Antes que nada una pequeña advertencia al estilo de los anuncios televisivos de medicamentos… Este redactor ni esta santa casa se responsabilizan, bajo ningún pretexto, de que este análisis y por consiguiente las próximas líneas provoquen estados alterados de añoranza vacacional y/o deseos de que regrese la canícula y el buen tiempo. Porque estimados, hemos pasado unas cuantas horas correteando por arenas de blanca y fina arena, remojados al vaivén de olas color turquesa, catado dulces zumos afrutados, todo ello bajo la cálida luz del sol; y además rodeados de idílicos paisajes isleños. Pero, para no desatar demasiadas envidias, no todo fueron fiestas, sol, playa y chapuzones, no. Más bien todo lo contrario, llegamos a una pequeña isla en busca de secretos y respuestas. Y vaya si las encontramos.
Esta es la carta de presentación de la nueva obra de Shin’en Multimedia, un estudio independiente alemán responsables de Nano Assault y de Fast RMX -juego auspiciado por Nintendo y que vino a ser un sucesor espiritual de la añorada por muchos, entre los que se encuentra un servidor, saga F-Zero-. En esta ocasión cambian totalmente de registro y nos traen una aventura breve pero muy variada y entretenida en la que nos vamos a encontrar muchos puzzles, muchos saltos y muchos minijuegos que esbozarán unas cuantas sonrisas en nuestra cara mientras jugamos. El juego arranca con nuestro protagonista a una pequeña isla en la que nos aguarda un imponente monumento que guarda un gran secreto en su interior. Lo primero que haremos será conseguir una cámara para así empezar nuestra primera tarea: fotografiar los cuatro monumentos que hay ocultos en el mundo. Así que dispuestos a explorar empezamos a corretear por la isla hasta dar con el interior del monumento. Dentro de él cambia totalmente el registro ya que pasamos a secciones de plataformas y puzles sencillos, por ahora, cuando logramos salir un vejete que ya vimos al llegar a la isla nos dice que tenemos que activar los cuatro interruptores que hay en la gran sala. Y ahí sí que empieza el viaje de verdad.
The Touryst es una mezcolanza -en el buen sentido- de varios géneros bastante bien conectados entre sí aunque alguna que otra vez no sepamos bien qué es lo que quiere el juego que hagamos. Básicamente, en nuestra partida, nos hemos dejado llevar. Hemos ido explorando las islas, ubicado y fotografiado monumentos y completando todo aquello que podíamos completar. No obstante, una vez llegas a la segunda isla empiezan las sorpresas. Nos encontramos con minijuegos y submisiones muy entretenidas y que hacen que vayamos obteniendo dinero. Con este dinero podemos adquirir tanto nuevas guías de viaje para visitar islas inéditas, comprar habilidades -doble salto, poder correr, etc.- o desbloquear objetos para así completar una “Lista de cosas por hacer” que poco a poco se irá agrandando. La idea de estos minijuegos nos ha parecido un acierto y la inmensa mayoría requieren de pocos minutos en completarse y además son divertidos y sorprendentes. Por ejemplo: nos veremos jugando al fútbol playa, montando una fiesta por todo lo alto, compitiendo en un concurso de surf o buscando ingredientes para hacer refrescantes smoothies.
Todo esto que os contamos más arriba son sólo unos ejemplos ya que no queremos destripar mucho más para que no se pierda el efecto sorpresa entre aquellos que lo vayan a jugar. El caso es que son, como ya decimos, pequeñas misiones muy agradecidas de realizar, cortas pero realmente entretenidas y variadas. Ellos llevan el peso jugable del título y va a resultar divertido explorar de punta a punta todas las islas para descubrir nuevas misiones y completar nuestra lista de cosas por hacer antes de dar por finiquitadas nuestras vacaciones. Además, por el camino iremos conociendo tanto a trabajadores de los Resorts como turistas y habitantes habituales de las islas. Unos personajes por lo general agradables y que muestran mucha simpatía para con nosotros y serán ellos los encargados de proponernos cosas por hacer.
No obstante el peso más o menos narrativo de The Touryst recae en la investigación y resolución de los interiores de los misteriosos templos. Aquí residen todos los interrogantes que el juego nos plantean e, irónicamente, constituyen uno de sus puntos flojos. Y nos explicamos. Los monumentos, en su interior, aguardan ciertos puzles, pequeños jefes y varias secciones de plataformas previas a la obtención del tótem que necesitamos. El caso es que los puzles y los “jefes” no están del todo mal planteados. Suelen ser combinaciones de luces, pulsaciones de interruptores que harán caer a una especie de serpiente autómata u otros seres hechos con extrañas piedras. Están muy bien implementados con los entornos y la tecnología arcana que los rodean es muy interesante. El problema llega en unas, ciertamente, insufribles secciones de plataformas en las que la cámara hará que caigamos una y otra vez. Y es que, para conseguir un buen salto no será necesario calcular nuestra posición sino la del ángulo de visión de la cámara. Algunas secciones han necesitado de muchos y sonrojantes intentos que nos han llegado a desesperar.
Jugablemente, como ya hemos dejado entrever, The Touryst nos propone mucha variedad de situaciones y, sobretodo, nos invita a no estar quietos, a ir de acá para allá constantemente. Al igual que cuando hacemos turismo en la vida real, el juego es muy agradecido cuando paseamos y exploramos sin descanso. Esa es una de las grandes virtudes del título de Shin’en Multimedia, se premia la exploración y la realización de tareas. En cuanto a los controles son muy simples y directos y sólo nos dan problemas en las ya comentadas secciones de plataformas y más por el control de la cámara que por el del personaje. Pese a ello, nuestras horas -unas cinco completando prácticamente todo lo que nos ofrecen las islas- en The Touryst han sido muy amenas y nos ha quedado sensación de que si hubiesen durado unas pocas horas más no nos hubiese importado del todo. Pero, como suele decirse, lo breve, si breve, dos veces bueno. Mejor quedarse con ganas de más que acabar hastiados de plataformas o de recorrer de punta a punta varias islas más. Por lo tanto aunque su duración y rejugabilidad sea más bien escasa no hemos visto problema alguno en ello. El juego dura lo que tiene que durar sin recurrir a artificios.
En lo visual podemos decir que el estilo “píxel 3D” del que hace gala The Touryst nos ha encandilado. Es un juego muy vistoso en lo visual, que entra por los sentidos desde el primer momento. Islas paradisíacas que nos ofrecen entornos y biomas bastante diferenciados entre sí -permitidnos que no las nombremos por nuestra sana manía de no chafar sorpresas- y que cuentan con el número exacto para dejar un buen sabor de boca al jugador. En lo referente al sonido estamos ante una banda sonora que, sin muchos alardes, acompaña perfectamente la acción. Y los efectos de sonido, todos con cierto regusto añejo y enlatado, cumplen con su función.