Todos nos empachamos de amor en San Valentín. El azúcar sube con las muestras de afecto entre las parejas. Lo fácil, sería hablar del amor en los videojuegos, pero a veces, nos gusta ir contracorriente. Vamos a hablar de desamor.
Porque, sí, los videojuegos nos han hecho vivir historias preciosas. Pero también otros que nos han dejado con un nudo en el estómago. Porque el desamor es parte del amor. Y deja huella. Un corazón roto puede marcar la vida de una persona.
Este reportaje puede contener spoilers
Si no, que se lo pregunten a Ellie. La protagonista de The Last of Us 2, tiene en su interior una enorme acumulación de rabia. La sufrida ya en Left Behind, donde por culpa del cordyceps, el virus que asola la población en el juego, pierde a Riley Abel, la joven quien pasa de ser su mejor amiga a enamorarse de ella. Ambas se besan en un momento icónico.
En la secuela, que llegará a finales de mayo, Ellie mantiene un romance con Dina. Precisamente, la desaparición de su nueva pareja puede ser el desencadenante para que veamos a la Ellie más enrabietada, quien quiere acabar con cualquiera que se le ponga por delante, tras el dolor que está sufriendo por lo que le ha pasado a su novia. El desamor puede cambiar nuestra personalidad de forma radical.
Las tramas de amor en videojuegos pueden tener momentos muy trágicos. Se nos vienen a la mente escenas crudísimas, como la muerte de Nicole, la mujer de Isaac en Dead Space, quien ve cómo su pareja le deja un vídeo, despidiéndose antes de inyectarse un veneno letal. Otra escena inolvidable y capaz de dejarnos hechos trizas es la muerte de María, novia de Dom, en Gears of War 2. Dom abrazando el cadáver de su esposa, envuelto en lágrimas, es uno de los momentos más crudos que recordamos.
También hay situaciones paradójicas, con actos de verdadero amor, que desencadenan una irremediable pérdida. La escena final de Red Dead Redemption, cansado de huir, ayuda a que su familia escape saliendo de un granero en el que se encuentra rodeado, siendo, literalmente, agujereado a tiros por toda la policía. Un acto que toma más fuerza en la segunda entrega de la saga, que ejerce a modo de precuela, y que ahonda más en la relación de John con su mujer, repleta de altibajos debido a su poca estabilidad al no ser capaz de alejarse del mundo forajido.
Mención especial al asesinato en masa que hace el protagonista de Shadow of the Collosus, matando a dieciséis criaturas inocentes para recuperar a su amada.
El desamor también afecta a personajes carismáticos con los que nos sentimos identificados. Puede ser el caso de Leon en Resident Evil 2, quien conecta con Ada Wong, e incluso tienen sus escarceos. Pero por exigencias del guion, la misteriosa protagonista de la saga de zombis se distancia, y mantiene ese espacio en el resto de entregas de la saga en la que se encuentran. El bueno de Solid Snake, ya entrado en años, a pesar de ser un tipo duro, también se resigna a perder el amor de Meryl en Metal Gear Solid 4, quien se casa con Johnny Sasaki. Un acto de amor que nos deja con un regusto amargo, al no ser el final que todos queríamos.
Encontraríamos mil ejemplos en títulos como Life is Strange, Beyond: Dos Almas o incluso los romances que no nos salen bien en juegos como Mass Effect o Dragon Age, pero sin duda, un claro exponente del desamor en videojuegos es Florence.
Esta experiencia interactiva nos deja un enorme poso de reflexión, especialmente si hemos vivido una relación infructuosa. Narra los diversos periodos de una relación, desde las mariposas en el estómago al conocernos, la primera cita, el primer beso... hasta que todo lo bonito da el paso a la rutina, al odiar lo que antes nos encantaba de la otra persona... y a recoger los recuerdos en común para guardarlos en una caja para siempre.
Estos son solo algunos ejemplos de que los videojuegos son un excelente medio para representar las emociones, tanto positivas como negativas, que puede dejarnos el amor. Y, por consiguiente, el desamor. En San Valentín o cualquier día del año.