Los fans de las aventuras gráficas serias y solemnes están de enhorabuena, podríamos decir. Pero os estaríamos echando una trola enorme. Bienvenidos a The Procession to Calvary, un juego que no se han dignado a traducir al castellano pero que utiliza el arte pictórico y el humor de una manera que nos remite sin remedio a lo que habría sido una introducción fílmica de los Monty Python. Preparaos para una dosis de renacimiento, donde unos personajes extrañamente entrañables nos sumergirán en una aventura que podrá acabar como nosotros medianamente deseemos…
El menú del juego ya no deja lugar a dudas. Según la opción que elijamos, los personajes se asomarán a diversas ventanas de una pequeña construcción. La guerra ha terminado, nos dicen, y mientras contemplamos los devastadores efectos de la batalla representados mediante fragmentos de pintura de autores como Sandro Botticcelli, detectamos el sarcasmo más absoluto que rezuma por los poros del título. Somos un soldado que disfruta de las matanzas… y ahora se avecina un mundo pacífico, desde el momento en el que se elige al nuevo rey. ¿Nuestra única opción? Ir a por su cruel predecesor. Al fin y al cabo es lo único para lo que nos dan permiso para matar.
La dificultad va a depender sola y exclusivamente de lo que queramos hacer con el juego. Y también su duración. Y de ello, a la vez, el final (puede ser bueno o malo, depende de lo que queramos). ¿Cómo funciona esto? En este juego podemos ir a saco, o dialogar. Os aseguramos que el diálogo es básico para disfrutar, aunque la decisión de no traducirlo siquiera al castellano echará atrás a algunos usuarios. Es una auténtica pena. Sobre todo por el sentido del humor socarrón, digno de los mencionados Monty Python o de un argumento ideado por Seth McFarlane. ¿No queréis complicaros la vida? Excelente: siempre podéis desenvainar y rebanar alguna cabeza. Conseguimos llegar al final en cuestión de media hora o menos y ale, juego acabado. Un dinero invertido de manera extraña, pues no le sacaríamos todo el jugo a sus diálogos.
El sistema de juego es muy sencillo y exactamente como cabe esperar: hacemos click en diversos puntos de la pantalla para movernos (tanto para andar como para acelerar) y nos desplazamos hasta puntos o personajes con los que interactuar, conseguir objetos (muy poquita cosa, no vamos a manipular una barbaridad de elementos) que luego arrastraremos sobre objeto para interactuar y andando. Un juego pensado 100% para ser disfrutado con el estilo clásico de ratón. Olvidaos de mandos, ni de exactitud, ni de nada semejante. La sencillez al servicio de una trama que va a encantar a todos los usuarios, o al menos a los fans del género. En ciertos puntos, ese humor nos hará girar la cabeza hacia los clásicos Monkey Island, por ejemplo. No tiene desperdicio.
¿Y qué tal luce? Es tan difícil de encuadrar que nos provoca impresión. Todo está recreado con elementos pictóricos existentes. No en vano, los personajes se mueven casi como marionetas, con forzadas articulaciones y un estilo que nos remite a animaciones flash. Todo es divertido a la vista y a la vez agradable. Y a la vez un título que no va a provocar excesivo estrés en nuestro procesador, ni va a tirar de gráfica apenas. Es lo bueno de la simpleza: no requiere mucho para sacar todo el potencial a un buen juego. En cuanto al sonido, no vamos a destacar especialmente ninguna melodía ni algo que nos llame la atención, dado que todo cumple su función sin más.
¿Qué apartado encontramos más preocupante o negativo? La duración. De por sí el juego podría resolverse en un par de horas… si queremos. O menos: id a saco, desenvainad y si vamos a “tiro fijo”, habremos superado el “problema” rápidamente. Una lástima tirar a la basura el juego en 20 minutos, dado que además no contiene ningún aliciente que nos empuje a la rejugabilidad. Si bien podríamos probar algunos diálogos más o la vía rápida. Pero reiteramos: poco más.