"Odio eterno al fútbol moderno" es un movimiento que de los aficionados que reclama mayor atención a ellos en contra de todo tipo de actividades accesorias como el marketing, la servidumbre a los derechos de televisión y la proliferación y gestión de las Sociedades Anónimas Deportivas. Hace tiempo los clubes eran de los socios, ahora ya muy pocos toman decisiones en función del sentir de quienes pagan religiosamente su abono.
El fútbol pasó de ser un juego, a una cultura que cimentaba una identidad local, a una de las industrias más potentes del planeta donde el dinero es quien realmente mandaba. La nostalgia hace pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pero en este caso, lo cierto es que la concentración de talento y la pérdida de peso en la toma de decisiones de los socios ha hecho que algo cultural como era ir al estadio de fútbol cada domingo se haya convertido en un acto de consumo.
Los ánimos están caldeados tras años de atropellos y la desaparición y refundación de clubes históricos por culpa de los excesos de las últimas décadas; por no hablar del mundial en Qatar que obligará a cambiar el calendario global del fútbol para que no se juegue al fútbol en pleno verano y en una de las zonas más cálidas del planeta. En ese punto de creer que todo está en contra suya, puede que la llegada de DUX Gaming al fútbol tradicional sea visto como un golpe más a la tradición futbolística nacional; pero nada más lejos de la realidad.
Para quien no lo sepa, el equipo de esports dedicado a los simuladores deportivos DUX Gaming acaban de entrar en el equipo de fútbol tradicional Sección de Acción Deportiva Club de Fútbol Internacional de Madrid Deportes Sociedad Limitada. Detrás de ese kilométrico nombre está el conocido como Inter de Madrid-Boadilla, un club fundado en 2002 y que desde su estreno en la Tercera División Regional madrileña ha encadenado ascensos hasta llegar a la Segunda B, la tercera categoría del fútbol nacional.
La noticia, que fue lanzada por parte de Rubén Martín en Cope, cuenta con multitud de mensajes negativos en las redes sociales del periodista. El mínimo común denominador de estos tuits va en la línea de "se van a cargar el fútbol" e incluso dejando caer, esperamos que de forma jocosa y no en serio, que habían pagado al periodista por sacar la noticia. Desconocimiento y miedo al cambio, un cóctel peligroso.
Como me comentó alguien hoy por redes sociales, es cierto que quizás no es ideal que un club con casi cien años de historia como la Ponferradina sea comprada por un equipo de esports y pase a llamarse "Paquito's Gaming". Sin embargo, el caso del Inter de Madrid es particular, porque se trata de un club con escasa historia, que nunca ha pisado el fútbol profesional. Por si esto fuera poco, tampoco tiene especial arraigo con una localidad, habiendo cambiado de estadio en varias ocasiones.
Esto quiere decir que no se está arruinando "un legado", y de hecho, desde DUX se ha confirmado que no se meterán en asuntos deportivos. Es cierto que DUX Internacional de Madrid es un rara avis y que nunca se había visto este grado de compenetración entre un equipo de esports y otro de deporte tradicional, pero también hay que poner en contexto que Thibaut Courtois y Borja Iglesias, futbolistas de primer nivel nacional, son accionistas de DUX y también parte importante en este nuevo proyecto.
El proyecto ha de ser también una oportunidad. Porque una de las mayores quejas del movimiento odio eterno al fútbol moderno es la falta de peso y voz de los aficionados, y en los deportes electrónicos y en Internet son los usuarios los que quitan y ponen influencers, ligas e incluso videojuegos. No hay grandes medios de comunicación priorizando informaciones, si no que los fans seleccionan lo que realmente quieren ver y cómo lo quieren ver a través de las redes sociales y plataformas como Twitch.
Este movimiento tiene más de evolución que las innumerables secciones de marketing de los equipos de primera haciendo equipos de esports por encargo a través de terceros para estar presentes en ligas que no les importan. Un experimento que se merece el beneficio de la duda por algo tan simple como obvio, intentar hacer algo distinto.