En la década de los años 30 el mundo del celuloide todavía se estaba explorando. Ya había llovido mucho, por aquel entonces, de la presentación que hicieron los hermanos Lumière en el Café de París en 1895. La cámara ya no hacía falta que estuviera parada en un punto fijo para rodar planos y gracias a los avances de artistas como George Méliès el montaje, los decorados más realistas (y no tan teatrales) y los efectos visuales se concebía como algo normal dentro de los largometrajes. En 1933, Merican C. Cooper y Ernest B. Shoedsack se lanzaron a realizar uno de los films más históricos y emblemáticos del medio: King Kong.
En aquella primitiva cinta se introducirían, ya de forma global en el mundo audiovisual, una serie de conceptos que sería seguidos posteriormente por una serie de cineastas fijados sobre todo en el tratamiento del género fantástico. Uno de ellos (para ir más directos al grano y no extendernos demasiado) y puede que el más importante fue el de la criatura que cae rendida a los pies de una bellísima mujer que debe ser rescatada por un grupo de valientes exploradores varones, que además, generalmente, se encargan de poner fin a la vida de la aberración que intenta obligar a la mujer permanecer a su lado hasta el final. Como decíamos, con el paso de los años, otros directores como Jack Arnold recogerían esa idea y la aplicarían en La Mujer y el Monstruo (Creature From the Black Lagoon) en 1954.
Con el paso de los años, esa idea tan machista de la mujer en apuros y el monstruo que viene como secuestrador para robarle su pareja al hombre se ha ido erradicando. Guillermo del Toro y La forma del agua son el claro ejemplo de ello. Un largometraje en el que la mujer toma las riendas de la situación y decide, por voluntad propia, ir con el monstruo si ella lo desea. Alejándose de esos supuestos hombres que, en principio, eran la salvación y el cónyuge ideal.
Ahora, el estudio español, Out of the Blue, debuta de forma fabulosa recogiendo esas ideas presentadas al inicio del texto, de Cooper y Shoedsack, y le dan un giro al género fantástico y de aventuras ambientado en esa misma época haciendo que la protagonista no sea una damisela en apuros, sino la que debe ir a rescatar a su marido en una extraña isla del Pacífico Sur. Call of the Sea arranca en mitad de un sueño de Norah, la protagonista. Acto seguido, esta se despierta y se tapa unas extrañas manchas, que deberemos investigar a lo largo de la aventura, que tiene por su piel con unos guantes. Nuestro objetivo ya lo hemos mencionado: encontrar a su marido (o a nuestro marido, ya que nos ponemos en su lugar). Pero no lo haremos como se hacía en King Kong, aquí no hacen falta metralletas, pistolas o armas, en general. En Call of the Sea solamente necesitamos nuestro ingenio para resolver todos los puzles con los que nos iremos encontrando a lo largo del trayecto.
Y es que en el juego de Out of the Blue no hay espacio para tanto derroche de testosterona. No hace falta que, para sentirnos los más poderosos de la isla y sentir que estamos progresando, tengamos que repartir balazos o golpes a los monstruos o seres extraños que habitan en esta extraña isla. Norah está por encima de eso y únicamente debe resolver una serie de acertijos, de bastante nivel todo sea dicho, para poder reencontrarse con su marido y poder comprobar que está sano y salvo para volver juntos a casa.
Call of the Sea despliega una belleza visual hipnotizante. Prácticamente todos los escenarios por los que atravesamos (sobre todo al principio del juego) poseen una iluminación, una paleta de colores y una vida que realmente nos transportan junto con Norah. Son escenarios selváticos que bien podrían haberse escapado de una película de Disney, puesto que son de lo más paradisíacos y en ningún momento pensaríamos que hay algo hostil allí para dañarnos. Algunos de los puzles, de hecho, deben resolverse interactuando un poco con el escenario, lo cual hace que podamos apreciar todavía más el trabajo artístico que ha realizado Out of the Blue en ese sentido. Pocas pegas se le pueden poner en este aspecto.
Ahora bien, aunque haya escenarios que son de ensueño, también hay otros que parecen sacados de la imaginería de H.P. Lovecraft. Mapeados terroríficos que, aunque sepamos que ningún enemigo puede hacernos daño porque no existe ningún sistema de combate en Call of the Sea, hacen que temamos por nuestra seguridad. Hablamos de entornos oscuros, con mucha tormenta, con la iluminación justa y con sonidos que, desde luego, harían que corriéramos más que el correcaminos.
La historia de Call of the Sea se nos cuenta a través de los objetos y puzles que vamos resolviendo. Es decir, que no podemos alterarla ni tampoco cambiar el rumbo de la trama, y dependiendo de las pistas que recojamos o completemos podemos saber más acerca de Norah y los diversos personajes que componen la narrativa. Y eso no es malo, pero cierto es que perjudica un poco el no poder hacernos con todas las líneas de guion (teniendo en cuenta que es una aventura narrativa) si no nos perdemos un poco por el mapa para poder rebuscar hasta en el último rincón. Está claro que, como decíamos, los niveles invitan a eso, dado que su diseño artístico es de sobresaliente. Pero algunos de los puzles pueden hacerse un poco cuesta arriba y su resolución puede acabar con nuestra paciencia, lo que en ocasiones hace que queramos pasar al siguiente nivel para mantenernos un poco motivados para proseguir con el juego.
Ahí es donde radica el mayor problema de Call of the Sea: que es un poco inconsistente. Hay pruebas, acertijos o puzles que son bastante sencillos y nos desvelan partes vitales de la historia. Mientras que, por el contrario, hay otras que quizá están un poco demasiado subidos de dificultad y, cuando los resolvemos, no nos dicen gran cosa con respecto a esa trama principal o los personajes. Y eso provoca en ocasiones una sensación frustrante por no sentirte, como jugador, recompensado por el esfuerzo que acabas de hacer. Es evidente que quien llega a Call of the Sea sabe de sobradamente que va a meterse de cabeza en un juego de puzles puro y duro y que no habrá mucho más que hacer además de explorar un poco cada nivel. Pero esa sensación no deja de estar presente en algunos momento y a veces lastra un poco la experiencia de juego.
Aun así, evidentemente, gane de calle lo bueno, porque con toda la labor de representación histórica que ha realizado el equipo, la cuidada historia con referencias a Lovecraft y a todo ese cine de aventuras más primitivo del mundo del cine, Call of the Sea se convierte, para nosotros, en un imprescindible para los jugadores de Xbox. Claramente no tendrá ningún impacto similar al que podrá tener Cyberpunk 2077 esta misma semana. Pero no solo de AAA vive el hombre. También es necesario escapar un poco de las altas producciones y explorar un poco obras como las que nos ha traído Out the Blue, que nos ha ganado con este primer título.
Ficha completa
- Título: Call of the Sea
- Desarrolla: Out of the Blue
- Fecha de lanzamiento: 8 de diciembre de 2020
- Plataformas: PC, Xbox One, Xbox Series X
- Precio: 19,99 €