La primera frase referenciada en este análisis es todo un homenaje a una de las primeras ocasiones en las que, en los videojuegos (con doblaje al castellano), se soltaba cierta palabra malsonante. Lo llevó a cabo Alfonso Vallés, dando voz a Solid Snake. La frase era “Pero qué c....” (sí, censuramos contenido, que esto es para todos los públicos). Esa frase es la que vamos a proferir más de uno al jugar a What the Golf? y no solo en una ocasión, sino en muchas. What the Golf? es tan divertido como loco, y deja las pamplinas de Wario Ware a la altura de ocurrencia. Bienvenidos a un título que nos hará sentir como si estuviésemos con resaca metidos en la bañera comiendo unos profiteroles que llevan tres días fuera del frigorífico.
El golf es un deporte noble, con clase. Requiere concentración, buena forma física y un estudio detallado de la superficie y los hitos a superar hasta llegar y conseguir el fin: meterla lo antes posible. Y a eso vamos nosotros. Pero esto no va de meter pelotas, por lo visto: What the Golf? nos enseña que hay más cosas que chocar contra la banderita de los alfombrados prados del elegante deporte que nos ocupa. Y ahora, sin ánimo de continuar con esta vorágine de sarcasmo de doble sentido, os vamos a avisar algo: este juego de Triband es de lo más loco y divertido que se podrá ver en mucho tiempo. Pero eso sí, tengámoslo claro: es un juego muy de móviles. Está diseñado para estos dispositivos -se lanzó originalmente en Apple Arcade-, razón por la que Nintendo Switch recibe una adaptación que incluso nos permite interaccionar con la pantalla táctil de la consola. Claramente, nos situamos en el entorno de los minijuegos y el humor con esta apuesta por pruebas cortas cargadas de disparates y con resultados que uno no se imagina. Y para explicarnos, un ejemplo práctico:
En los primeros pasos del juego, vamos a disparar la pelotita a modo de mini golf por pequeños espacios que demuestran cierta sensibilidad al rebote en elementos en el escenario. Cuando el jugador está intentando hacerse idea de que esto es un tutorial, lanzamos y en realidad lo que empujamos es al propio muñeco a modo de pelele, que tiene que estamparse contra los elementos del escenario y llegar a la banderola, que lo espera al fondo del escenario. Otras veces es el propio palo. Otras una televisión (con su conveniente aparato de reproducción de VHS adherido por un cable). O un jarrón. O una portería. O Dios sabe qué.
Nos desplazamos por un menú que resulta ser una sucesión de habitaciones que nos obligan a superar disparatados retos que van incrementando dificultad incluyendo incluso referencias populares a juegos (véase Súper Mario, Donkey Kong, Flappy Bird etc). Eh, pero todo con disparos a lo golf, y no os relajéis que esto se pone tenso. Olvidáos de birdies, de meterla a la primera o de Almeida sacándose la cartera del bolsillo para celebrar que ha ganado como si fuese a pagar una rondita (referencia al amigo Slobulus). Ya podéis casi olvidar el género en sí, salvando ciertas mecánicas: Neo Turf Masters queda lejísimos de esta apuesta por el humor y el buen rollo.
¿Cómo es el control? Una pasada. Os vais a reír, os guste o no. Alguna paparrucha de idea os va a sacar los colores, al menos al ver cómo juegan con el usuario y le complican la vida. El juego aquel de la gallina que tiene que cruzar la carretera (que a su vez emulaba a Frogger) llega a parecer serio. con el stick vamos a establecer la trayectoria de la pelota/portería/tostadora/animal/niño o lo que sea que estemos golpeando en según qué momento. Con el botón A (el principal en este caso), vamos a regular la potencia del tiro. Fin.
La idea es que no tengamos que preocuparnos de nada. Ni vidas restantes, ni títulos, por un momento nos separamos de los logros (salvo de cara a nuestra paciencia). Espero que tengáis precisamente paciencia de sobra, por cierto, porque algunos niveles sientan como levantarse a media noche con un apretón de los de sudor y deseos de muerte. Pero no os engañéis, que no va a ser fácil. La física es juguetona, nada realista y tan disparatada como lo relatado hasta el momento, ergo os va a sacar de quicio. Desde los rebotes y tiros continuos hasta explosiones que nos sacan del escenario provocando que retomemos el nivel desde el principio. En sí vamos a usar, en todo momento, un joystick y un botón. Eso a menos que os decantéis por tocar la pantalla (recomendado el control físico). Al gusto del consumidor, pero tened paciencia, que esto cuesta pillarlo a veces, sobre todo por lo inesperado. Sumadle a esto que hay ocasiones en las que la trayectoria se vuelve aleatoria y solo podemos intentar calcular… una barbaridad.
Ahora vamos al tema de los gráficos: ¿sabéis qué clase de juego es, no? Minijuegos, y con un aspecto que hasta os puede recordar a títulos aparecidos hace varios años en plataformas móviles. Olvidaos de texturas, luces o sombras. Un juego que resulta funcional y que cumple con el humor visual. Todo es sencillo, de pequeño tamaño y que queda en eficacia. La ausencia de narrativa hace que los gráficos en sí se conviertan en una suerte de herramienta para el desarrollo y para sacarnos una carcajada con lo aparatoso que resulta. A eso sumémosle la música, que va de lo cómico a sacarnos de quicio en ocasiones. Podría tener más. Pero no lo tiene. Y no lo necesita. Además, como curiosidad, los colores planos (y bastante blanco) suelen inundar la pantalla casi en todo momento.