Aunque muchos se han quedado en la superficie de la forma de la nueva PlayStation, lo cierto es que esa forma esconde más de un debate. No vamos a comentar nada sobre el diseño, ya que eso da para otro tipo de artículo, pero sí que es el momento de pararnos a pensar sobre uno de los anuncios estrella conocidos durante la presentación de PS5: la dualidad de modelos y más concretamente PlayStation 5 Digital Edition.
Fue Microsoft quién abrió la veda con la Xbox S All-Digital a final de esta misma generación, pero Sony se sube al carro desde el comienzo de la próxima con una PlayStation 5 que no tiene lector de discos. Se trata de un paso arriesgado que puede haber sido interpretado como una declaración de guerra por un aliado eterno de la consola de Sony: las tiendas de videojuegos.
Basta echar un vistazo a los informes de Newzoo y el resto de consultoras o a los mismos datos aportados por las desarrolladoras de videojuegos para comprender que el mercado digital es ya una parte del pastel muy importante. En esta generación se ha llegado a cerca del 50% de ventas dentro de las stores propias de las consolas, las cuales son además el hábitat de muchos juegos más pequeños que pueden así evitar la búsqueda de una editora para sus versiones físicas.
La puntilla se la ha puesto la situación global de pandemia por COVID-19 y el confinamiento, que han producido unas ventas históricas de Final Fantasy VII Remake y, sobre todo, Animal Crossing. Aunque se sospechaba que por comodidad para los usuarios, algunos juegos recurrentes como Modern Warfare y FIFA ya podían sustentarse gracias a las ventas digitales, este nuevo paradigma mundial ha puesto sobre la mesa la importancia de la conexión.
Desde el punto de vista de Sony, Microsoft e incluso Nintendo, es evidente que quieren que las ventas digitales ganen la batalla. La razón no es otra que el dinero, ya que se ahorran la parte del videojuego físico que se llevan las tiendas de barrio, cadenas de videojuegos y grandes almacenes. Hasta ahora ha sido una guerra de guerrillas en la que los propios consumidores ejercían de visagras, girando paulatinamente hacia el digital como está documentado en los crecientes porcentajes de ventas de las tiendas online.
No es ningún secreto que esta situación ha hecho cerrar tiendas históricas de videojuegos, multitud de tiendas de barrio y además convertir las que quedan en un resort del merchandising con más Funkos que discos jugables. Las tiendas ya no tienen la capacidad de negociación de los ochenta y noventa, tiempo durante el cual fueron claves en batallas como la de Nintendo y Sega en Estados Unidos. Pero eso no implica que no muevan un porcentaje del negocio importante y que no tengan la capacidad de enfadarse con Sony en este caso.
Cuando Microsoft anunció que todos sus first party saldrían de lanzamiento en su Game Pass, hubo algún conato de revolución como el anuncio de la cadena australiana Gameware de la suspensión de la venta de dichos videojuegos en sus tiendas, aunque quedara en agua de borrajas más tarde. Con Xbox All-Digital, parece que el final de generación y la relación magullada de Microsoft con las tiendas hizo que no se planteara más que el debate de si las tiendas están contentas vendiendo consolas que limitan sus futuras ventas.
Ahora es Sony, una vieja aliada de las tiendas físicas, quien pega una profunda estocada a las que han sido sus compañeras de viaje durante estas cuatro generaciones al principio de la quinta. Tiene todo el sentido que las tiendas físicas se pregunten si esta situación se ajusta a la castiza "además de cornudo, apaleado", al tener que vender algo que puede implicar de forma indirecta más de un cierre.