se encuentra Obsidian, un estudio que tiene en su haber el haber desarrollado Fallout New Vegas, el que para muchos es el mejor juego de la franquicia a pesar de haber sido un tanto denostado. También han publicado recientemente The Outer Worlds que, si bien tiene muy buenas ideas, parece que se queda un poco escaso en todos los aspectos.
Con Obsidian trabajando codo con codo con Microsoft, a todos se nos ha venido en mente algún título que siga la línea del estudio, y en el pasado Xbox Games Showcase se mostró Avowed, que tiene un claro espíritu Skyrim. Pero antes, llega Grounded, una propuesta que rompe frontalmente con los trabajos habituales que hacen en dicho estudio y que ya se encuentra en acceso anticipado precisamente en Xbox Game Pass, el otro pilar de futuro de la empresa de Redmond.
Incluso con este cambio de registro tan drástico, Obsidian demuestra que tienen un talento natural ahí dentro. Las primeras horas con Grounded han sido un auténtico soplo de aire fresco. El juego, y eso que todavía está en una versión prematura, consigue tener semejanzas con varios títulos, ya que no inventa nada en particular, pero es capaz de sentirse como un soplo de aire fresco diferente a todo lo demás.
Grounded nos propone sentirnos como en películas como Los Borrowers o Cariño he encogido a los niños. Más o menos. La gracia del asunto es que podemos escoger entre cuatro personajes, muy estereotipados pero con poco trasfondo, para sacar partido del modo cooperativo para cuatro jugadores que incluye, y que es la verdadera esencia del juego.
Comenzamos saliendo de un maletín tras haber encogido nuestro tamaño sin saber muy bien por qué. Hasta el punto en el que los insectos que están por el jardín en el que nos encontramos parecen verdaderos colosos a los que vencer. Tenemos el tamaño de un ácaro y, con eso presente, cualquier hormiga, mosquito o araña será un verdadero peligro para nuestro cometido.
A partir de ese punto, el juego cuenta con una historia de la que no hemos podido conocer demasiados detalles en esta versión preliminar de Grounded. Los jóvenes intentan regresar a su tamaño original y, para eso, tienen que abrirse camino en un jardín en el que hay incluso hasta mini laboratorios ocultos. Tras completar unas tareas que nos pueden llevar unas dos horas, el juego nos avisa de que tendremos que esperar hasta la versión final para saber cómo avanza todo.
Pero, tanto antes como después podemos hacer infinidad de cosas en el pequeño gran mundo de Grounded. Y el crafteo es la principal estructura sobre la que se basa esta divertida aventura.
Empezamos sin absolutamente nada, y tendremos que explorar el escenario en busca de piedras, ramas, hojas, resina y demás materiales que nos sirvan en esta particular batalla por la supervivencia. Explorando hasta el último recoveco del mapa, y eso incluye meternos en latas de refresco para ver si encontramos algo que nos sirva de ayuda.
En base a lo que encontremos, tendremos que diseñar recursos para poder mantenernos con vida en un entorno en el que los peligros son constantes. A través de un menú -que quizás es algo farragoso- tenemos varias recetas para diseñar espadas, lanzas o arcos rústicos, pero efectivos para defendernos ante las amenazas de larvas, escarabajos, mariquitas o moscas. En pequeños laboratorios, analizando recursos, obtendremos nuevos consejos para realizar mejores creaciones, que pueden ser desde armaduras con los restos de los insectos que nos hayamos cargado o incluso cabañas para utilizar como refugio durante la peligrosa noche.
Quizás en los combates contra los distintos tipos de enemigos que nos encontremos es donde más flojea Grounded, con un control un tanto impreciso y tan rústico como sus armas. Además, el balanceo de los enemigos está muy desmedido. Una mariquita o una araña puede matarte de un solo impacto, o dos si contamos con armaduras. Algo que convierte los primeros pasos en un proceso prueba/error al más puro estilo Dark Souls, del que por cierto toma el tener que ir a recuperar la mochila con nuestros enseres para recuperar los materiales que teníamos recolectados antes de palmar.
Por cierto, si os dan miedo las arañas, no temáis, ya que el juego incluye una función para quien sufre aracnofobia, haciendo que se vean como una especie de bolas gigantes. Tanto si las tenéis miedo como si no, son los enemigos más temibles del juego debido a su inmenso poder.
La gracia de la aventura reside en cooperar y en ir creando fortificaciones con ramas, hojas y todo tipo de elementos que nos ayuden a proseguir poco a poco, aprendiendo como si fuéramos seres prehistóricos que tienen que hacer frente a gigantes. Y mejorando nuestras pretensiones a medida que llegamos a una nueva porción de terreno. La sensación de descubrimiento, especialmente en compañía, es fantástica y es donde reside la mayor virtud del juego.
Porque Grounded nos invita a explorar constantemente. No vale con quedarse en las tiendas de campaña que vayamos creando. Los personajes tendrán hambre y sed, y tendremos que aventurarnos en sus peligros para sobrevivir. La mayoría de charcos están contaminados y no nos harán mucho bien; buscar gotitas de agua 'sanas' en ramas es una de nuestras mayores preocupaciones. También obtener materiales para crear una 'cocina' y poder hacer bichos a la parrilla, que siempre están más ricos que crudos. Viscosos, pero sabrosos.
Las sensaciones con Grounded han sido muy buenas, siempre admitiendo los 'bugs' -valga la redundancia y las cuestiones de diseño inherentes a ser una versión prematura. En Obsidian se han salido de su zona de confort y han creado un juego bastante fresco y con un futuro muy halagüeño. Si siguen en esta línea para cuando se llegue a la versión definitiva, tenemos ante nosotros un proyecto que dará mucho que hablar.