Dijo alguien una vez que veinte años no es nada. Y aunque así, de primeras, puede parecer una exageración, porque es verdad que veinte años desde una perspectiva juvenil es toda una vida, a medida que la edad te va ganando terreno te das cuenta de que quizá aquel loco tenía algo de razón. Hoy hace precisamente eso, veinte años, que Los Sims llegaron a nuestras vidas, y volviendo la vista atrás parece que fue literalmente ayer cuando jugamos por primera vez a ser pequeños dioses que controlan la vida y los avatares de nuestros amigos virtuales. Y es que echando la vista atrás y recordando aquel primer día me inunda un sentimiento de nostalgia por lo rápido que han pasado estos veinte años así que celebrar estas dos décadas de Los Sims me sirve de buena excusa para hacer recuento. Nuestras vidas han cambiado mucho desde entonces, personas que se han ido y personas que han llegado, veinte nocheviejas celebradas apostando cada año por uno mejor que el anterior y casi como una tradición, empezar cada uno de ellos jugando a Los Sims. Porque uno de mis pequeños secretos, de mis “guilty pleasures” es ese, mientras la ciudad duerme la resaca de una noche de fiesta yo empiezo el año con uno de mis juegos preferidos. Y lo bonito es que desde hace unos cuantos años ya no lo hago solo.
No puedo decir que mi pasión por los videojuegos haya calado muy hondo en la mayor de mis hijas, pero sí que lo ha hecho mi pasión por Los Sims. No son pocas las tardes de domingo que pasamos construyendo casas que muchas veces ni siquiera llenamos con personajes, ni tampoco son pocas las veces que pasamos el tiempo juntos viendo vídeos para coger ideas o ver las novedades de la última expansión.
Porque el mundo ha cambiado casi tanto como Los Sims desde aquel lejano febrero de 2000, y también la forma de jugar. Ya sabes que Los Sims empezó con la intención de ser un juego de arquitectura que nos permitiera diseñar casas a nuestro antojo, y la necesidad de llenar esas casas de vida fue lo que a grandes rasgos dio paso al juego que ya conocemos todos.
En aquel primer acercamiento nuestra vida estaba circunscrita a nuestra casa, y aunque podíamos trabajar para ganarnos el sustento, nuestro sim se limitaba a desaparecer de nuestra vista durante ese periodo y no había ninguna forma de acompañarle, como tampoco había posibilidad de ir a parques ni solares comunes, por lo que nuestra vida jugable se limitaba a lo que pasaba entre las paredes de nuestro hogar. La evolución que hemos visto después nos ha traído nuevos barrios, vecinos con los que interactuar, la posibilidad de crear y gestionar negocios, hemos visto cómo nuestra vida cotidiana se ve afectada por el cambio de clima, hemos visto la aparición de nuevas posibilidades para ganar simoleones como convirtiéndonos en estrellas de las redes sociales y por supuesto contamos con la posibilidad de acompañar a nuestro sim a algunos puestos de trabajo limitados.
La evolución que hemos visto en el juego durante estos años ha sido tan grande como la que han sufrido nuestras propias vidas, y que nos haya acompañado durante tanto tiempo contando con una base tan fiel de seguidores dice mucho de una saga que en muchos casos lleva ahí literalmente toda la vida. Personalmente puedo decir que Los Sims me ha acompañado durante prácticamente toda mi vida adulta y me ha ayudado a fortalecer lazos con mi hija mayor compartiendo un hobby que nos apasiona a ambos. Quizá cuando celebremos los 30 años del juego ella haya perdido el interés, muy posiblemente para entonces tendrá otros hobbies y quizá hasta le de vergüenza pasar las tardes de domingo en el PC con el viejo de su padre, pero para entonces, tengo la esperanza de que la pequeña haya heredado ese gusto por los mundos virtuales. Porque lo que sí tengo muy claro es que Los Sims estarán ahí, y que yo, como he hecho desde el principio, seré testigo privilegiado de lo que tengan que ofrecernos.