Dentro de los planes de desarrollo de Control, se anunció una hoja de ruta con dos expansiones: La Fundación y A.W.E. Precisamente, esta última ya daba a entender que podría guardar relación con Alan Wake, uno de los juegos más condecorados de los desarrollado por el estudio finés Remedy Entertainment. Profundizando en el propio Control, a lo largo de la aventura encontrábamos notas y referencias acerca de un universo compartido que evidenciaban hacia dónde iba dirigida la obra.
Hace unas semanas se confirmó el lanzamiento de AWE con una secuencia en la que aparecía Alan Wake. Después de años pidiendo una secuela -American Nightmares no cuenta y ojalá no existiera- volvíamos a tener cerca al escritor de Bright Falls y su turbia historia, aunada en esta ocasión con la de Jesse Faden. La expectación fue enorme entre los fans del juego publicado en 2010, y se remató con el anuncio de Control Ultimate Edition, pack que incluye todos los contenidos hasta la fecha del juego; pero que también ha tenido su ración de polémica debido a la política de actualizaciones que tendrá Control de cara a la next-gen.
Obviamente, AWE juega con el fanservice de la comunidad fan de Alan Wake. Un reclamo que es un arma de doble filo. Las expectativas pueden ser un problema y el dar menos de lo que el público espera puede sentar como una losa. Y en esta ocasión ha salido cruz. Aunque es un DLC, su contenido resulta plano y decepcionante. No se saca demasiado partido a la unión entre los dos mundos, salvo en lo que todos esperábamos de antemano. Deja la peligrosa sensación de que se ha creado más con fines comerciales, ejerciendo de cebo para quienes echaban de menos el teclear de la máquina de escribir de Wake, que de otra cosa.
El contenido de AWE está integrado dentro de Control. Se puede jugar de forma orgánica en la aventura, desbloqueándose después de haber completado la séptima misión de la aventura. En nuestro caso, como ya habíamos completado el juego base, solo teníamos que alcanzar el ascensor de servicio para comenzar. Y, wow, qué bien arranca. Aparece una especie de visión de Alan Wake en el propio elevador, haciendo sus ambigüas conjeturas y contándonos sus dilemas existenciales para terminar de hablar de Jesse Faden, es justo lo que queríamos.
Esta especie de crossover toma el punto de partida interesante. Hartman, el psiquiatra que trata a Alan Wake en el primer juego, se ha convertido en un monstruo de oscuridad. Una criatura tenebrosa que añade a Control un ligero toque de survival horror -muy ligero- que no había tenido hasta el momento y que, en los primeros compases, no le sienta mal. Tomando el control de Jesse, debemos perseguirlo para que no se escape.
El principal problema de Control es que su desarrollo es tremendamente repetitivo. Avanzamos por pasillos en los que tenemos que hacer frentes a oleadas de Hiss para que no olvidemos dónde estamos y saquemos partido a los combates del juego, y se le añade el componente oscuro para recordarnos que Alan Wake es el protagonista omnisciente de este contenido. Por medio tanto de pequeños puzles que tendremos que resolver cogiendo linternas o lámparas con los poderes telequinéticos para desbloquear puertas corrompidas por la oscuridad.
Un híbrido de los dos se vive en los combates contra Hartman a lo largo del DLC. Básicamente, tenemos que jugar con las luces, situándonos debajo o cerca para que no pueda atacarnos, y atravesando rápidamente la oscuridad para que no nos enganche y mate. Siempre hay complicaciones alrededor, pero básicamente, el objetivo es llegar a encender un generador principal para que la criatura es esfume hasta que la tengamos acorralada. Hay media docena de enfrentamientos con el psiquiatra-que-ha-perdido-la-cabeza. Los dos primeros tienen su aquel, pero la fórmula se agota y resulta aburrida cuando se repite en seis ocasiones. Si bien el contenido de los combates contra Hartman es diferente, el continente es el mismo.
Y por el camino, un tanto de soslayo hasta una efímera secuencia final, se evidencia de forma sutil lo que todos habíamos venido a buscar. Aunque, como todo en Control, la profundidad en su historia se encuentra en las notas que encontramos y, especialmente, en los vídeos en los que podemos ver a Alan Wake tecleando de manera fiera mientras esboza y rubrica en tinta su próximo proyecto.
Todo en AWE es demasiado anodino. Su desarrollo a nivel jugable no aporta nada especial, a excepción de la mecánica de la oscuridad para cumplir con su semejanza en Alan Wake. El resto, a nivel de game design, es bastante pobre y repetitivo. Y ni siquiera tiene narrativamente algo que nos haga quedarnos boquiabierto o un momentazo esperado. Te quedas igual que como cuando empiezas, pero sabiendo lo que ya sospechabas. Con la sensación de que se podían haber aprovechado mucho mejor estas 4/5 horas. Con la sensación de que es una bala perdida. Un cartucho sin tinta.