Quien escribe este texto no puede reprimir la mezcla de sorpresa y emoción sentida cuando disfrutaba de The Wanderer Frankenstein. Una satisfacción estética (llámese) que no experimentaba desde títulos como Samorost 3 o Rime. Los videojuegos son arte, siempre, a su manera. Pero The Wanderer Frankenstein debería estar en una galería por muchos motivos. Es una experiencia audiovisual diferente, llena de puzzles, que juega con la memoria y sobre todo que transmite sensaciones. Dan ganas de jugar tumbado, y a un servidor le ha recordado fortísimamente a Monument Valley. Profundo, capaz de dejarnos mirando la pantalla sin saber si nos toca controlar al personaje o no, y sobre todo, relajante. Así es lo que os explicamos aquí, y que nos ha encantado.
Por el nombre, uno esperaría otro tipo de producto. Al fin y al cabo, para analizar esto, debemos sacudirnos todo lo que normalmente entendemos como un videojuego de la cabeza y tratar The Wanderer Frankenstein como algo totalmente diferente. Una especie de relato extremadamente introspectivo en el que, en todo momento, sentimos que no estamos en el mundo “de los vivos”, sino en un plano diferente, en el que sentimos que se nos pone a prueba, pero todo ejecutado con un personaje tridimensional totalmente abstracto en aspecto y fondos planos con bellísimos colores.y recreaciones de lugares que de lo onírico nos llevan hasta la locura. Ambientación vegetal, zonas interiores, o sencillamente zonas etéreas.
Esto no es un juego al uso
Tal y como hemos dicho hace unos renglones: no podemos encuadrar esto ni en el estilo de las aventuras gráficas per sé, porque no es lo mismo. No sabemos qué está ocurriendo, ni qué clase de argumento nos trae el juego hasta que realmente lo completamos, y la duración, si bien resulta escueta, es la adecuada para esta clase de experiencia. Más, habría sido demasiado tiempo “perdidos” en este deambular por un mundo del que no se nos explica nada. De hecho el estilo de juego es muy particular: hacemos click, arrastrando para guiar al personaje. alguna vez, interactuamos (pulsamos en una palabra o acción, nada más). Parad de contar. Todo es jugar con colores, memoria y sonidos. Y en ese sentido, quien suscribe ha recordado fuertemente Rime. Hace un uso similar. Pero sí que es cierto que la dificultad es inexistente en la mayor parte de la experiencia, reduciéndose a pequeñas situaciones que resolver que enlazan grandes muestras de gusto por la estética.
Brotarán plantas, luces, sonidos, reacciones. Los personajes no destacan por nada, hay una simpleza bestial, que contrasta fortísimamente con la paleta de colores pastel y los bosquejos a modo de dibujo en blanco y negro que nos acompañan por distintos niveles, que se enlazan por habitáculos y que tienen distintos nombres que aluden a la memoria, a la naturaleza, a la vida… y mejor que no os reventemos por dónde vamos a pasar, porque literalmente, esa es la intención narrativa.
Esto no es un juego al uso
Tal y como hemos dicho hace unos renglones: no podemos encuadrar esto ni en el estilo de las aventuras gráficas per sé, porque no es lo mismo. No sabemos qué está ocurriendo, ni qué clase de argumento nos trae el juego hasta que realmente lo completamos, y la duración, si bien resulta escueta, es la adecuada para esta clase de experiencia. Más, habría sido demasiado tiempo “perdidos” en este deambular por un mundo del que no se nos explica nada. De hecho el estilo de juego es muy particular: hacemos click, arrastrando para guiar al personaje. alguna vez, interactuamos (pulsamos en una palabra o acción, nada más). Parad de contar. Todo es jugar con colores, memoria y sonidos. Y en ese sentido, quien suscribe ha recordado fuertemente Rime. Hace un uso similar. Pero sí que es cierto que la dificultad es inexistente en la mayor parte de la experiencia, reduciéndose a pequeñas situaciones que resolver que enlazan grandes muestras de gusto por la estética.
Brotarán plantas, luces, sonidos, reacciones. Los personajes no destacan por nada, hay una simpleza bestial, que contrasta fortísimamente con la paleta de colores pastel y los bosquejos a modo de dibujo en blanco y negro que nos acompañan por distintos niveles, que se enlazan por habitáculos y que tienen distintos nombres que aluden a la memoria, a la naturaleza, a la vida… y mejor que no os reventemos por dónde vamos a pasar, porque literalmente, esa es la intención narrativa.
Música
Una auténtica belleza. No solo por el uso del sonido como acompañamiento de las imágenes, sino porque es una preciosidad a todos los niveles. Se demuestra un uso de las composiciones que hace que la mente se pierda por el conjunto de color y sonidos orquestales. Todo ocurre según nuestra andanza, y lo cierto es que se intensificará en ocasiones. Que no significa que vaya “a más”, sino que se adaptará, incluso si eso supone que el sonido sea un leve silbido y la vibración de una cuerda lejana. Excelente.