Para muchos es difícil olvidar la serie Streets of Rage, una trilogía de juegos 'yo contra el barrio' de SEGA para Mega Drive. Quizás buena parte de la culpa de esto es que formaba parte de la serie Megagames, que eran packs de grandes juegos que venían como bundle con la consola, dentro de un mismo cartucho. El primero incluía Italia 90, Columns y Super Hang One. El Megagames 2, quizás uno de los más populares, incluía Streets of Rage, The Revenge of Shinobi y Golden Axe (vaya tres pedazo de juegazos, por cierto). Este fue el que me tocó a mi, consiguiendo que mis primeras tardes con Mega Drive estuvieran presididas tanto por Axel Stone y compañía (los protas de Streets of Rage), como por Tyris Flare y los héroes medievales de Golden Axe.
A partir de ahí el amor de una generación por Streets of Rage fue incontestable. Por eso dolió tanto que SEGA lo dejara en una simple trilogía que nunca llegó a dar el salto a las siguientes generaciones de consolas. Y de eso, hace ya 26 años, cuando Streets of Rage 3 demostró de lo que era capaz Mega Drive con un puñado de píxeles. Las razones de este amor son claras: carisma, variedad y una banda sonora de las que solo Yuzo Koshiro podía componer por aquellos tiempos. Desde entonces hemos estado esperando una cuarta entrega que, finalmente, ha llegado, para goce y disfrute de viejos y nuevos jugadores.
Por todo esto, cuando Lizardcube, Dotemu y Guard Crush anunciaron hace aproximadamente un año que Streets of Rage 4 estaba en camino nos extrañamos tanto como nos frotamos las manos. Se trata de un equipo que ya ha demostrado su valía con esto de los juegos viejunos, y con la modernización de sagas caídas en el olvido, y lo que se mostró desde el primer momento no dejaba lugar a dudas: este proyecto parecía el punto de unión perfecto entre el homenaje al clásico y el siguiente capítulo de la serie.
De esta forma llega por fin Streets of Rage 4, un título que no viene a revolucionar la vieja fórmula del beat'em up, presentándonos la simple premisa de superar una docena de niveles y un buen puñado de oleadas de distintos tipos de enemigos, solo armados con nuestros puños y lo que encontremos en el mobiliario urbano que destrocemos. ¿Hace falta más para disparar la diversión? Pues en los tiempos que corren sí, ya que la audiencia actual demanda una mayor variedad de situaciones, localizaciones y posibilidades que hace dos décadas y media... Además de una puesta al día de los apartados técnicos, para que los píxeles y el chiptune no hagan escapar a la audiencia más joven.
La buena noticia es que Streets of Rage 4 hace todo eso, y a la vez respeta casi a rajatabla los patrones clásicos del género. De esta forma no tendremos que preocuparnos de mucho más que de pegar y esquivar enemigos, pero hay cierta variedad de movimientos, ambientaciones y múltiples elementos interactivos aquí y allá por todos y cada uno de los niveles. Las bases son simples, y este juego podría ser casi una recreativa viejuna en este sentido, pero el reto es constante, aunque en ocasiones la IA de los enemigos resulta muy limitadita (aunque no hace falta más, la verdad).
De hecho, Streets of Rage 4 solo usa 4 botones. No necesita tampoco más. Durante la mayor parte de nuestra aventura ni siquiera veremos cambios en las mecánicas jugables, pero están ahí, para poner una guinda de modernidad a un delicioso juego en el que arrasar ante un ejército de enemigos que pululan las calles. Golpeamos de frente, hacia atrás, realizamos ataques especiales para cuando nos rodean e incluso podemos utilizar un ataque único de cada personaje para los momentos de máxima tensión. Nada nuevo, claro está, pero la realidad es que aquí todo se mueve a las mil maravillas, con una fluidez extraordinaria, y conseguimos colocar golpes con una suavidad que invita a seguir aporreando el botón de puñetazo. De esta forma, lo que empieza siendo un simple viaje al pasado, acaba enganchando mientras luchamos por conseguir el combo más largo posible y la máxima puntuación que podamos lograr.
En realidad esa motivación por conseguir la mejor puntuación es lo único que necesitan los jugadores de la vieja escuela, ya que de otra forma, la campaña no da mucho de sí, ni en términos de duración, ni en cuanto a intríngulis argumental. En un par de horas podremos acabar la campaña en el primer modo de juego disponible, el historia, si jugamos en dificultad normal. Cuenta la típica historia de malos muy malos que quieren tomar la ciudad con un plan maquiavélico de lo más genérico, aunque la gracia es que se trata de los hijos del malo por antonomasia de Streets of Rage, Mr. X.
Por supuesto, se trata solo del principio de la diversión, y Streets of Rage 4 nos invita a jugar cada uno de sus 12 niveles, con sus respectivos jefes finales, en más de una ocasión para poder desbloquear todas las opciones disponibles, entre las que destacan todo tipo de personajes retro hasta un total de 12 diferentes, rescatados de todas y cada una de las entregas anteriores de la serie, respetando sus movimientos, aspecto pixelado y demás. El homenaje continua con la posibilidad de jugar con las bandas sonoras de Streets of Rage 1 y 2... Por si la banda sonora de esta cuarta entrega no fuera suficiente homenaje a los originales, hasta el punto de que el propio Yuzo Koshiro ha ayudado con ella.
Y es entonces cuando toca rizar el rizo, pasarnos el juego en una dificultad aún mayor, conseguir mejores puntuaciones y desbloquear todas las posibilidades. Con la que mejor nos lo hemos pasado ha sido con el cooperativo local hasta 4 jugadores, aunque es una pena que solo puedan jugar online 2 usuarios al mismo tiempo. A esta posibilidad se le une un modo Arcade que nos propone jugar al juego sin continuar, el modo de combate contra los jefes y las opciones de combate PvP, que nos enfrenta a otros jugadores, con enemigos de por medio. Podría decirse que no son el acabosa estas posibilidades, pero cumplen con creces para alargar la vida de Streets of Rage 4, y permitirnos hacer cosas nuevas para desbloquear todo su contenido.
En cuanto a su acabado técnico, encontramos un juego resultón y bien acabado. El mundo que propone es rico en detalles y casi cada nivel es distinto al anterior (aunque hay alguno que flojee un poco más de la cuenta). Las animaciones son fluidas, los personajes rebosan carisma, lo gráficos son claros... No se puede pedir mucho más a un juego de este tipo sin que reniegue de sus raíces, siendo eso además lo último que querrían hacer sus desarrolladores. El apartado sonoro gira en torno a los mismos parámetros, ofreciendo un acabado excelente dentro del género, y con un puñado de melodías y efectos sonoros que simplemente son perfectos para la ocasión. Si eres de la vieja escuela habrá remezclas que despertarán una suerte de deja vu en ti, mientras que si eres de la nueva hornada de jugadores, disfrutarás igual con las melodías nuevas y viejas, junto a sus acertadísimos efectos sonoros.